Economía española: la fusión de empresas podría beneficiar a nuestro tejido productivo
Dada la crisis que nos acontece y el deterioro de la economía que pronostica el Banco de España, comienza a preocupar al conjunto de analistas y economistas que -como es mi caso- se encuentran analizando la situación, así como tratando de proyectar los posibles escenarios a los que tendrá que enfrentarse la economía. Unos escenarios ante los que, aunque son previsibles, todavía se desconoce su intensidad; pues, ante la multitud de variables e incógnitas que, por el momento, no pueden proyectarse con un grado de confianza aceptable, existe una clara imposibilidad de cuantificar, con fiabilidad, los daños que esta crisis provocará en la economía.
Por el momento, la mayor preocupación para el conjunto de economistas, dados los precedentes que se muestran, es la pérdida de capacidad productiva. El gran shock de oferta negativo al que se ha tenido que someter la economía ante las medidas de distanciamiento social, ha hecho mella en un tejido productivo que, como muestran los indicadores, se presenta muy vulnerable. Y es que, en un tejido empresarial como el español, compuesto prácticamente en su totalidad de pequeños y medianos empresarios, la capacidad para sortear los efectos de una crisis severa es menor.
De acuerdo con las estadísticas que nos deja la Gran Recesión de 2008, mientras que del empleo destruido el correspondiente a las grandes empresas fue el 7%, el 93% restante le corresponde a las pequeñas y medianas empresas (PYMES). En este sentido, cabe recalcar una situación en la que, como muestran los datos que ofrece el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el tejido empresarial en España, el 99,9% del tejido empresarial está compuesto de PYMES. Una situación que muestra la vulnerabilidad de una economía que, a la luz de los datos, se compone de empresas de limitadas dimensiones, así como escasos recursos.
Además, estas empresas, a su vez, generan el 70% del empleo en el país, lo cual nos deja un escenario en el que se puede apreciar esa importancia y elevada dependencia de estas para nuestro mercado laboral. Pues, ante un mercado laboral que, como prevé el Banco de España, prevé situarse en una tasa de desempleo que podría llegar a rebasar el umbral del 20%, un posible deterioro más acusado de la economía por los efectos derivados de la pandemia podría acabar con una mayor destrucción de empleo, así como con un ensanchamiento de los desequilibrios que, ya de por sí, presenta la economía española.
Y es que, cuando contrastamos con el resto de países homólogos europeos, podemos identificar, así como resaltar, la gran vulnerabilidad que presenta nuestro país, en contraste, al menos, con los países del bloque comunitario. En este sentido, atendiendo a diversos ratios que pueden hacernos una idea de lo que comentamos, además de los ya citados, podemos observar cómo en el cómputo total de liquidez de las empresas europeas las empresas francesas, por ejemplo, presentan una liquidez que en su cómputo representa el 20% de la liquidez empresarial europea, mientras que las empresas españolas poseen únicamente el 3% de dicha liquidez. En este sentido, un ratio que, en el contraste con el país vecino, presenta una gran asimetría.
Por otro lado, atendiendo a los criterios de caja, como podemos observar, las empresas españolas presentan una caja media que, en su cómputo, podría llegar a alcanzar los 57 días de duración. Este indicador hace referencia al tiempo que una empresa española podría estar funcionando, manteniendo los costes fijos y todo lo que vienen a ser los costes operativos, sin la necesidad de, de forma simultanea, recibir ingresos derivados de su actividad. Esto, atendiendo a la duración del propio shock de oferta, nos sitúa en un escenario en el que, como vemos y de media, nuestras empresas ya no presentan robustez como para seguir sosteniendo esta situación; siempre y cuando no existan ayudas que traten de relajar sus limitaciones.
Ante dicha situación y la escasa rentabilidad que estaba mostrando el sector, precisaba actuaciones que iban enfocadas en la negociación y la fusión de compañías. Unas directrices que tenían como fin el hacer más robusto nuestro tejido empresarial, permitiendo también que, de esta forma, nuestro tejido empresarial comenzase a verse más fortalecido para poder paliar, con menores dificultades, los posibles shocks futuros a los que se tendrá que enfrentar la economía.
Incluso el propio vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, en una entrevista que le realizaban en diario Expansión, avisaba sobre la necesidad de hacer más rentable un sector como la banca, tan castigado por las políticas económicas expansivas. Además, como ocurrió con las empresas agrícolas, el método mediante el que proponía hacerlo el exministro de Economía era a través de fusiones entre entidades, las cuales hiciesen de estos pequeños bancos, grandes corporaciones bancarias, reforzadas por la suma de los balances y los activos. Una propuesta que comienza a calar en una economía como la española, donde las empresas precisan de una mayor consolidación, así como compostura, ante los efectos derivados de las distintas crisis en nuestra economía.
Así, en resumen, volvemos a hablar de una situación que sigue afectando a nuestro país y ante la que nuestro orden político sigue sin actuar. Las continuas políticas aplicadas siguen enfocándose y centrándose en la confrontación entre el empresario y el trabajador, tratando de incrementar las presiones para un colectivo de empresarios que, a la luz de los datos, se muestra incapaz de afrontar todas las medidas que desea aplicar, y que está aplicando, el Gobierno de España. Por ello, debemos comenzar a ver a las empresas españolas, así como al conjunto de nuestro tejido empresarial, con la objetividad que se merece. Pues es completamente producente seguir aplicando políticas que, a ojos del ciudadano medio, prometen mucho pero que, ante la realidad que ofrecen los datos, únicamente perjudican a un tejido empresarial que, como reflejaba la cuantía mostrada en párrafos anteriores, soporta gran parte de nuestra economía, así como de nuestro empleo.
Por tanto, como reflejamos en el artículo, y ante la inacción del Gobierno en este asunto, no resulta para nada pretencioso el animar a que las empresas se planteen la posibilidad de fusionarse con otra serie de compañías de su mismo sector; siendo el fin de esto el que dichas empresas sean más robustas y capaces ante situaciones como la actual. España no es un país que incentive el crecimiento de las empresas, y así lo muestran los indicadores. Por ello, valga la redundancia, la fusión de empresas, en un escenario en el que el incentivo para crecer es inexistente, podría ser una buena alternativa para dotar a nuestro tejido productivo de una mayor robustez, así como de sostenibilidad futura.