El 'sexting' me ayudó a superar mis problemas de imagen corporal
Siempre pensé que a los chicos no les gustan las chicas gordas, pero empecé a compartir fotos desnuda y me di cuenta de lo equivocada que estaba.
Siento vergüenza de mi cuerpo desde que tengo memoria.
He tenido sobrepeso toda mi vida, y aunque he adelgazado 13 kilos en los últimos meses, a mis 24 años tengo una talla 3XL. Eso me provoca una enorme falta de autoestima y un miedo terrible al sexo y a que me vean desnuda. Ni siquiera puedo dejar al aire libre la parte superior de mis brazos sin empezar a hiperventilar.
En mi mente, el sexo y los novios no eran para las chicas gordas y mi cuerpo, simplemente, no era deseable y nunca lo sería si no adelgazaba.
Durante los primeros 20 años de mi vida, ese razonamiento fue totalmente cierto. En el colegio, mis amigas tenían novios y más novios y yo era la sujetavelas en todas nuestras quedadas. Aparte de algunas bromas para burlarse de mí, nunca me pidieron salir y ningún chico mostró ningún interés por mí.
La tendencia se mantuvo cuando empecé la carrera. No era muy bebedora. Cuando salía de fiesta, los chicos me ignoraban por completo y cuando venían a interesarse por alguna de mis amigas, a mí me prestaban la misma atención que al taburete del bar.
En parte por desesperación y en parte por curiosidad, me hice un perfil en Tinder. Al principio me resultó incómodo, ya que se estigmatiza mucho el uso de estas aplicaciones y me preocupaba que mis amigos me criticaran. Pero resulta que le cogí el gusto a pasar mis ratos muertos analizando el perfil de los chicos. No estoy segura de por qué disfrutaba tanto. Quizás porque, por primera vez en mi vida, era yo la que juzgaba a los chicos por su aspecto.
No tengo ni idea de cómo sucedió, pero al final acabé probando el sexting y las conversaciones superficiales de introducción pasaron a ser conversaciones sucias. Una noche, la conversación se alargó y acabé mandándole fotos desnuda a un chico. Por la mañana, estaba muerta de vergüenza por lo que había hecho, pero también tenía curiosidad por saber de dónde había salido esta versión sexy de mí.
Sentía que todo el mundo a mi alrededor me juzgaba e incluso sufrí un ataque de pánico al contarle a una amiga lo que había hecho. Bajo esa vergüenza, sabía que había disfrutado de la experiencia y no podía dejar de pensar en lo bien que me había sentido. Cuando ese mismo chico me habló a la noche siguiente, no me lo pensé dos veces y repetimos.
Estuve un año haciendo sexting con este tío y, pasado ese tiempo, empecé a hacerlo con cualquiera que me lo pedía. No sabría decir con cuántos chicos acabé hablando, pero estaba enganchada y no podía parar. Jamás había masturbado a un chico, pero en poco tiempo, sabía describir el proceso como una auténtica experta.
Por primera vez en mi vida, me sentía deseada. Los chicos suplicaban para verme el cuerpo, me pedían fotos y les gustaba lo que veían. Para ser sincera, solo eran tíos aleatorios de internet que se tocaban viendo fotos de mis tetas, pero la experiencia me ayudó a dejar de odiar mi cuerpo.
Aunque me sentía un poco sucia, la mejoría en mi autoestima me sentó de perlas. Me sentía una persona diferente. Seguía siendo gorda, pero me estaba empezando a querer a mí y a mi cuerpo. Me miraba al espejo y ya no odiaba lo que veía. De hecho, me gustaba y empecé a vestirme con ropa que no ocultaba mi figura en vez de esconderme como siempre. Mis amigos y familiares notaron el cambio, pero estaba absolutamente descartado explicarles el motivo.
Era consciente de que no era muy recomendable a largo plazo hablar con tantos chicos y deseaba una relación seria en vez de simplemente mandarles fotos, pero sin la confianza que gané con mis travesuras por Internet, dudo mucho que hubiera logrado entablar las relaciones fantásticas que he tenido a través de Tinder. Cuando por fin empecé a sentirme segura conmigo misma, conocí al novio que tanto había deseado tener y por fin practiqué sexo real en vez de limitarme a escribirlo. Mi vida sexual hasta ese momento se había limitado al sexting, de modo que practicar sexo de verdad fue extraño, pero muy bienvenido.
He tardado años en desaprender todas las ideas horribles que tenía sobre mi cuerpo, pero sin haber explorado mi cuerpo y mi sexualidad a través de internet, no habría alcanzado la confianza que tengo hoy. Sigo teniendo días malos en los que me miro al espejo y odio lo que veo, aunque si a mi novio –y a un montón de tíos– les gusta mi cuerpo, yo también me puedo querer.
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.