El Ecuador de los shuar
Algo se está moviendo en América Latina...
Ya sé que después de escribir sobre fifís, fresas, pirrurris y piojas resucitadas, me había comprometido a hacerlo sobre morenacos, chairos, nacos y mamertos. Pensaba cerrar un corto ciclo que me ayudara a entender mejor una sociedad tan lejana y tan cercana como la del México de nuestros días.
Sin embargo, la vida manda. No hay que dejar de lado las trasversales que se cruzan en el camino. No hay que perder la ocasión de encadenar trayectorias, enlazando unas con otras. Volveré a México, pero ahora tocaba preguntar por whatsapp a un amigo:
-Jo, vaya lío que hay en Ecuador, ¿no? En las televisiones parece que todo está muy revuelto.
-Ya te digo. Y mi hijo pequeño está allí. Con los suhar.
Hizo la carrera en Madrid, un máster en Barcelona, algo así como Antropología y Etnografía. Cuando acabó decidió tomarse un tiempo para practicar lo suyo, en vivo y en directo, en un proyecto de cooperación internacional con los shuar. Cuando eres joven el tiempo es infinito.
Mi amigo se alegró, porque el tiempo del máster en Cataluña se le hizo eterno. Referéndum, manifestaciones, lazos y banderas, trasiego callejero. El chaval contento, envuelto en la estelada de acá para allá. Lo de Ecuador le pareció al principio hasta una liberación. Ahora piensa que nunca se sabe.
No tengo ni idea de quiénes son los shuar, ni qué hace su hijo con ellos, pero para eso está mi amigo,
-Los shuar son una etnia del tronco jíbaro y mi Juan se fue con ellos porque conoció en Barcelona a un amigo ecuatoriano y le puso en contacto con una ONG que tiene proyectos por allí. Ahora a ver cómo nos lo traemos, además de que no quiere.
De lo único que me suenan los jíbaros es por su capacidad de reducir cabezas humanas al tamaño de una pelota de tenis, un puño, una naranja. Sólo eso. Así que me entretengo buceando por Internet. Y parece que hay bastantes más cosas que contar sobre ellos. Cazadores, horticultores itinerantes, pescadores, recolectores, organizados en pequeñas tribus familiares dispersas por el Amazonas, entre Perú y Ecuador. Los shuar son el mayor pueblo de entre ellos, casi 100.000.
Ni los incas, ni los españoles, consiguieron nunca dominarlos. Tras las primeras décadas de ocupación, los jíbaros se rebelaron, destruyeron ciudades coloniales, vertieron oro fundido por la sedienta garganta del codicioso gobernador, expulsaron a los españoles y se quedaron con sus mujeres, dejando un legado de no pocos rasgos españoles en las generaciones futuras. El despectivo nombre de jíbaros lo pusieron los aterrorizados y vencidos españoles, como un sinónimo de salvajes.
Hernando de Bernabé, el capitán que emprendió la conquista, con poco éxito por cierto, escribió una carta al Rey:
-Afirmo ante su alteza que este pueblo es el más insolente que he visto en todo el tiempo que llevo viajando por las indias y luchando para su conquista.
Más de cuatrocientos años después un antropólogo, Harner, en su libro El pueblo de las cascadas sagradas, concluía:
-Tan sólo se conoce una tribu de indios americanos que haya conseguido levantarse contra el imperio de España y que haya resistido todos los intentos de los españoles por volver a conquistarles: Los jívaros.
Se ganaron los shuar una autonomía casi total durante siglos hasta que los descendientes de los españoles, los criollos, los mismos colonialistas de toda la vida con nueva patria y distinta bandera, aliados con las grandes corporaciones y bancos internacionales, ahora principalmente de China, pero también de Canadá, o Australia, encontraron petróleo en el Amazonas, yacimientos de cobre, madera, mucha madera y comenzaron a desarbolar el Amazonas, desplazar a sus pobladores, crear negocios agrarios y ganaderos, construir presas para obtener energía hidroeléctrica, montar campos de extracción de petróleo que queman ingentes cantidades de gas, abrir minas a cielo abierto que se apropian del agua y realizan vertidos incontrolados.
El abuso de los pueblos y el expolio de la naturaleza han colmado el vaso cuando el Gobierno, siguiendo directrices del omnipresente Fondo Monetario Internacional, ha eliminado los subsidios a los combustibles, encareciendo los precios. Una medida precedida de bajadas de salarios, reducción de vacaciones, masivas concesiones mineras, madereras, o petroleras y otras medidas impopulares. Las movilizaciones de estudiantes, sindicatos, feministas, campesinos y pueblos indígenas desbordan por el país contra las políticas de Lenín Moreno.
Las noticias que llegan son cada vez más preocupantes. Los mestizos, los pobladores de la Sierra, los indígenas, toman las calles contra unas medidas que el Gobierno afirma que les benefician. Mientras tanto los supuestos perjudicados se organizan desde su capital económica, Guayaquil, para defender al Gobierno, se visten de blanco, salen en contramanifestaciones y reclaman la intervención policial contra esos indígenas, campesinos, trabajadores desagradecidos, que viven gratis, que no hacen nada, que no trabajan, incultos que no entienden las necesidades del país.
Mi amigo me va informando:
-La Defensoría del Pueblo ha confirmado la muerte de cinco personas en las movilizaciones. Entre ellos Inocencio Tucumbi, dirigente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador.
De paso me manda una foto del decreto presidencial que moviliza a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional para apoyar a las entidades de seguridad ciudadana y sus servidores, limitando la libertad de tránsito e imponiendo el toque de queda entre las 8 de la tarde y las 5 de la mañana.
Acabo de leer en El HuffPost un artículo que repasa las intensas movilizaciones que se desencadenan en América Latina y que comienza, precisamente por Ecuador. Me parece cierta la afirmación que encabeza la crónica: El cansancio ante los gobiernos, la lucha contra la corrupción y la defensa de los derechos esenciales son el denominador común.
Algo se está moviendo en América Latina y los shuar no van a faltar a la cita. El hijo de mi amigo está con ellos. Su padre y yo no somos muy de rezar pero, a nuestra manera, oramos por todos ellos. Este artículo es una de esas maneras de hacerlo.