El Enano Electoral
"De dos peligros debe cuidarse el hombre nuevo: De la derecha cuando es diestra, de la izquierda cuando es siniestra"
Mario Benedetti
"La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas"
Nicanor Parra
"¡En qué sociedad vivimos que hasta los ceros, para ser algo, han de estar a la derecha!"
Jaume Perich
"La derecha acusa a la izquierda de ideologizarlo todo. La derecha tiene la costumbre de hacer negocio con todo"
Pablo Castellano Cardalliaguet
"La izquierda es partidaria de la cultura de masas. La derecha de la cultura de misas"
Jaume Perich
Nadie imagina la pena que cada cual es capaz de soportar. Nací perfectamente desubicado. Los primeros barrotes de esta esclavitud fueron los de mi cunita, ese lloriqueo seco y apagado de mi madre dándome el pecho. La inmensidad de las cosas alrededor, su maniática obsesión por echarme talco, hablándome de Ud. como si con eso, lograría hacerme crecer. No han dejado de asaltarme, humillarme, ponerme al tanto de esta condición física, su indefensión mental, la catástrofe de su estructura. Mamá, al cambiarme pañal buscaba señales vaticinadoras en las manchas, impostándome cualidades mágicas mientras la realidad se imponía naturalmente, contradiciéndola hasta el espanto. Afirmándole a sus primas con densidad escabrosa, mi misión de enviado de "Dios Todopoderoso creador del cielo y de la Tierra". Parir un enanito atraía la buena suerte, debieran pasarme los billetes de la lotería por la espalda para acertar. Reincidía en el inescrutable plan maestro. De mí, se hablaría como de un nuevo Alejandro Magno. Un Napoleón reencarnado. Alguien capaz de mantener alejadas a las moscas, con su frenética labor para alterar los nervios a cualquier ser humano. Ella hablaba de porte mayestático aureolado de magnificencia. ¡Tócate los cojones! Mi manera de llorar ordenada, concisa, mis manos grandes largas como de pianista.
"¡Ay, mi niño, mi niño! ¡Dios de mierda! ¿Por qué me has castigado? ¡Llévatelo!". El eco de esas palabras contra la oscuridad sepulcral de la habitación, hacían imposible soportar la imagen auditiva de tu propia madre, rogando inclemente tu muerte para aplacar el dolor de su vergüenza. Ese castigo, pese a su caridad hacia los mendigos, ese premio envenenado, deforme y patitas chuecas, paradójicamente la llevaron a una alegría sintética y plana de verdaderas emociones.
Caí dentro de esa parentela de guapos desalmados. Llenos de fincas compradas misteriosamente bajo una bandera tan sólida como la roja y gualda. Parapetándose de libre pensadores para ejecutar trapicheos, su mal disimulada vida de gánsteres de provincia. Los flecos de sus vergüenzas en la calle, en demandas extraviadas por secretarias serviles. En juzgados compinchados con juristas zafios, magos del fraude. Confesando contritos, hasta arrepentidos, los domingos vía confesionario, abortos orquestados en muchachas de servicio, acusadas de robar, procurándoles un destierro sincronizado entre la alegría del padre patrón y el "Macho Señorito" salido. Aún así, respetados por sus posiciones, ensalzando historias convenidas. Juzgando con palabras arrancadas de libros, puestas con calzador en un puzle patético. Dibujando paisajes lúgubres como sudarios, con un Jesucristo colgado de los labios como cigarro a punto de terminar, según convenga. Cayendo en la tentación de creer tozudamente, convirtiendo por abracadabra un libro cualquiera en un manual filosófico barato, el "no da más" de la oligarquía desenfrenada. Repetir hasta la extenuación frases prestadas, robar el marco de una pintura sórdida, pavonearse de bibliotecas, de rectores, alcaldes y del pasito atrás para comer entre un peonaje, fermentando rabias internas, escalonadas. Enalteciendo hechos naturales insistentemente, regodeándose en el recuerdo de algo inexistente, ensuciando la verdad como palo de gallinero. "Colocados" entre la inocencia desnuda, los churritos con chocolate, el tiro en la nuca en la barda de los cementerios madrugados. Nuestra vida no tiene que ser lo que pasó. Tampoco hay que exagerar delirando, hablando de actos caritativos a mansalva, de ojos enturbiados ante lo manidamente inexplicable acerca de las diferencias sociales. Es terrorífico el resultado al suponer que hablando de personajes grandes, la gente por defecto, pretende engrandecerse. Puro chamullo, patraña, el fin es rebañar. Rebañar al estado, a la iglesia misma, rebañar entre los muertos, comer mierda para salirse con la suya.
En este país, capital mundial de la risa fácil, el discurso vacío, ciego, repetido de mi madre, acabó confinándola en el ambiguo adjetivo de mujer simpática. Alejada del mundo, invitada de tiempo en tiempo a saraos donde un payaso en regla hubiera rechinado el decorado. Ella asumió la bonhomía, la amabilidad y el estar repitiendo "frasesotas" como un acto de inteligencia suprema. Sin olvidarse puntos y comas, una actriz consumada y consumida por el miedo a perder guión. Memoriosa irredenta, saltarina de círculos sociales, repartiendo fresitas en una canastita. Su culto difuso a la tolerancia, a los diferentes, la catapultó hasta la etiqueta de parecer abierta, pensante, un poquitín "progre". Desgraciadamente su debacle la degeneró en un mutante camaleón...
Ese tinglado se derrumbaba cuando aparecía yo: El Enano. Hablando circunspecto de cómo la Marcha Verde se cargó al Generalísimo del blanco culísimo, de la limpieza étnica, incluidos catalanes. De "Billy el Niño" jugando a los dardos con fondo de rojos cantando torturados y zapatos desparejados, echados a la basura antes del espeluznante amanecer. Repasaba hazañas de rico, llámese burdel de lucecitas, mi fuerte apetito sexual, contrincante de sí mismo. Fardaba y fardaba de parisinas de lava ardiente, polacas disciplinadas hasta el gran grito, de sudacas versátiles con vulvas pegajosas, panales de miel. Ser enano me disculpaba, disminuía mis burradas, camuflaba mi físico entre el dolor de una existencia mirada desde arriba. De risitas salidas de gigantescas bocas a las puertas del colegio, miraditas y reojos hipnotizados en la cola del mercado. Incluso en el baño de los cines los tíos se morían de curiosidad por verme mear, comprobar la leyenda de la tetera en los enanos, confirmar si era cierto. Un pollón como consuelo no quita soledad. Luego mis aires de grandeza enclavados en familia de derecha condenaron mi destino a verme asqueroso, aun bañado, perfumado, sacramentado en las primeras filas de la iglesia a tope en misas de Gallo. Las señoritas bien aceptaban darme la mano. La solterona contumaz cuidaba cada centímetro mi acercamiento. Una cosa es necesidad, otra perder la plaza de aparcamiento en este circuito de la gente bien.
Confieso, los días pasaban lentos, desastrosos, llenos de películas de acción, denunciando la dosificación lenta de mi degradación personal. Ni coca, tragos, venta de coches kilómetro cero, ni deshacerme de cachivaches familiares tildados de antigüedades, hacían cómoda mi estancia en la vida. La pasaba del bar a la Cofradía, de la sauna al club de yates, del Club de Caza al hipódromo. Marmotas repetidas en bucle, enredándose entre los pasos dislocados, panes secos en medio del desierto, aliños exóticos para carne envenenada. Nada saciaba...
Hasta el día del descubrimiento. El padre Sarmiento saliendo de iglesia me habló del grupo. Ni de derecha abiertamente, ni nazis declarados secretamente. Gente guay con inquietudes de cambio, un circunloquio eterno subiendo al vagón conveniente en época de ruina y vaivén. Con un ideario aparecido, atomizado, esparcido como "ideas fuerza de la semana".
Convertido oficialmente en el enano de esa corte, al principio, la gracia de mis andares, mi vocecita de Chucky "Muñeco diabólico" (Tom Holland, primera parte) mi conocimiento profundo de chistes de bares, abrieron las puertas de notabilísimos empresarios pijos, apoyado por mi extracción social, la pasaba haciendo reír a todo quisqui. El mejor momento, acabados los recursos de burlarnos de gitanos, mariquitas, gangosos, paletos, brutos y guarras de pueblo. Era hablar mal de la izquierda, me agigantaba, valga la paradójica redundancia exagerada. Parecía que en mi boca eso sonaba contundente, afinado, acertado. Logrando abrir esa espita de gas que es el odio de clases. Afloraba echándoles la culpa de las calamidades del mundo a los socialistas, a los de izquierda, a la escoria comunista. Los mayores hablaban entre misterios lo terrible de aquella guerra civil, donde los bandos rojos habían hecho las peores fechorías, eran los protervos. Sus orquestadas maldades eran ratificadas hasta el grito, asegurándose compulsiva y machaconamente ser dueños de la única verdad. Sin dudarlo su especie de presencia acreditadora, aparentemente fiable, por el hecho de haber peregrinamente coincidido en tiempo y espacio de estos terratenientes psicópatas, sociópatas, desequilibrados, efectivos mangantes con notario, los convertía en falsamente respetables, mas bien, temidos. Un fantasmal e imaginario reloj con minutero escandaloso, comenzaba la cuenta atrás, descontando segundos para que esta legítima y despreciable condición humana, despareciera por fin del rumbo de un país asolado, masacrado entre hermanos. Por supuesto, de su enriquecimiento mágico y críptico, chanchullos, estraperlo y cercanías al régimen eran tabú. Ignorados sin preguntas, como si de la incógnita de la Santísima Trinidad se tratara. Al fondo se oía la voz del NODO en el interior de esas almitas más enanas y cretinas que yo mismo. Esa falta de humildad descontrolada, aupada cada noviembre por la frase: "Con el General se vivía mejor..." "Cara al sol con la camisa negra...". Nadie investigaba cómo desaparecen cuarenta años de fascismo de un plumazo, ¿dónde fueron a parar los personajes de una ópera monumental, una vez caído el telón?
Mi fama de enano cachondo, señorito extravagante, fue adoptada con retorcida caridad, calculado sigilo, con la torva mirada de los infames interesados. Parecía que mis ocurrencias disimulaban la hipocondroplasia, habiéndome señalado una vida negada para la normalidad. Normalizarme consistió en pasarme de listo, hablar mal de los rojos, fanfarronear acerca de mis atributos genitales, mi éxito entre las putas guapas. Mi familia, su circo de varias pistas fue paulatinamente disminuyendo. Los entierros eran un falso y afectado sanedrín esperando cayera una herencia, se rompiera la cadera un convenio, quedara ciego el guardián de la cripta. La vida fue avanzando, con medios ideológicos apoyando esta cruzada interior para salvar a Mi España del contubernio judeo-masónico o conspiración marxista, nacidos expresamente para acabar con la buena moral, entregarnos al caos comunista mundial.
Son, La Razón, La Gaceta e Intereconomía TV, Cadena COPE, La Tribuna, ABC, Voz de Galicia, Diario de Cádiz, Diario Mediterráneo, El Mundo, primordiales referentes. Mi nueva madre alimentándome con su pezón, sin avergonzarse, ni maldecirme. Me quieren tal como soy. Con estos ingredientes, he salido a la calle reclamando mi lugar. El primer impulso es destruir a los enemigos, claramente aquellos que no piensan como nosotros. Ahora voy de candidato tibiamente radical ¡España para los españoles! Señoras y señores ¡España necesita un cambio! ¡Abajo los okupas de La Moncloa! ¡Venezuela para atizar el miedo a perder la alacena! ¡El Coletas, su casoplón de seiscientos mil, para los okupas, no para él! ¡Las vallas para que se vayan! ¡España para los españoles! ¡Campeones! ¡Campeones! ¡Oé, Oé, Oé!