El Pirata Dandy
Nuestro influencer de hoy era un tipo que caía bien. Ejecutivo de éxito, cosmopolita, motero, piloto de ‘rallies’, lector de poesía, mochilero y rebelde con melenita, se atrevía a decir cosas que iban más allá del ebitda, el partido de la Champions y la típica píldora de autoayuda. Fue compañero de Willy Toledo en el Colegio Estilo de Josefina Aldecoa, una isla progresista en las estancadas aguas del nacionalcatolicismo, y se crió en un hogar culto que llegó a dar cobijo al poeta comunista Blas de Otero cuando éste regresó sin dinero de la Cuba castrista. Los empresarios de la CEOE carraspeaban a su paso y en las barberías de Malasaña había revistas posmodernas con su foto en la portada. Creíamos que a las moquetas del poder empresarial había llegado alguien con ideas y estilo propios. Pero un día la ficción se desplomó. Y nuestro influencer Marcos de Quinto, nacido en Madrid hace 63 años, puso en marcha en 2014 un ERE salvaje en Coca Cola Iberian Partners y, para desdicha de los trabajadores y de quienes habían sucumbido al espejismo, se hizo influencer. Otro más.
A partir de aquí su visión de la vida dio un giro inesperado. Y aquel ejecutivo heterodoxo, que en 2008 había sorprendido al aséptico mundillo empresarial celebrando en Twitter la victoria de Obama, el mismo tipo de mente abierta que se había enfrentado a la organización ultra Hazte Oír, se subió al carro de la influencia. Marcos de Quinto había encontrado un nuevo público y, además, se sentía cómodo en su nuevo papel de ‘malote’ ultraliberal versión castiza. Si antes se desayunaba con The New York Times o con el Financial, a partir de ahora iba inspirarse en los digitales ultramontanos que combinan integrismo cristiano y sálvesequienpueda neoliberal. Los sindicatos -“patéticos, incompetentes y retrógrados”, según él- fueron su primer objetivo, pero a partir de ahí fue de charco en charco, y de flor en flor.
Porque en su metamorfosis, nuestro influencer se dio cuenta de que era rico y guapo, y se dedicó a ejercer de machirulo sin complejos. En su etapa de empresario heterodoxo e interesante, Marcos de Quinto había apoyado, a través de la Fundación Coca Cola, los Premios Antonio Buero Vallejo (vaya vaya, otro escritor comunista amigo de sus padres). Ahora, convertido ya en un dandy influencer, Marcos de Quinto prefirió utilizar la pasta y la influencia de la chispa de la vida para financiarse un cameo en ‘Isla bonita’, una película de Fernando Colomo, director y titular de una productora cinematográfica cuya administradora era precisamente Elena Manglada, su primera esposa.
En la peli, Marcos de Quinto arribaba triunfalmente a Menorca a bordo de un yate con una rubia maciza en plan C. Tangana de los sesenta, meyba incluido. No hace falta ser psicoanalista para afirmar que es así como nuestro testosterónico influencer se veía a sí mismo. Tanto que aportó la generosa financiación de Coca Cola a la cinta en que debutaba en el séptimo arte.
Su arrojo gestor le valió un ascenso en la compañía de refrescos y pasó a ocupar una de las catorce vicepresidencias. Eso sí, aunque siempre se esforzó en aparentarlo, nunca fue el segundo de Coca Cola en el mundo; como suele ocurrir en muchas empresas norteamericanas, en el imperio de las burbujas había más vices que en los Gobiernos de Sánchez. Ya en Atlanta, en los cuarteles generales de la chispa de la vida, las machadas de nuestro influencer de pelo en pecho produjeron primero perplejidad y después hartazgo. De modo que, tras un breve y anodino mandato de dos años, fue empaquetado hacia España. Eso sí, recibió en su despido un trato más considerado que los cientos de empleados que había puesto en la calle. Echando cuentas, tras sus 36 años de carrera había amasado un patrimonio de 47,7 millones de euros, según declaró poco después al acceder a su escaño en el Congreso.
Rebotado del mundo de los refrescos, nuestro influencer se casó con la soprano brasileña Angélica de la Riva y optó por instalarse en España, aunque con residencia fiscal en Portugal, para ahorrarse el engorro de tributar por la voluminosa compensación de su despido. En ese momento cambió el refresco cero por el vino de 300 euros. Con el cuñadismo subido, jaleado por la parroquia y achispado por las botellas de Quinta do Vale Meao (vale carísimo, a pesar del nombre), Marcos de Quinto se dedicó a derrochar conocimientos enciclopédicos y a hacer chistes obscenos en Twitter contra feministas, ecologistas, inmigrantes, activistas sociales y políticos de izquierda.
En la mayor parte del planeta, este frenesí tuitero habría limitado sus posibilidades de reenganche a algún partido muy hiperventilado de ultraderecha, pero en España ser influencer suma puntos. Al poco de regresar a España, entró en el consejo de Telepizza, donde permaneció apenas un año, y en 2019 fue fichado por Albert Rivera para ser segundo en la lista por Madrid y “futuro ministro de Economía”. El resto es de sobra conocido: Albert se marchó a trabajar para el PP desde un bufete y él aguantó un poco más a ver si conseguía pilotar la convergencia ciudadana con la derecha más dura. En mayo de 2020 abandonó su escaño indignado por el giro centrista del partido y se incorporó al pelotón tuitero de Juan Carlos Girauta, Hermann Tertsch, Donald Trump y Jair Bolsonaro. Por cierto, algún día habrá que analizar la pasión marital musical del dúo de escapistas formado por Albert y Marcos; el primero, más inclinado al pop y el segundo al bel canto.
Tras abandonar el Congreso, que no le recordará precisamente como un digno sucesor de Castelar, nuestro influencer se dispuso a buscar nuevos negocios que le diesen ese “poquito más” de dinero que todo millonario vocacional persigue hasta la tumba. Los minoritarios de Abengoa le ficharon como presidente, pero Marcos de Quinto dimitió antes de tomar posesión. Sin embargo, predicando con el ejemplo contra el nepotismo, tuvo a bien meter en el consejo a su cuñada, Margarida de la Riva-Smith, con quien todavía maniobra para intentar mover los hilos en la arruinada empresa sevillana. Pero, sin duda, su aventura más osada en los últimos tiempos ha sido el intento de lanzar una tele para los votantes de Vox y de su idolatrada Isabel Díaz Ayuso, La Séptima. Le acompañaban en esta empresa el presidente de Naturhouse, Félix Revuelta, y el empresario de medios de comunicación murciano Juan Francisco Zambudio. Hace unas semanas, y tras presumir de haber levantado 150 millones de euros en financiación (que nadie vio por ningún lado) para el nuevo canal, nuestro influencer se borró del proyecto. Parece que detectó que Zambudio y Murcia no estaban a la altura del glamour que precisa y puso de nuevo tierra por medio. Como en Telepizza, como en Abengoa, Marcos de Quinto volvió a dar un paso atrás en el último momento y dejó a sus compañeros de viaje en la estacada.
En su Twitter, Marcos de Quinto presume de ser un pirata. ¡Cómo mola! Y de navegar sin bandera, algo que acredita su patriotismo fiscal. También asegura que no pretende convencernos de nada, “acaso” hacernos dudar de lo que creemos. ¡Cuánta humildad, señoras! ¡Deberíamos caer rendidas ante tanta sabiduría y belleza! ¡Y nosotras que llegamos a pensar que era distinto! Si un naufragio no lo remedia, pronto veremos a este Pirata Dandy abordando en su lancha otra Isla Bonita porque solo una cosa es segura, allá donde aparezcan oportunidades de ganar unos milloncejos y de ponerlos a resguardo del fisco, nuestro influencer dará un paso al frente.