El deseo para el hombre. La heroicidad para la mujer
No voy a comentar el criterio de la mayoría de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Navarra.
Respecto al Código Penal diré que ya es hora de escribir en el BOE que sin consentimiento, el sexo no es tal sino violación.
Quisiera eso sí llamar la atención sobre estas palabras del extenso voto particular del magistrado que, como me decía una amiga hoy, ya les ha preparado el recurso a los acusados. El Ilustrísimo Señor Don Ricardo Javier González González les habría absuelto al no encontrar en las imágenes de la joven 'atisbo alguno de oposición, rechazo, disgusto, asco, repugnancia, negativa, incomodidad, sufrimiento, dolor, miedo, descontento, desconcierto o cualquier otro sentimiento similar' (página 245 de la sentencia).
Este es el mensaje que recibo como hombre al leer este y otros párrafos del voto discrepante: puedo dar por hecho que la mujer que yo anhele en cada momento consentirá, a no ser que exprese claramente su rechazo.
Al hombre el dios jurisprudencial le concede la virtud del deseo. Cual depredadores incorregibles se nos presume apetito. La bragueta es para nosotros lo que las fauces para el león. Sentimos deseo, identificamos a la presa y le hacemos saber lo que queremos. Como somos civilizados, nos hemos dotado de reglas para que la presa pueda responder negativamente. Pero podemos perfectamente partir de que la respuesta será afirmativa salvo prueba manifiesta en contrario. Para nosotros, el sexo es deseo y el deseo es sexo.
A la mujer, por el contrario, el dios jurisprudencial le concede una virtud distinta: la heroicidad. Tanto valora este dios a la mujer, que llega incluso a exigirle una conducta siempre decorosa a la altura de aquella virtud divina y judicial. La mujer tiene que ser heroína. Debe resistirse para mantenerse libre. Ha de expresar su disgusto, su oposición, su asco hacia quien le atosiga, y dicha reacción debe ser clara, visible, reconocible. Esto es necesario porque, para hacerla compatible con la virtud deseosa del hombre, la respuesta de la mujer tiene que superar toda duda razonable. Ya hemos dicho que somos civilizados: In dubio, pro reo.
En conclusión, el hombre puede esperar que la mujer en principio querrá mantener relaciones con él. De no ser así ella deberá acreditar que el hombre se equivoca en el caso concreto porque resulta que ella en realidad se opone, le rechaza, a ella le da asco, le repugna, le incomoda, le hace sufrir, le duele, le asusta, le desconcierta, le disgusta, o le produce 'cualquier otro sentimiento similar', en palabras del magistrado.
Yo creía que el sexo iba de deseo. Pero al parecer eso es sólo para los hombres. Para las mujeres basta con que no expresen repugnancia.