Cómo es trabajar tras el teléfono contra el suicidio: "Tuve hace poco una llamada horrorosa"
3.679 personas se quitaron la vida en España en 2017, un 3,1% más que el año anterior. Solo una asociación nacional responde las llamadas de socorro. Abrieron en 2018 y han atendido cerca de 2.000 casos. "A veces te dicen: ‘Hoy has hecho lo más grande’. Se te pone la piel de gallina”.
“Te acaban dando las gracias y a veces te dicen ‘Hoy has hecho lo más grande’. Se te pone la piel de gallina”.
Junibel Lancho es psicotearapeuta y acumula 25 años de experiencia, pero hoy aún se emociona cuando una de las llamadas que recibe en el Teléfono Contra el Suicidio de la Asociación La Barandilla termina con un ‘gracias’: “Te quedas con eso, con que has podido ayudar a una persona en una crisis”. “Cuando te dicen que estaban pensando en hacerlo, que lo tenían todo preparado y que al final lo tiran a la basura, piensas: ‘Hoy lo he intentado y ha salido’”, añade.
Ella es la coordinadora y responsable de este servicio, el único de este tipo que existe en España a nivel nacional y que empezó a funcionar en febrero de 2018. Desde entonces han respondido más de 2.000 llamadas, con una media diaria de cuatro. “Ha habido días con 12 o 13 y en otras épocas como el verano llaman muy poco, dos llamadas como mucho. En invierno, navidades y en septiembre hay un pico bastante grande”, añade la psicóloga y escucha Julia Sancho.
El suicidio es actualmente la primera causa de muerte externa en España, donde 3.679 personas se quitaron la vida en 2017, un 3,1% más que el año anterior. Sin olvidar que por cada cada persona que se suicida hay otras 20 que lo intentan. La prevención es clave para bajar estas cifras, aunque también una llamada en un momento de crisis puede ayudar. Entre que un persona piensa en quitarse la vida y lo hace transcurren 90 minutos.
Esos 90 minutos son vitales. Y en esos 90 minutos se producen aproximadamente un 20% de las llamadas que recibe el Teléfono contra el Suicidio. Son lo que llaman los suicidios en curso.
Son las más largas, superan casi siempre la hora, y también las más duras. “A veces nos piden una simple razón para vivir”, cuenta Ana Lancho, presidenta de La Barandilla, que recuerda el caso de una persona que estuvo dos horas y media al teléfono.
“Nuestra intención es aguantar la llamada porque es tiempo que nos da la persona. Ahí intentamos buscar todos los recursos posibles. Hacer una evaluación rapidísima de cómo es su vida y sacar a flote todo lo bueno que haya. Intentas darle un cambio de perspectiva y que no cuelgue hasta que estemos muy seguros de que no lo va a hacer”, explica Julia Sancho. La situación es más complicada si la persona ha ingerido pastillas. “Si nos llaman tras una ingesta masiva lo que tenemos que hacer es que no se duerma antes de que llegue el Samur. Si está dormido pueden entrar en coma y eso es más difícil”, añade Lancho.
Los escuchas buscan que la persona les dé la dirección para enviar a los servicios sanitarios. “Si te la facilita es porque está dando su aprobación de que mandemos a alguien”, asegura la coordinadora del servicio.
No siempre es fácil. “Tuve hace poco una llamada horrorosa en la que no estaba convencida de que la persona no iba a hacerlo en ese momento. Fue muy larga. Me dijo que estaba en una estación de tren y la policía no conseguía localizarlo. Me fui a casa sin saber si lo había ayudado”, recuerda Sancho.
“Y luego están los que llaman en un estado que no les permite hablar. No puedes hablarles de perspectivas de vida, de agarrarse a la vida, en ese momento no les puedes hacer una intervención. Son personas bajo el efecto de las drogas, demasiado nerviosas”, continúa Sancho, a quien resultan especialmente frustrantes los casos instrumentales. “Cuando te dicen ‘no tengo dinero, no me dan ayudas, en salud mental no me atienden…’ Si no puedes ayudar como psicóloga, frustra. No te puedo mandar dinero ni te puedo hacer terapia ahora”, añade.
Dejar esa frustración atrás es importante para poder desempeñar su trabajo. “Tienes que dejarlo aquí y saber que no eres el único responsable de lo que pasa, de lo que hay al otro lado del teléfono. Estás ahí para tomar una actitud terapéutica y porque eres una persona que sabe cómo reaccionar ante una situación así sin dejarse llevar por las emociones o censurar a la persona con ideas suicidas”, asegura Javier Parejo, psicólogo y también escucha del centro. “Esa parte la tienes ganada pero no eres un superhombre, al final la decisión está en la persona”.
Lancho también tiene “sus trucos de psicóloga” para no llevarse el trabajo a casa. “Tenemos formas de resetear. Teniendo una fortaleza interior, trabajando mucho la meditación, la autorrelajación, la autorreflexión… Y hablar, sobre todo la puesta en común con los otros compañeros”, detalla.
Cada mes, los 14 escuchas del centro —11 psicólogos, un psiquiatra y dos terapeutas ocupacionales especializados en psicología— también hacen una reunión clínica para exponer los casos. “Junibel, que es la que tiene más experiencia, nos da indicaciones o su opinión de cómo hemos abordado la llamada. Es una manera de descargar esa tensión emocional”, explica Parejo.
A las llamadas en curso se unen las de personas que han tenido pensamientos suicidas y buscan ayuda respaldados en el anonimato. La confidencialidad les facilita dar ese paso. “Es gente que se lo ha planteado, no sabe qué hacer, está desesperada, no encuentra solución o no se atreve a pedir ayuda”, aclara Julia Sancho, que como sus compañeros defiende la necesidad de crear un teléfono gratuito para prevenir el suicidio, similar al 016, como anunció la ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, María Luisa Carcedo, el pasado marzo.
La psicóloga recuerda una llamada reciente en esta línea que le emocionó especialmente: “Era un hombre que estaba sufriendo mucho pero nunca había dicho a nadie cómo se sentía. En un momento se puso a llorar y me dijo que hacía 10 años que no lloraba, que le había venido muy bien no verme la cara. Hubiese estado mejor que se lo dijese a un psicólogo presencial. Pero me pareció importante porque para él fue una experiencia muy gratificante y también bastante nueva”.
Al final el objetivo es ayudar en la llamada, no dar una asistencia prolongada. “Nos llaman desde una dinámica de muerte y nosotros les tenemos que devolver a una dinámica de vida, de esperanza”, aclara Junibel Lancho.
Se identifican con los médicos de urgencias. “Ponemos la venda para que no se desangre y luego le decimos qué recursos públicos hay para recibir tratamiento”, añade Parejo. También les recomiendan hablar de sus pensamientos suicidas con una persona cercana. “No es sustituto de ir a terapia pero el apoyo emocional de los familiares es muy importante porque pueden servir de freno”, continúa Parejo, que recuerda que los allegados “no son psicólogos y no tienen formación para intervenir”. “Pero te pueden llevar de la mano e incluso obligar a que vayas a terapia”, aclara Lancho.
“Siempre hay que pensar que el peor daño que le puedes hacer a un familiar es quitarte la vida. Tener un familiar que se ha suicidado es un duelo muy complicado y si se lo dices a un familiar le estás dando la oportunidad de que te ayude”, matiza Parejo.
El Teléfono contra el Suicidio también quiere ayudar a los familiares y allegados de personas en crisis. “Tenemos muchas llamadas de terceros que necesitan pautas para saber cómo hacerlo. Algunos, muy nerviosos porque no saben cómo manejar la situación”, explica Julia Sancho.
Recuerda una muy reciente: “Me decía que un compañero le estaba hablando de irse, de quitarse del medio, y me preguntaba si podía hablarle de suicidio. La palabra es muy importante. Mucha gente no se atreve a decirla y al haber ese tabú es muy difícil que la persona dé el primer paso de hablar”.
Al final la prevención pasa por facilitar que den ese primer paso. “Puedes ayudar a la persona aunque sea en presencia. Si no le apetece hablar no pasa nada, pero no los dejemos solos. En ese aislamiento y esa soledad es cuando el intento autolítico y los pensamientos suicidas toman más fuerza”, explica Lancho. “Ahí piensan que no interesan, que no saben para qué están aquí o que no sirven para nada. Nos lo dicen cuando llaman. Por eso es tan importante estar ahí”.