El segundo 'impeachment' a Trump será como ningún otro
El presidente saliente se lleva el récord de haber sido sometido dos veces a juicio político. Esta vez, por una "amenaza inminente" a la nación.
Hasta ahora, solo tres presidentes de Estados Unidos se han enfrentado al famoso juicio político conocido como impeachment. El presidente saliente Donald Trump está a punto de enfrentarse a él por segunda vez, y por el cargo más grave de la historia del país: incitar a una insurrección que acabó con cinco muertes y decenas de heridos para tratar de mantenerse en el poder sin haber sido elegido.
La Cámara de Representantes votará el impeachment este mismo miércoles. Todavía no está claro qué sucederá o si el Senado iniciará el juicio antes o después de la toma de posesión de Joe Biden, que se celebra el próximo 20 de enero.
En cualquier caso, no se trata solo de destituir a Donald Trump cuanto antes: se trata de establecer un precedente para que ningún presidente futuro se atreva a alentar una insurrección violenta o incluso a eliminar los votos de sus rivales políticos sin asumir las responsabilidades pertinentes. Y, si el Senado no vota por prohibirle que se vuelva a presentar, en 2024 Trump podría ser el próximo presidente.
Las acciones de Trump lo han convertido en “una amenaza inminente” por su “persistente ataque a la democracia” que “requiere una reacción inmediata”, asegura la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi.
“No podemos consentir que esta provocación sin precedentes no reciba una respuesta acorde”, escribieron los diputados demócratas Jamie Raskin, David Cicilline y Ted Lieu en un comunicado publicado el lunes. “Todos los que participaron en este asalto deben asumir las consecuencias, empezando por el principal responsable, el presidente Donald Trump”.
“Hemos visto a presidentes abusando de su poder, pero nunca habíamos sido testigos de cómo un presidente de los Estados Unidos incitaba a la rebelión en el núcleo de nuestra democracia en un intento desesperado por aferrarse al poder”, escribió Cicilline en The New York Times.
La mayoría demócrata de la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes publicó un documento de 76 páginas el martes por la noche detallando cuál es la responsabilidad de Trump en la insurrección del pasado miércoles. El informe se refiere a Trump como una “amenaza inminente” para la nación.
“El presidente Trump supone una amenaza inminente para la seguridad de los Estados Unidos. Su continuidad en el cargo es un peligro claro y presente para el país. Ha interferido en la transición pacífica de poderes y sus actos demuestran que lo seguirá haciendo mientras no lo destituyamos”, advierte el informe.
El informe ofrece multitud de pruebas de que Trump incitó a la multitud que asaltó el Capitolio: tuits, declaraciones públicas y el infame discurso en el que pidió directamente a sus seguidores que marcharan al Capitolio justo antes del asalto. Nadie duda que alentar una insurrección es motivo suficiente para iniciar un impeachment.
El segundo juicio político a Trump está íntimamente ligado al primero. Para quien no lo recuerde, en 2019 trató de chantajear al presidente de Ucrania para que encontrara pruebas de corrupción de quien probablemente iba a ser su próximo rival, Joe Biden. Tras este delito, Trump fue juzgado, pero no destituido.
Después de que Biden fuese elegido en las primarias del Partido Demócrata, Trump empezó a argumentar que las elecciones iban a ser un fraude porque el voto por correo, generalizado en estas votaciones con motivo de la pandemia, era parte de una conspiración para que ganara Biden, y ya dejó claras sus intenciones de impugnar las elecciones si no ganaba él. Tras su amplia derrota, Trump amenazó con acusaciones de delito a altos mandos de diversos estados para que “encontraran” los votos suficientes para darle la vuelta al resultado.
Cuando estos altos mandos se negaron a cometer los delitos que Trump les indicaba, Trump volcó su atención en el vicepresidente saliente, Mike Pence, para que no certificara la victoria de Joe Biden en la sesión celebrada en el Capitolio el 6 de enero.
Para aumentar la presión, el mandatario apeló a sus seguidores para que ese día acudieran en masa a Washington, y les aseguró: “Será algo salvaje”. Dicho y hecho, sus seguidores se congregaron en el lugar señalado, donde Trump siguió reiterando sus mentiras sobre el “robo electoral” y les pidió que marcharan al Capitolio para presionar a Pence y al resto de legisladores. Entre sus seguidores había neonazis, grandes ejecutivos, miembros de los grupos de extrema derecha Proud Boys y Oath Keepers, médicos, policías, padres y creyentes en la teoría de la conspiración de QAnon que afirma que Trump es un semidiós y que los demócratas pertenecen a una secta de pedófilos que cultivan niños para extraerles sus glándulas adrenales.
“Jamás recuperaréis vuestro país siendo débiles”, les dijo Trump. “Debéis ser fuertes y mostrarles vuestra fuerza”. “Si no lucháis duro, dejaréis de tener un país”, lanzó, pidiéndoles que dieran a los republicanos más débiles “la clase de orgullo y valentía que necesitan para recuperar nuestro país”.
“Estos comentarios incitaron directamente el ataque violento sobre el Capitolio que puso en peligro la vida del vicepresidente, de la presidenta del Congreso y del presidente pro tempore del Senado, los tres primeros en la línea sucesoria a la presidencia”, expone el documento del impeachment.
Los agitadores siguieron fielmente las órdenes de su comandante y asaltaron y saquearon el Capitolio. Asesinaron a uno de los policías, y otros cuatro asaltantes acabaron muertos. La Policía halló bombas caseras en las inmediaciones de las sedes de los demócratas y de los republicanos. Escribieron en las paredes “muerte a los medios de comunicación” y cantaban “ahorcad a Mike Pence” mientras asaltaban el edificio. Destrozaron el mobiliario, robaron en los despachos de los altos mandos, portaban armas de fuego, cócteles molotov, explosivos, extintores, armas contundentes, esposas, y hasta construyeron una horca a la entrada del edificio gubernamental.
“Esperaremos aquí las órdenes de nuestro presidente”, dijo uno de los asaltantes.
A medida que se desataba el caos, Trump lo seguía por la tele con satisfacción y se frotaba las manos por el retraso que había provocado en la certificación de las elecciones. Se negó a enviar a las fuerzas del orden para sofocar la rebelión y rescatar a los políticos atrapados en el interior y, antes de pedir a sus fanáticos que volvieran a casa, les dijo que les quería mucho y que entendía su sufrimiento.
“Esto es lo que pasa cuando una victoria electoral arrolladora nos es arrebatada de forma vil a los grandes patriotas que tan injustamente hemos sido tratados durante demasiado tiempo”, tuiteó Trump. “Volved a casa en paz. Recordad este día para siempre”.
“Debe ser destituido de su cargo tan pronto como nos lo permita la Constitución”, insta el documento de impeachment. “También se le debe vetar para impedir que vuelva a producirse la amenaza extraordinaria que representa”.
Al final, el Congreso pudo volver a reunirse para certificar la victoria de Biden a altas horas de la noche. Aun así, 147 diputados republicanos votaron a favor de anular el resultado electoral sin presentar pruebas de fraude o conducta indebida.
La Cámara de Representantes ahora someterá a Trump a un juicio político por insurrección, que empezó como parte de un plan para deshacer su derrota electoral.
“El presidente Trump ha puesto en grave peligro la seguridad de los Estados Unidos y de las instituciones del Gobierno”, reza el artículo de impeachment. “Ha amenazado la integridad del sistema democrático, ha interferido en la transición de poder pacífica y ha puesto en peligro la vida de una rama coigualitaria del Gobierno. Por lo tanto, traicionó su promesa como presidente y dañó de forma manifiesta al pueblo de los Estados Unidos”.
Los diputados han confirmado que cuentan con los votos suficientes para iniciar el juicio político y múltiples informes indican que hay entre 10 y 20 republicanos dispuestos a sumar su voto. Cinco ya lo han anunciado. En el primer impeachment, ningún republicano votó contra Trump. Hasta ahora, Bill Clinton es el presidente que más votos en contra ha recibido de su propio partido, con cinco.
“El presidente de los Estados Unidos convocó a los agitadores y encendió la mecha de su ataque”, afirma Liz Cheney, la tercera al mando del Partido Republicano. “Todo lo que sucedió después fue obra suya. Nada de esto habría sucedido sin la participación del presidente”.
La votación tendrá lugar este miércoles después de que Pence se haya negado a invocar la 25ª enmienda, que era la vía más rápida para destituir a Trump.
“Esto no es solo una crisis y una emergencia”, comenta la diputada demócrata Jamie Raskin. “Se trata de una crisis y una emergencia continua. Aún no ha acabado. ¿Alguien puede decir que se siente seguro en las manos de este presidente, con el horror y las amenazas que están llegando a la capital del país?”.
Los demócratas, sobre todo, sienten la necesidad urgente de plantarse y poner límites a lo que se considera un comportamiento aceptable por parte de un presidente, tanto para el presente como para el futuro. Que puedan destituir a Trump o no es secundario.
Queda por ver si el Senado se reúne para debatir la posible condena a Trump, si habrá 17 republicanos a favor de condenarlo o si le vetarán de por vida en cualquier puesto oficial del país. Hasta ahora, los demócratas no han dejado claro si el impeachment llegará al Senado antes o después de que Biden haya comenzado su agenda.
“Démosle al presidente electo Joe Biden los cien días que necesita para poner en marcha su agenda y luego ya veremos si le enviamos al Senado los artículos que hayamos votado”, dijo el diputado demócrata Whip James.
El demócrata Steny Hoyer, sin embargo, ha manifestado varias veces que él sí preferiría enviar al Senado el impeachment lo antes posible, y diputados como David Cicilline lo respaldan.
El presidente electo Biden está abierto a iniciar el juicio en el Senado después de tomar posesión de su cargo y actualmente está pidiendo a sus senadores que “bifurquen” sus labores diarias para pasar “media jornada con el impeachment y media jornada” confirmando a sus candidatos y aprobando ayudas por la pandemia.
No queda claro todavía si tienen los números en el Senado para acabar condenando a Trump. Ahora mismo, solo dos senadoras republicanas se han mostrado favorables a esto, además del senador Mitt Romney, que ya votó contra Trump en 2020, convirtiéndose en el primer senador en la historia que vota contra su presidente, y ha sugerido que lo volverá a hacer.
Dado que el tiempo corre a favor de Trump, también está por ver si el Congreso puede someter a un expresidente al impeachment, una controversia legal en la que los académicos discrepan. La Constitución prevé el impeachment a cargos públicos. La duda es si un expresidente puede ser juzgado o condenado una vez que deja de ser un cargo público.
“La Constitución es muy clara al respecto”, sostiene el académico y abogado Philip Bobbitt. “Tienes que ser funcionario público de los Estados Unidos para que te sometan a un impeachment”.
Michael Gerhardt, profesor de Derecho de la Universidad de Carolina del Norte, argumenta que “los presidentes y otros cargos públicos no son como el resto de nosotros. Cuando dejan el cargo y recuperan su vida privada, siguen siendo expresidentes y cargos públicos que quizás hayan cometido delitos en el cargo susceptibles de ser juzgados por medio de un impeachment”.
The Washington Post consultó esta misma duda en 2019 con un panel de seis académicos y estos tampoco se pusieron de acuerdo.
Sin embargo, existen tres precedentes de cargos federales que afrontaron un impeachment tras dejar su puesto, según el Centro Constitucional Nacional de los Estados Unidos. Esas tres personas fueron el exsenador William Blount, el exsecretario de Guerra William Belknap y el juez federal West Hughes Humphries. Este último sí fue condenado y se le vetó de por vida el acceso a cualquier cargo público.
Muchos de los republicanos que apoyaban el plan de Trump para darle la vuelta al resultado de las elecciones se oponen al impeachment con la excusa de que sería muy divisivo y que impediría la unión del país. Y Trump no les decepcionará. Como suele ser habitual en él, ha logrado que la situación se vuelva más rocambolesca al amenazar al Congreso si se atreven a aprobar un segundo impeachment.
“Que Nancy Pelosi y Chuck Schumer sigan por este camino supone un enorme peligro para nuestro país y está despertando una gran ira”, dijo este mismo martes. A diferencia de otras ocasiones, esta vez matizó: “No quiero violencia”.
Con ello, probablemente se quiso referir a la ola de violencia que se cierne sobre el país, ya que hay convocadas manifestaciones armadas en las 50 capitales del país y en Washington de cara a la toma de posesión de Joe Biden el día 20 y ya se han identificado planes para asesinar a miembros del Congreso.
Este artículo fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.