Hace escasas semanas que los menores empezaron un nuevo curso escolar. El comienzo de ciclo estuvo marcado, sobre todo, por el acoso que sufren muchos niños y niñas. Según datos recogidos por el Cuerpo Nacional de Policía e ilustrados por Epdata, el problema creció considerablemente en 2017, siendo Andalucía la región que más víctimas registra por comunidades autónomas.
Las alarmas saltaron con mayor fuerza a raíz de casos como el de Kira López, una joven de 15 años que se suicidó camino a la escuela, o el de Izan, un niño de 11 años al que ridiculizaron e insultaron el día de su cumpleaños, aunque admitió que en el colegio sufre bullying de manera constante.
Este problema, además, se ha acentuado debido al uso masivo de las redes sociales, algo que se ha vuelto casi imparable. Una profesora llamada Ainara creyó conveniente empezar por aquí su lección.
Con el objetivo de concienciar a sus alumnos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) sobre lo que se van a encontrar con frecuencia en la red, Ainara les hizo un experimento en los primeros días de clase. Y ha arrasado en Twitter, acumulando más de 14.000 ‘me gusta’ y 4.000 retuits.
La historia ha sido publicada por la cuenta @RCPdesdemicole, que está especializada en explicar cómo funciona el 112 y los servicios de urgencias y emergencias a niños a partir de 4 o 5 años.
Ainara pidió a los jóvenes que escribiesen en una frase lo que pensaban al escuchar esto: “Mi hijo es diferente a la mayoría de vosotros”. Las respuestas eran anónimas y, como ya avisó la profesora, habría contestaciones de todo tipo.
Algunos ejemplos de esas respuestas son estas: “Es autista o tiene algún trastorno”; “Es superdotado”; “Es gay”; “Tiene alguna enfermedad”; “Está cojo o le falta un ojo”; “Es feísimo”. No había una contestación correcta, y así se lo hizo saber a los alumnos: “Ninguno habéis acertado”.
El objetivo del ejercicio era que los jóvenes entendieran que “cada uno contestó lo que tenía en la cabeza” basándose en cosas distintas, y dieron respuestas que no podrían ser iguales unas de otras. Tampoco acertarían porque no contaban con “elementos suficientes para saber en qué pensaba o por dónde iban los tiros”.
Esto mismo es lo que ocurre en las redes sociales, dijo la profesora: “Tenedlo en cuenta cuando empecéis a recibir comentarios de todo tipo. Y puede que ni una sola persona acierte a qué os estabais refiriendo de verdad”.
Sin embargo, el experimento se ha vuelto tan viral debido a que los usuarios de Twitter han sacado otras muchas conclusiones. Es decir, cada uno, como en la propia dinámica de grupo, lo ha comprendido de manera distinta. De hecho, la propia autora del hilo ha contestado a varios usuarios de esta forma: “Puede ser otra conclusión del experimento...”
Estado de una de las clases del liceo Mykhailo-Kotsyubynske
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Sofia Zhyr, de 14 años, sentada en su pupitre en su escuela de Chernihiv, atacaba en marzo. Confiesa que tenía miedo de regresar.
Emilio Morenatti via AP
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Anna Skiban, de 12 años, en el lugar donde estaba su asiento en su clase del liceo de Mykhailo-Kotsyubynske, Chernihiv, atacado en marzo. "Estoy muy triste, no puedo creer que esto le haya pasado a mi escuela".
Emilio Morenatti via AP
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Oleksandr Morhunov, de 13 años, entre los escombros de su aula, atacada en marzo pasado, en Chernihiv. "Cuando estoy en mi clase, pienso en las ganas que tengo de que acabe la guerra".
Emilio Morenatti via AP
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Mykola Kravchenko, de 12 años, mira su destrozada aula de informática en el liceo Mykhailo-Kotsyubynske. “Cuando estoy en la escuela, pienso en la persona que murió entre los escombros. Lo siento profundament...
Emilio Morenatti via AP
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Khrystyna Ignatova, de 16 años, mira lo qque queda en pie de su aula, en la escuela Chernihiv.
Emilio Morenatti via AP
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Anastasia Avramenko, de 13 años, en la posición exacta en la que estaba su pupitre en la escuela de Chernihiv. Dice que se quiere graduar en ese centro, porque es donde siente que pertenece.
Emilio Morenatti via AP
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Ivan Hubenko, de 11 años, camina con su mochila sobre los restos de su escuela bombardeada en Chernihiv. "Me siento ofendido cuando estoy en mi escuela. Un resentimiento porque los rusos la destruyeron".
Emilio Morenatti via AP
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Oleksii Lytvyn, de 13 años, ante el lugar que ocupaba la pizarra de su clase, en el Mykhailo-Kotsyubynske. “Nunca había visto algo así, no puede ser una realidad”, dice, como si fuera un sueño.
Emilio Morenatti via AP
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Karina Muzyka tiene 10 años y está retratada en su clase de Chernihiv. "Cuando bombardearon mi escuela, me aterroricé. Vivimos cerca. Nuestras ventanas se dañaron y mi madre pudo morir porque la puerta casi la presion...
Emilio Morenatti via AP
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Sofia Klyshnia, de 12 años, en el espacio que ocupaba su asiento escolar en el liceo Mykhailo-Kotsyubynske. "Tengo miedo de pisar la clase destrozada que un día ocupé".
Emilio Morenatti via AP
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Karina Muzyka, caminando sobre las ruinas de su cole.
Emilio Morenatti via AP
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Un grupo de estudiantes, reunidos en una clase dañada por los bombardeos en el liceo Mykhailo-Kotsyubynske, este 30 de agosto, primer día de clase.
Emilio Morenatti via AP
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Ventanas rotas por la explosión de 4 de marzo en el liceo Mykhailo-Kotsyubynske de Chernihiv.
Emilio Morenatti via AP
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Libros ucranianos y rusos, apilados en un colegio.
Emilio Morenatti via AP
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Estudiantes en una clase aún en pie en el Mykhailo-Kotsyubynske.
Emilio Morenatti via AP
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Un grupo de niños juega en el patio dañado de la Escuela Chernihiv. Comparten historias de cómo han sobrevivido hasta ahora a la guerra.
Emilio Morenatti via AP
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Un libro destrozado, con un retrato de Lenin.
Emilio Morenatti via AP
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Estado de una de las clases del liceo Mykhailo-Kotsyubynske
Emilio Morenatti via AP