El amante silencioso

Bajo el ácido sol africano, entre hoteles de lujo y miserables aldeas perdidas por el campo, Isabel se afana por distinguir los buenos de los malos en un panorama de diplomáticos, misioneros, expatriados, ONGs, cooperantes, incansables beach boys al acecho de turistas blancas, omnipresentes conductores locales, un peligroso santón y su grupo de fieles entre los que se encuentra Ezequiel, de cuyo rescate psicológico quiere encargarse Isabel en un continente desconocido para ella. ¡Qué tarea tan complicada intentar “arrancar a alguien de un sueño”!

Para conseguirlo debe parecerse lo más posible a Marta, el antiguo amor de Ezequiel, convertirse en un reflejo que le vincule con su vida pasada. Y, sobre todo, ha de arreglárselas para introducirse en la vida del grupo. Hasta que llega a su vida un extraño ángel custodio que la ayuda y la acompaña. El problema es que no somos lo que parecemos e Isabel tendrá que luchar contra los mil matices del engaño, de la manipulación y de las trampas sentimentales. Al mismo tiempo se convierte en una infiltrada, en una intrusa en un mundo desconocido, más o menos como me sentí yo cuando llegué a África, donde conocí los lugares que aparecen en la novela y a personas excepcionales como Maína, Said o Madam Selina.

Desde aquí les doy las gracias por ayudarme a escribir esta historia y a comprender que África se ha convertido en la lavadora de la conciencia del “white savior” (el salvador blanco).

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