El coronavirus y… el virus de la corona
La historia de la monarquía borbónica en nuestro país ha sido turbulenta y la inestabilidad ha sido su denominador común en los últimos doscientos años.
La historia de la monarquía borbónica en nuestro país ha sido turbulenta y la inestabilidad ha sido su denominador común en los últimos doscientos años. El último capítulo lo hemos vivido a través de una carta que ha enviado el monarca emérito Juan Carlos I –hijo y nieto de exiliados– a su hijo Felipe VI.
En la epístola, que ya forma parte de nuestra historia, ha manifestado su decisión de trasladarse a vivir fuera del territorio español. Lo hace en un momento muy delicado para la monarquía, cuando la fiscalía le investiga por fraude fiscal y blanqueo de capital.
De esta forma, Juan Carlos I ha reeditado el modus operandi de otros monarcas españoles. El primer Borbón en exiliarse fue Carlos IV, que accedió al trono a la edad de cuarenta años, y su esposa María Luisa de Parma.
Entre 1807 y 1808 los monarcas permanecieron en el exilio tras producirse el célebre motín de Aranjuez, un levantamiento popular que desencadenó la abdicación en su primogénito Fernando. Al principio lo hicieron en suelo francés, bajo el amparo del paraguas napoleónico y, posteriormente, en territorio italiano, donde finalmente acabarían falleciendo.
Fernando VII el Deseado sufrió un exilio en paralelo al de su padre en el castillo de Valencay, a orillas del Loira. Una vez que las tropas napoleónicas fueron expulsadas de nuestro país regresó bajo aclamación popular para hacerse cargo de la corona durante una época muy convulsa.
Su heredera -Isabel II- partió desde San Sebastián hasta Francia tras la revolución conocida como la Gloriosa (1868). Allí fue acogida durante su exilio por Napoleón III, el último monarca francés. Sería precisamente en el país transpirenaico en donde abdicó en favor del futuro Alfonso XII.
En 1870 Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II, el primer rey de la Italia unificada, accedió al trono español. Su reinado fue efímero, tan sólo tres años después de su llegada se refugió en la embajada de Italia, desde donde partió hacia el exilio para no volver a regresar. Primero fijó su residencia en Lisboa y, posteriormente, en Turín, en donde pasó el resto de sus días.
En 1874 el exiliado Alfonso XII regresó a nuestro país, cuando las fuerzas conservadoras restauraron la monarquía borbónica. Apenas once años después falleció a consecuencia de la tuberculosis, una enfermedad que en aquel momento carecía de tratamiento. El monarca había cumplido tan sólo veintisiete años y dejaba un heredero nonato.
No fue hasta 1902 cuando Alfonso XIII fue coronado, era un inexperto adolescente en la arena política que todavía no había cumplido los dieciocho años. Su reinado terminó quirúrgicamente el 14 de abril de 1931, cuando unas elecciones municipales precipitaron el inicio de la II República.
El decimotercero de los Alfonsos no tuvo más remedio que resignarse a vivir en el exilio italiano, donde cedió los derechos dinásticos en favor de su hijo Juan, el cual nunca llegaría a coronarse –de haberlo hecho habría pasado a la historia como Juan III–.
La siguiente virada monárquica se produjo cuando se restauró la monarquía española tras la muerte del dictador Francisco Franco en la figura de Juan Carlos I, que había nacido en 1938 en el exilio romano.
En su carta fechada el 3 de agosto de 2020 abandona el Palacio de la Zarzuela, la que ha sido su residencia durante cincuenta y ocho años. Este es el último renglón torcido de su reinado, los dos anteriores los rubricó cuando abdicó en favor de Felipe VI (2014) y cuando se retiró de la vida pública (2019).