El día en que un papel blanco levantó a un país contra su Gobierno
Las manifestaciones inundan Pekín, Shangai y otros puntos, con un 'arma' simbólicá para protestar contra la censura impuesta por el régimen de Xi Jinping
China en pie como pocas veces ha ocurrido en las últimas décadas. La ola de restricciones por la severa política de ‘covid cero’ ha llevado a las calles a masas de ciudadanos, mucho de ellos jóvenes, en unas imágenes no vistas desde los sucesos en la célebra plaza de Tiananmen. Y muchos de ellos lucen un elemento que simboliza la rabia de un país: un folio en blanco.
Alertadas por una situación que empieza a írsele de las manos, las autoridades chinas están tratando de contener la rabia social con más restricciones. Entre la censura y la represión policial, Pekín quiere atajar una crisis que ya afecta a la figura de su líder todopoderoso, Xi Jinping, a quien algunos se atreven a pedir su dimisión. Y con los ojos del mundo como testigo de lo que ocurre en la gran potencia asiática. Tres años de libertades sustraídas por la estrategia anticoronavirus ya son demasiados para la población china.
Y como en toda revolución, los jóvenes han hecho suyo el símbolo del que se sirven para exportar su movimiento. Con los millones de papeles en blanco al aire, dan una evidente metáfora de la censura que sufren la población, las redes y los medios bajo un régimen que borra o anula cuanta sombra de crítica observa. Solo en las redes sociales se habla de “decenas de millones de publicaciones filtradas de los resultados de búsqueda”.
Como recoge la BBC, este comportamiento se relaciona con las revueltas sociales en Hong Kong hace ahora dos años. Entonces, la población local también enarboló folios en blanco para protestar contra las durísimas leyes de seguridad nacional y la prohibición de gritar o mostrar frases que incitaran a la protesta.
La prensa vuelve a ser víctima de la represión. Más allá de los enfrentamientos aislados entre manifestantes y policías, que aún no alcanzan grandes cifras, sí se han denunciado actuaciones duras contra los periodistas, como Edward Lawrence, miembro de la BBC y que fue golpeado mientras le arrestaban.
El mismo medio británico recoge el testimonio de una mujer participante en las multitudinarias manifestaciones civiles en Pekín, asegurando que “no había nada en el papel, pero sabemos lo que hay aquí” y dejando caer si le iban a arrestar “por sostener un cartel que no dice nada”.
El conflicto suma días, desde que el jueves por la noche un incendio dentro de un edificio confinado por las severas medidas de restricción de libertad. La última gota de una historia que lleva ya casi tres años en los que al Gobierno no le ha temblado la mano para encerrar a millones de personas durante semanas y meses de forma recurrente.
Todo ha terminado calando en un estallido que traspasa fronteras. “Hacía bastante tiempo, décadas, que no se veía un movimiento de protesta tan transversal y capaz de movilizar a grupos sociales diversos y regionalmente tan extendidos en un mismo periodo de tiempo en China”, apunta a Europa Press Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano. Añade que no es descartable que estas revueltas únicamente estén en su “fase inicial”.
Blindarlo todo, incluso donde no hay marchas previstas
Mientras, el Gobierno de Jinping, ha apostado por reforzar y multiplicar su despliegue policial en puntos críticos de Pekín y Shanghái, epicentro de las principales protestas sociales. Allí donde hace unas horas se celebraron concentraciones multitudinarias, hoy hay ingentes cantidades de policía, de forma preventiva incluso en puntos donde no hay convocadas nuevas protestas.
En urbes como Cantón o Chongqing, además de las grandes metrópolis, se están cerrando las carreteras y los accesos a centros residenciales y estudiantiles para evitar que se sumen más voces al grito que un país empieza a lanzar, armada con sus folios.
La ONU y varias oenegés proclaman libertad y que se respete el derecho de los ciudadanos a manifestarse. El portavoz de Naciones Unidas, Stéphane Dujarric, no ha querido pronunciarse sobre la política de China contra la expansión del covid, pero sí sobre “la importancia del derecho de la gente a concentrase pacíficamente, a asociarse y a manifestarse en paz”.