El cavernícola 'digital.com'
En el mundo de los infuencers, los hay de todo signo y condición. Pero este espécimen es único. Habitante de la caverna ultra, José Eulogio López, de 61 años y periodista de profesión, fundó un medio digital para ejercer presión ideológica y pasar el cazo al empresariado español. El engendro, llamado con la inmodestia que le caracteriza Hispanidad, acaba de cumplir sus bodas de plata. Y, como los 25 años de paz de su admirado Franco, Franco, Franco, los suyos, aunque digitales y supuestamente periodísticos, están basados en el mismo aceite de ricino: odio al diferente, nacionalismo explosivo, xenofobia, homofobia, misoginia y catolicismo integrista.
Detrás de esta intimidante fachada, nunca mejor dicho, se esconde un lucrativo negocio, en el que unos cuantos asesores estratégicos, encabezados como es lógico por el Papa Negro de los dircom, Luis Abril, glosado en este mismo blog la semana pasada, ejercen de bomberos pirómanos. Se embolsan elevadas minutas por arreglar problemas que ellos mismos han urdido previamente en el pequeño despacho sacristía del director de Hispanidad, José Eulogio López Escribano.
Condenado en 2018 a seis meses de cárcel por delito de odio tras identificar homosexualidad y pederastia, José Eulogio López fundó Hispanidad en 1996 mientras trabajaba como asesor ejecutivo del ministro de Industria Josep Piqué. ¿Incompatible? No para él. Autor de frases que pondrían cachondo al mismísimo caudillo o a Arias-Salgado padre, como “un homosexual es alguien con la fuerza de un hombre y la mala leche de una mujer”, José Eulogio no oculta su admiración por Franco ni su voto a VOX. Él lo explica con sencillez y franqueza: “Si yo, católico, hubiera tenido 20 años en 1936, cuando por el hecho de entrar en una iglesia te podían torturar y asesinar, evidentemente me hubiera ido con Franco más que nada para salvar mi vida”.
Aunque Hispanidad es un medio supuestamente especializado en actualidad económica, no identifica como principal problema de España ni el paro ni el elevado coste de las pensiones, sino… la cristofobia. Casi nada. ¿Y qué tal andan nuestros políticos de cristofobia? Para la mente exorcista de José Eulogio, toda la izquierda es cristófoba. Ciudadanos (“derecha pagana, regida por la ideología de género”), ídem. Ayuso, sospechosa y vacua. Y “hueco” Casado, pecador por indecisión. “En conciencia, un católico solo puede votar por VOX... y con mucha precaución”.
Los asuntos económicos encuentran siempre en Hispanidad una perspectiva religiosa. No nos referimos, por supuesto, a la doctrina social de la Iglesia ahora desempolvada con esmero por el actual Papa Francisco para pasmo y espanto de los católicos más tradicionalistas. Nos referimos a una visión que distingue entre empresas pías y compañías vendidas al maligno y a sus agentes terrenos; es decir: Soros y la masonería apátrida. No debe pensar el lector que esa aprensión hacia las fuerzas económicas foráneas impide a Hispanidad recibir un óbolo regular de compañías multinacionales. Cualquier financiación es buena si contribuye a una causa elevada. Por ejemplo, la causa de Orban y Morawiecki, “los dos únicos gobiernos que se mantienen fieles a sus principios cristianos (…) frente a la masoncilla propaganda de Bruselas con su grito de Dios sobre todo, todo por Hungría.”
Nuestro influencer de hoy traza un panorama desolador. La masonería se ha impuesto en Bruselas; la cristofobia ha prendido en todas las fuerzas políticas españolas, acaso con la salvedad de VOX. La plaga del feminismo y la perspectiva de género acampa a las puertas de los colegios. Para detener este cúmulo de amenazas contamos solo con las fuerzas de un puñado de valientes encabezados por nuestro bizarro influencer, el respaldo de VOX, los que le financian y la inspiración de líderes como Viktor Orban.
No es mejor el panorama en materia medioambiental. Eulogio no es propiamente negacionista sino más bien providencialista. Ni afirma ni niega, más bien se pregunta: “¿Y si el hombre no fuera el culpable del cambio climático? ¿Y si hubiéramos montado todo un follón artificial desde un proceso natural?” Pero tras las preguntas la respuesta es rotunda: “Sólo Dios pudo crear el planeta y sólo Dios podría destruirlo”. En consecuencia, viene a decir Eulogio, dejemos el asunto en manos del Altísimo, persigamos a los ecologistas y continuemos con el negocio.
Con estas opiniones, avanzada ya la tercera década del siglo XXI, en cualquier país civilizado las prédicas de Eulogio serían atendidas por unos cuantos adeptos del Palmar de Troya y su medio digital Hispanidad recibiría financiación de un puñado de feligreses ultramontanos, pero ningún empresario de una empresa cotizada se dejaría retratar junto al periodista que, en medio de una virulenta campaña contra la entonces princesa de Asturias, afirmó, entre otras lindezas, que la reina Letizia presumía de haber abortado. Pero ni José Eulogio es Pablo Hasel ni España es Suecia. Ciertas grandes empresas no tienen empacho en aplaudir y financiar las invectivas y dislates de Hispanidad y entre las disparatadas diatribas del influencer cavernícola tropezamos con reclamos publicitarios de firmas de primera fila.
Hace unos meses Hispanidad celebraba su cuarto de siglo de existencia no con una fiesta pagana ni con una con un ágape profano, sino, como corresponde a los principios de nuestro influencer, con un oficio religioso. No una misa cualquiera, sino una oficiada precisamente el cardenal Antonio Cañizares, acaso el prelado más ultra de la Conferencia Episcopal Española; un hombre que advirtió de que la vacuna contra el coronavirus se elabora con fetos de abortos; en fin, uno de la casa. Pues bien, con los oficios del cardenal Cañizares y en la iglesia madrileña de Santa Teresa y Santa Isabel nuestro influencer programó una ceremonia en la que se dejaron ver personajes como el exministro Jorge Fernández Díaz (no consta si acudió acompañado de Marcelo, el ángel custodio que, según cuenta, siempre le acompaña y protege), además de ciertas figuras de las finanzas e incluso algunos dircom de empresas punteras. Y, por supuesto, Luis Abril y su esposa, Teresa Mazuelas. Entre plegaria y plegaria, hablaron de negocios. Porque, ya se sabe, el Ibex bien vale una buena misa tridentina, y España es diferente.