El dolor que no vemos sigue siendo dolor
La pandemia silenciosa de la salud mental debe atajarse visualizándola, eliminando tabús y tomando decisiones acompañadas de presupuesto.
Este lunes España quedaba conmocionada al conocerse la sorpresiva muerte de la gran actriz Verónica Forqué. Según las informaciones policiales, la cuatro veces premiada con un Goya había llegado a un punto límite como para tomar la decisión de quitarse la vida. No sin haber dado a conocer antes algunas muestras de su agotamiento emocional, como cuando abandonó el “talent show” MasterChef de la televisión pública porque se sentía “agotada” y necesitaba “curarse”.
Anteriormente, en el programa Sálvame, la actriz se abría en canal y explicaba lo que se siente al pasar por una depresión severa que te aísla de todo el mundo y te complica hasta el gesto más cotidiano de la vida. Pero a pesar de las advertencias, llegó el momento en que Verónica no pudo más. Y con ello, con su suicidio, con todas las letras, la Forqué dejaba a todo un país en shock. La trayectoria de la actriz no deja indiferente a nadie y todas y todos podemos decir que, de alguna manera, ella y su recuerdo forma parte de nosotras y nosotros.
Lo ocurrido con Verónica Forqué, por mucho que nos impacte, es lo que ocurre a diario con muchas personas que no pueden más. Y el dolor que no vemos, sigue siendo dolor. Solo en 2020, España registró 3.941 suicidios, el dato más elevado desde que en 1906 comenzaron a compilarse estadísticas.
Esta epidemia invisible se ha visto incrementada como consecuencia del malestar emocional causado por la pandemia de la covid. Pérdidas inesperadas, incertidumbre, problemas económicos, restricciones, estrés social... Todo ello un peligroso cóctel que hay que afrontar, visualizando, eliminando tabús, situándolo en la agenda política, tomando decisiones e impulsando iniciativas acompañadas de presupuesto.
El Gobierno de Pedro Sánchez ya ha anunciado la creación de la especialidad médica de psiquiatría infantojuvenil, un incremento gradual de los recursos humanos en nuestra sanidad pública y una inyección de 100 millones de euros hasta 2024 para un plan de salud mental, el primero del que dispondrá España. Sin duda, un buen arranque para visualizar y para empezar a combatir esta dolorosa pandemia que afecta cada vez a más personas, entre los que se encuentran también muchas y muchos jóvenes.
La salud mental es, también, una cuestión de lucha de clases. Y es que no es lo mismo poder pagarse un psicólogo que lo contrario. No es lo mismo poder hacer las mismas actividades que tu amigo del colegio que lo contrario. No es lo mismo vivir en una u otra vivienda, uno u otro barrio. Y es que, como apuntaban investigadores de la Universidad de Harvard en un artículo publicado en Science el pasado diciembre, hay un evidente vínculo entre pobreza y enfermedad mental, agudizado por las consecuencias del Covid.
Para que no haya más casos como el de Verónica Forqué y como el de tantas y tantos que sufren aunque no lleguen a esos extremos, es el momento de hacer lo que hace tiempo debería haberse hecho: visualizar, presupuestar y actuar.