¿El fin del 'Made in China'?
La pandemia de la Covid-19 ha dejado en evidencia la dependencia que países como España tienen del gigante asiático para conseguir suministros básicos.
El que esté libre de llevar o usar Made in China, que tire la primera piedra. Llevamos décadas conviviendo con ubicuos productos elaborados total o parcialmente en el gigante asiático: ropa, aparatos electrónicos, juguetes, herramientas, smartphones... abarcan todos los ámbitos de nuestra vida y suelen tener la característica de que son los más baratos.
Empresas de todo el mundo, incluyendo muchas españolas, relocalizaron su producción a territorio chino desde mediados de los 80 y sobre todo a partir de los 90. ¿Los motivos? La consolidación de redes comerciales de transporte rápidas y asequibles a raíz de la globalización y, sobre todo, los menores costes de la mano de obra y de los materiales de producción: por lo general, un trabajador chino es más barato y tiene menos derechos laborales que un español; tanto es así que al empresario le compensa producir sus mercancías en China para venderlas en España, aunque tenga que transportarlas a casi 9.000 kilómetros de distancia.
Pero esta relocalización tiene un coste que la pandemia de coronavirus ha dejado en evidencia. Los problemas de abastecimiento de materiales sanitarios durante el brote de Covid-19 (mascarillas, respiradores, equipos de protección individual...) han dejado patente la dependencia que países como España tienen de China, al carecer un tejido productivo propio para manufacturar estos productos básicos.
Además, se prevé una crisis económica y un gran desempleo, superior según algunas estimaciones al 20% en España, lo que ha puesto sobre la mesa de los gobiernos de muchos países la necesidad de reindustrializar algunos sectores para romper la citada dependencia y, de paso, impusar el empleo. Teniendo en cuenta estas circunstancias... ¿Podríamos estar ante el fin del Made in China?
Un proceso que, tímidamente, ya ha empezado
“La pandemia y los problemas de suministro evidenciados pueden reforzar
un proceso de relocalización que ya se había iniciado tímidamente hace
unos años”, señala Javier Bilbao, catedrático en el Departamento de Economía aplicada de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, donde dirige el Máster en Globalización: Procesos sociales y políticas económicas. “Tanto las innovaciones tecnológicas reunidas en la expresión Industria 4.0 (progresos en la robotización y automatización, fabricación aditiva, digitalización, big data...), como la creciente servificación de la industria, el paulatino incremento de los salarios industriales chinos o la guerra comercial habían inducido a un replanteamiento de las estrategias de localización de bastantes empresas presentes en China que habrían decidido volver a Europa o Estados Unidos o reubicarse en otros países en vías de desarrollo con marcos institucionales más transparentes y menos capacidad de presión o negociación”, explica este experto.
“Se ha extendido la etiqueta de China como ‘fábrica del mundo’ y la dependencia del resto a la producción ahí ubicada, enfatizando la rivalidad país-país”, comenta Manuel Gracia Santos, investigador del Real Instituto Elcano y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Sin embargo, “hasta ahora, buena parte de los bienes que China exporta se producen marginalmente en territorio chino desde el punto de vista del valor añadido, participando otros países de la región, pero también incluso el propio destinatario de ese bien final. De hecho, se habla mucho del incremento de exportaciones de China en las últimas décadas, pero menos del incremento de sus importaciones, que incide al mismo tiempo en las capacidades industriales de terceros”, matiza Gracia.
Pero, a juicio de este investigador, este escenario estaba ya siendo cuestionado antes del estallido de la actual crisis sanitaria por diversos motivos: “En primer lugar, porque la propia estrategia de desarrollo chino estaba siendo sometida a cada vez mayores presiones internas para incrementar salarios y con ello el nivel de consumo interno. Este hecho, junto con el abaratamiento de los procesos de automatización de la producción manufacturera, reducía las ventajas de la producción deslocalizada asociada a reducción de costes de producción. En segundo lugar, el cambio en la visión de EEUU respecto al multilateralismo comercial, con la vuelta de aranceles bilaterales discrecionales, ha incrementado los riesgos geográficos. En tercer lugar, tanto en la UE como en EEUU se ha recuperado el debate sobre la cuestión industrial. Y, por último, más recientemente, la creciente preocupación por el cambio climático ha puesto el foco en la huella ecológica del proceso de distribución de mercancías entre largas distancias”.
Luis Hernández, subdirector del Curso de Experto en Comercio Internacional de la UNED, cree que en general no parece que vaya a haber relocalización de sectores. “Las empresas extranjeras siguen importando de China, aunque con volúmenes más pequeños porque aquí sus mercados también están en recesión, pero parece que hay intención de seguir haciendo las cosas como hasta ahora”, explica. Hernández, que además es presidente de la empresa China Gestión, con oficina en Pekín desde la que representa a compañías españolas en el gigante asiático, donde “los efectos de la pandemia han generado una reorganización de su mercado laboral, sobre todo en el tema salarial, para poder mantener los precios bajos para la exportación; las fábricas están produciendo ya casi con normalidad y atendiendo los pedidos que se demoraron durante el cierre de empresas a primeros de febrero”.
Pero... si se pasase a fabricar algunos productos de China a España, ¿serán más caros?
Teniendo en cuenta que la mano de obra china es más barata que la española... ¿si los productos que ahora se fabrican en la república popular pasasen a ser producidos en España, experimentarían una carestía que acabaría pagando el consumidor? A juicio de Bilbao, ese encarecimiento “solo sería relevante en aquellas producciones singularmente intensivas en mano de obra y cuyo único motivo de relocalización fuese el estratégico o de interés nacional (para garantizar suministros esenciales), pero los avances tecnológicos tenderán a neutralizar esos incovenientes”.
Hernández, por su parte, indica que “China va a mantener bajos sus precios de producción, y creo que seguirán siendo más bajos que los de los productos elaborados en España. Aquellas empresas que opten por relocalizar sus producciones aquí seguirán teniendo, con bastante probabilidad, costes más altos que los importados desde China”.
A este respecto, Gracia cree que “buena parte de los consumidores estaría dispuesto a pagar más precio si eso supone más calidad, o menor impacto ecológico (pensemos por ejemplo en el sector agrícola) pero siempre que pueda permitírselo”. El investigador del Real Instituto Elcano, cree que “de producirse esta tendencia de reversión, no será un movimiento rápido. Una fábrica no se abre y cierra fácilmente, y hay inversiones materializadas cuyos inversores quieren rentabilizar. Por otro lado, solemos pensar en exceso en los mercados exteriores y olvidarnos de los interiores. Y en este caso el tamaño del mercado interno de China y su potencial crecimiento son un importante atractivo para mantener plantas instaladas allí. Sí es más esperable a medio plazo una reconfiguración en las cadenas de suministro, diversificando geográficamente proveedores de manera que se reduzca la dependencia respecto a China, lo que revertiría en un fortalecimiento de los espacios regionales”.
El músculo industrial chino
Las perspectivas de que haya una relocalización industrial significativa tras la pandemia es algo que depende de tantos factores que solo el tiempo lo desvelará, pero en lo que los expertos coinciden es en que el fin de la hegemonía del Made in China no está cerca. “China tiene un músculo industrial y comercial tan desarrollado que seguirá siendo una potencia mundial de primer orden, aunque pierda algo de intensidad su capacidad de atracción de nuevas inversiones o experimente algunas desinversiones”, opina Bilbao.
“Creo que la desaparición del Made in China, si la termina habiendo, no será por culpa del coronavirus sino que estaría motivada por otros factores anteriores al mismo, fundamentalmente la oposición de Estados Unidos a la globalización”, sostiene Hernández. “A corto plazo, puede darse un encarecimiento de los productos exportados e importados con China y otros países por los problemas de logística y transporte, muy especialmente el aéreo, pero dependiendo de la duración de la pandemia y de la recuperación de los canales habituales de logística, podría ser tan solo un tema temporal”.
Gracia, por su parte, augura que las transformaciones que se den no vendrán exclusivamente desde los espacios nacionales, sino de los espacios regionales. "En el caso de la economía española ello pasa por una transformación a nivel europeo, donde es primordial la cooperación entre sus miembros frente a las fórmulas vigentes de competencia entre ellos", explica. "La dependencia del suministro exterior de material sanitario es buen ejemplo de ello. Siendo un problema común a todas las economías del mundo, y de difícil solución en un contexto de concentración geográfica de la oferta y crecimiento súbito de la demanda, ha estado agravado precisamente por la falta de cooperación entre socios, y el establecimiento de qué países, regiones o ciudades, requerían de manera prioritaria dicho material. Pero al mismo tiempo ha demostrado que es posible la reconversión temporal de varias empresas hacia las necesidades concretas en un momento de emergencia sanitaria".