El muro cayó en Barcelona
Deportivamente hablando, el Muro de Berlín se rompió en los Juegos Olímpicos del 92.
Por mucho que un equipo de las dos Alemanias ya participase en los Juegos de Invierno de Albertville cinco meses antes y en la Eurocopa de fútbol de esa primavera, fue en Barcelona′92 donde la nueva Alemania exhibió su enorme poder con el tercer puesto en el medallero general de los Juegos, por detrás del Equipo Unificado y de EE.UU.
En los Juegos que estrenaron el mapa mundial procedente de la desaparición de los bloques, los alemanes pisaron el podio en 16 de los 25 deportes del programa.
Una semana fue el breve plazo que tardó en despejarse el futuro olímpico de las dos Alemanias tras la caída del muro de Berlín en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989.
Mientras los líderes políticos del planeta estudiaban con cautela los pasos que debían dar ante la situación, el entonces presidente del COI, el español Juan Antonio Samaranch, dio una nueva muestra de su capacidad de anticiparse a los acontecimientos y abrió de par en par la puerta a un equipo unificado. Aunque los países aún estuvieran divididos.
“Si los dos comités olímpicos nacionales están de acuerdo en ello, nosotros aceptaríamos”, dijo Samaranch en Bruselas el 17 de noviembre de 1989, cuando faltaban menos de tres años para los Juegos de Barcelona′92.
En 1955, seis años después de la fundación de la República Democrática Alemana, el COI había reconocido a su comité olímpico pero con la condición de que las dos Alemanias acudiesen a los Juegos de Melbourne 1956 con un equipo unificado. Así lo hicieron, y con enorme éxito, pues ocuparon la séptima plaza en el medallero, 21 puestos mejor que cuatro años antes.
Los alemanes repitieron equipo único en Roma′60 y Tokio′64, en ambos casos con una cuarta plaza. Pero la historia no pudo forzarse más tiempo.
El COI autorizó en 1965 que las dos Alemanias se presentasen por primera vez en los Juegos de México 1968 como lo que eran, dos países y dos equipos distintos. Pero logró que mantuvieran una bandera común y un único himno, el Himno a la Alegría de Beethoven, para recibir sus medallas.
Nueve alemanes orientales y cinco occidentales se proclamaron campeones olímpicos en México, aunque en el total de medallas se impuso Alemania Federal por 26 a 25. La RDA —del Este— fue quinta en la tabla, la RFA —del Oeste— fue octava.
Con el deporte como política de Estado, apoyada por los métodos de preparación y los entrenadores del bloque soviético y, según se supo después, por el dopaje sistemático de sus deportistas a menudo sin su conocimiento, la Alemania Democrática se convirtió en una potencia deportiva mundial, tercera en el medallero de Múnich′72 y segunda en el de Montreal′76.
Tras los boicots políticos a los Juegos de Moscú’80 y Los Ángeles′84, que adulteraron los resultados, los germanoorientales volvieron por sus fueros en Seúl′88, segundos en la clasificación final por detrás de la Unión Soviética y por delante de Estados Unidos, con el equipo germano federal en quinta posición.
Un año después, hace ahora treinta, cayó el Muro y todo cambió. Aunque la unificación deportiva no fue un camino exento de tropiezos.
“Viendo los acontecimientos políticos, creo que la creación de un equipo interalemán es imparable”, admitió en febrero de 1990 el presidente del comité olímpico de la RFA, Willie Daume. Su homólogo oriental, Günter Heinze, anunció tres días después, por el contrario, que ellos competirían en Barcelona′92 por su cuenta, si bien se mostró partidario de que ambas delegaciones se entrenasen juntas.
Wolfgang Schäuble, ministro del Interior de Alemania Occidental, fue el siguiente en terciar: “En la RDA se desarrollará todo con mucho más rapidez de la que suponemos. Un equipo olímpico común para 1992 es un objetivo realista. La gente así lo espera”.
Entre las voces en contra de la formación de un solo equipo, incluso de un solo país, se elevó la de Katarina Witt, doble campeona olímpica de patinaje artístico.
“Es como si Austria fuera anexionada por Alemania Federal con el pretexto de que allí se habla el idioma alemán”, dijo. Y añadió, sobre el horizonte de 1992: “En los Juegos de Barcelona ya no habrá RDA. Es una desgracia que nuestros campeones olímpicos sean ofrecidos de esta forma a la RFA”.
Una reunión en abril de 1990 en Hannover entre las autoridades deportivas de ambos países dio un impulso definitivo a la fusión. En el mismo mes el primer ministro de la RDA, Lothar de Maiziere, propuso en el Parlamento que las dos Alemanias presentasen un equipo conjunto en Barcelona′92, al igual que la gestación de una candidatura de Berlín, “la futura capital de Alemania”, para los Juegos del año 2000.
El Comité Olímpico oriental propuso inmediatamente la unificación a su homólogo occidental, pero no todas las federaciones estuvieron de acuerdo. Ciclismo, atletismo y gimnasia se mostraron favorables, el fútbol en contra.
Finalmente, el 4 de julio de 1990, los dos comités olímpicos acordaron su fusión y la participación de un solo equipo tanto en los Juegos de invierno de Albertville como en los de verano de Barcelona.
La unificación formal de los dos países el día 3 de octubre de 1990 aceleró los trámites, pero también las incertidumbres entre los deportistas y su entorno. Se fijó el siguiente 14 de diciembre como fecha de fusión de todas las federaciones. Se estimó que unos 11.000 funcionarios del deporte en la RDA perderían sus puestos de trabajo y tendrían que buscar empleo en el mercado libre. Y muchos atletas occidentales temieron perder su puesto en las selecciones ante la superioridad de sus compañeros, antes rivales, orientales
La fuerza del deporte germano pudo con todos los obstáculos: el equipo del nuevo Comité Olímpico Alemán ganó los Juegos de Albertville y fue tercero en los de Barcelona, a los que acudió con 492 atletas, 321 hombres y 171 mujeres que ganaron 33 oros, 21 platas y 28 bronces, 82 metales en total.
El abanderado en la ceremonia inaugural fue un remero nacido en Berlín occidental, Manfred Klein, ya con 44 años, que había sido oro en Seúl′88 y ganaría un bronce en Barcelona.
Entre los medallistas, grandes nombres procedentes de Alemania Oriental, como Heike Drechsler, Franziska van Almsick o Andreas Wecker, y otros de la Occidental, como Boris Becker, Steffi Graf o Dieter Baumann.
Desde entonces, el equipo de Alemania nunca ha bajado del sexto escalón del medallero olímpico: tercero en 1996, quinto en 2000, sexto en 2004, quinto en 2008, sexto en 2012 y quinto en 2016.
En cambio, la Alemania unificada ha fracasado en sus sucesivos intentos de organizar unos Juegos Olímpicos. Berlín se presentó a los de 2000, que perdió ante Sídney; Leipzig pidió sin éxito los de 2012 (Londres) y Hamburgo retiró la candidatura para el año 2024 (París). Múnich perdió ante Pyongyang los de invierno de 2018.
Eso sí, el COI cuenta desde el año 2013 con un presidente alemán, el abogado Thomas Bach, que además puede presumir de ser campeón olímpico: ganó el oro en florete por equipos en los Juegos de Montreal′76.