El círculo del coronel Buendía
Cuando el coronel Aureliano Buendía regresó a Macondo, con mando en plaza, decidió trazar un círculo de tiza a su alrededor para que nadie se le acercara demasiado, a menos de tres metros. En el centro de este círculo que sus edecanes trazaban dondequiera que él llegara, y en el cual sólo él podía entrar, decidía con órdenes breves e inapelables el destino del mundo.
La imagen del coronel en su círculo lleva martilleándome desde el preciso instante en que todo el país empezó a hablar de LA CASA, con mayúsculas. La de Pablo Iglesias e Irene Montero, como habréis deducido todos ya. O el casoplón, o el megachalé, según quien escriba o hable de ella. Y vaya por delante que no soy de las que dicen que los de izquierdas tengan que vivir en un guango o debajo de un puente.
Dicho esto, no voy a ser la única que no hable de LA CASA, sin extenderme en consideraciones de precio, número de estancias, metro de jardín o distancia a la ciudad, que ya ha dicho Irene Montero que tiene derecho a criar a sus niños con privacidad. Faltaría más. Los niños de los demás, lo que viven en un piso de Carabanchel o de Vallecas deben ser "públicos". Y sus padres, también.
Aparte de esto, y del "allá cada cual con su dinero", que tanto estamos oyendo desde que saltó la noticia, sí hay unas cuantas consideraciones que una, en su ignorancia, se plantea. La primera, la de la hipoteca, la del crédito, hablando en román paladino. Cualquier simple mortal, como la que suscribe, que acuda al banco a pedir un préstamo bajito, de esos para renovar el baño, que ya va siendo hora de poner plato de ducha y quitar la bañera, porque la edad no perdona, tiene que acudir armada con una nómina, la escritura de una casa o un aval potente. Y se me ocurre, a bote pronto, que estos chicos tienen, por el momento, un "contrato temporal", lo que dure la legislatura y quieran los ciudadanos. En todo caso, argumentos de poco peso para los voraces banqueros.
Que hablamos de más de medio millón de euros, y de treinta años. Con las vueltas que da la vida... Algo se me escapa, o los banqueros tienen información privilegiada que les permita saber a ciencia cierta que percibirán hasta el último céntimo del dinero prestado, intereses incluidos.
Pero hay más cosas que se nos ocurren a los ciudadanitos de andar por casa (en minúsculas). No quiero pensar en la factura de la luz, del agua, del mantenimiento, de semejante mansión. Y de gasolina, que desplazarse cada día más de cuarenta kilómetros, y otros tantos a la vuelta, también sale por un pico. Por no hablar del personal que requerirán para mantenerla, aunque siempre pueden decir que eso son puestos de trabajo.
Como veréis, sólo he hablado de cuestiones domésticas. Nada de problemas de conciencia, que son las suyas, no las mías. Nada de "socializar" la historia con una consulta a las bases, una vez que han firmado la hipoteca y que la operación está hecha. Tampoco he tirado de hemeroteca, que cada cual es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras, y he escuchado en una semana, cientos de veces las reflexiones del líder de Podemos hablando de estar pegado al suelo, de usar transporte público, de pisar la calle y hasta de vivir en Vallecas.
El círculo de tiza del coronel Aureliano se ha trasladado a la sierra de Madrid, para que nadie pueda traspasarlo. Y nadie se acuerda ya de otro Buendía, el primero, el fundador de Macondo, el hombre más solidario y emprendedor que se vería jamás en la aldea, que había dispuesto de tal modo la posición de las casas, que desde todas podía llegarse al río y abastecerse de agua con igual esfuerzo, y trazó las calles con tan buen sentido que ninguna vivienda recibía más sol que otra a la hora del calor.
Pero eso fue, hace mucho tiempo, en Macondo.