Los 365 días cruciales de Pablo Casado
El líder del PP se lanza a engullir a Cs y a achicar a Vox.
Pablo Casado no lo tendrá fácil este 2021. El líder del PP tiene ante sí un reto de dimensiones hercúleas: erigirse en la principal alternativa a Pedro Sánchez. Pero para coger ese avión que le pueda llevar a La Moncloa, antes tiene que hacer algunas escalas. La primera será en Cataluña, en las autonómicas de mayo. Casado intentará comerse a Ciudadanos y dejar a la ultraderecha de Santiago Abascal en el chasis.
Y todo antes de que los fantasmas judiciales del pasado llamen de nuevo a la puerta de Génova 13, porque Bárcenas está dispuesto a tirar de la manta. El máster de Cifuentes, la supuesta reforma de la sede con dinero negro, la segunda parte de los papeles del extesorero, Lezo y la comisión de investigación de la operación Kitchen embarrarán a los populares en los tribunales, donde se verá a sus dos últimos presidentes, Mariano Rajoy y José María Aznar, declarando como testigos.
La sensación en el PP, según las fuentes consultadas, es que el rumbo del jumbo popular está claro y es el correcto: vuelo al centro. El avión popular se alejó de Vox en el Congreso, en la moción de censura de la ultraderecha al Gobierno. Aquel fracaso de Abascal fue todo un ataque a las filas de su antiguo partido. Las relaciones de Casado y el jefe ultra siguen tocadas desde entonces. Y no parece que en 2021 vayan a mejorar, aunque todos los pactos autonómicos siguen vigentes en todas las comunidades donde gobierna el PP.
“Ellos son el partido del ruido, del escándalo. No son serios. Se limitan a hacer norma la extravagancia. La alternativa realista y viable es el PP. Sabemos gestionar, porque ya lo hemos hecho y lo volveremos a hacer”, cuenta un miembro del comité ejecutivo popular, quien ve a su jefe bien encaminado para aterrizar en Moncloa cuando termine la legislatura.
Por el momento, entre los populares cunde el optimismo. Se agarran a algunos sondeos publicados en medios conservadores que reflejan un empate técnico entre bloques ideológicos. El último barómetro del CIS ya apuntó que la suma de PP, Vox y Cs obtendría más votos que los dos partidos de la coalición (43,7%), aunque sin tener en cuenta al resto de socios de investidura.
El PSOE manda en la izquierda y el PP en la derecha. Pero Casado quiere crecer a costa de Vox y, también, de Cs. Casado no solo rompió con la ultraderecha en octubre. También con los versos más duros y sueltos de su partido, como Cayetana Álvarez de Toledo, a quien sustituyó por Cuca Gamarra, con un perfil más conciliador curtido en el municipalismo.
El líder del PP, no obstante, sabe que tampoco puede desairar a esa derecha sociológica que espera dureza y contundencia en la defensa de los valores, de la tradición y de la unidad de España. El líder del PP sigue con una posición dura y brusca.
Eso sí, en las filas del PP no ocultan cierto nerviosismo por las imágenes que dejarán algunos destacados exdirigentes de nuevo en el banquillo. Pero creen que Pablo Casado ha descontaminado con éxito al partido de todos los capítulos de corrupción que ha escrito en los últimos años y que volver a ver a Aznar o Rajoy ante un juez no les hará tanto daño. “Este partido rompió con los corruptos, cosa que no pueden decir todos, incluso partidos de Gobierno ahora mismo”, zanja una diputada popular con un importante cargo en Génova.
El vínculo con la ultraderecha no es el único que Casado está derribando. La relación del PP con los naranjas es cada vez más difícil. Inés Arrimadas está molesta por la forma en que Casado ha fichado a su exportavoz parlamentaria Lorena Roldán en Cataluña, aprovechando un desquite personal de la excandidata naranja a la Generalitat.
Aunque la sucesora de Albert Rivera olvida que su partido hizo lo mismo con el PP, por ejemplo con el consejero madrileño de Transportes Ángel Garrido, cuando los naranjas eran los que vivían con mejor expectativa. Eso sí, la realidad es que Casado ha pasado al ataque contra los de Arrimadas, menguados y en caída libre, a tenor de lo que señalan las últimas encuestas.
La primera prueba de fuego para el PP serán las elecciones catalanas del 30 de mayo.
Nubarrones judiciales
Pase lo que pase, Cristina Cifuentes, asediada por conseguir un máster sin haber ido a clase en la misma universidad en la que el propio Casado también logró el mismo título bajo sospecha de trato de favor, ya se habrá sentado en la Audiencia Nacional. La Fiscalía pide tres años para la expresidenta madrileña, quien terminó dimitiendo solo cuando apareció un vídeo en el que supuestamente hurtó unas cremas de un centro comercial.
El segundo Rubicón judicial del PP llegará poco después, el 8 de febrero, también en la Audiencia. Allí hay programadas 40 sesiones en las que se indagará si la reforma de la sede del PP en 2006 se hizo con dinero negro. Luis Bárcenas está deseoso de colaborar con la Justicia en el tema.
El flujo constante de información pone las cosas difíciles a la memoria y el líder del PP, como todos los políticos, lo sabe. Si es difícil acordarse de quién dijo qué durante los primeros días del estado de alarma, lo es mucho más rememorar qué contaba Casado cuando su partido estaba bajo asedio por los casos de corrupción.
La traca final de 2021 en Génova será el juicio sobre las revelaciones de la operación Kitchen. Las veces que se le ha sacado el tema a Pablo Casado se ha escudado en que en aquella época era un mero “diputado por Ávila” pese a que entre 2013 y 2015 tuvo más responsabilidades: portavoz adjunto de la Comisión de Asuntos Exteriores, vocal de la Comisión de Justicia, portavoz de la Comisión Mixta para la Unión Europea y vocal de la Comisión de Asuntos Exteriores.
Entonces, su rostro ya se empezó a ver en los medios de comunicación argumentario en boca. Ahora, el máximo responsable del PP intenta desgastar al Gobierno con la pandemia. Y lo hará con la economía, porque la previsión es que en 2022 o en 2023, cuando la barra libre europea con el déficit termine, el Gobierno tenga que hacer recortes y eso es un bocado muy apetitoso. Por la economía y los recortes cayó en su día el expresidente Zapatero. Y en el PP sueñan con terminar con Sánchez de la misma forma.
Casado tiene el partido bajo control. Ningún incendio interno le impide hacer y deshacer a su antojo. Los barones, centrados en la gestión de la pandemia, no están para lanzar pulsos al líder del PP. Es más, los más moderados, abanderados por el gallego Alberto Núñez Feijóo, están alineados con la dirección del líder del PP. Aunque a casi nadie se le escapa que una derrota en las próximas generales sería su tumba política.
Solo hay una a la que el presidente popular vigila y atiende a partes iguales: Isabel Díaz Ayuso. La jefa del Gobierno madrileño, azote el Ejecutivo de coalición de PSOE y Podemos, se ha convertido en el contrapeso más sonoro de Sánchez. Casado la promocionó y Casado debe lidiar con ella.