Dos mujeres en la puerta de atrás de la historia del arte
Son dos nombres que probablemente no dirán nada al gran público, pero que si se completan con el apellido de sus respectivos maridos, seguro que fácilmente reconoceremos a Clotilde Sorolla y a Gala Dalí.
En 1865 nació en Valencia Clotilde García del Castillo y en 1894 lo hizo Elena Ivánovna Diákonova en la ciudad rusa de Kazán. Son dos nombres que probablemente no dirán nada al gran público, pero que si se completan con el apellido de sus respectivos maridos, seguro que fácilmente reconoceremos a Clotilde Sorolla y a Gala Dalí. Y no solo ubicaremos en el tiempo y en el entorno a esas dos grandes mujeres, también lo haremos con sus imágenes, ya que fueron retratadas por sus parejas en una gran cantidad de ocasiones.
La valenciana perteneció a una familia de artistas; su padre, Antonio García Peris, fue pintor y fotógrafo, y su hermano Juan Antonio estudió en la Escuela de Bellas Artes de Valencia, donde fue compañero y amigo del que más tarde se convertiría en su marido: Joaquín Sorolla y Bastida.
Por su parte, Elena nació en el seno de una familia de intelectuales que se relacionaba con escritores y artistas. Fue una alumna brillante que finalizó sus estudios en el instituto femenino M. G. Brukhonenko, ya que, por su condición de mujer, no pudo hacerlo en la Universidad de Moscú.
Los dos pintores tienen en común la peculiaridad de ser de los pocos artistas españoles con gran reconocimiento en Estados Unidos. Si bien actualmente el trabajo relacionado con la gestión cultural es ampliamente valorado, cabe reconocer que el realizado durante siglos correspondió al mecenazgo, pero que en esa labor esencial para el triunfo, también actuaron las esposas de los artistas. En ese sentido, contamos con una extensa lista de nombres de mujeres que ejercieron dicha función a lo largo de todas las épocas y países.
Clotilde fue testigo privilegiado del cambio de siglo, vivió, sufrió y recorrió el mundo cuando muy pocas personas podían hacerlo. Compartió inquietudes con las figuras más relevantes de su época dentro y fuera de España. Su criterio artístico fue muy apreciado, pero su nombre ha quedado eclipsado como consecuencia de la puesta en valor del talento y la obra de Joaquín Sorolla.
Por su parte Elena, más tarde convertida en Gala, adquirió mucha notoriedad como compañera inseparable y musa inspiradora de Salvador Dalí, como también lo había sido de su primer marido Paul Éluard. Fue tachada de manipuladora por (parte de) algunos biógrafos del pintor catalán, en tanto que otros vieron personificado en ella el motor creativo que colaboró activamente con sus obras.
El pintor valenciano tuvo una vida centrada en el arte, dirigida por una magnífica gestora. Clotilde no solo se ocupó de la educación de sus tres hijos, también tomó las riendas de la administración del hogar y de todo el trabajo relacionado con la actividad artística, como la contabilidad y las relaciones institucionales. También se encargó de los trámites expositivos y llevó a efecto la primera exposición individual de Sorolla en París. Posiblemente, sin su contribución, la obra del destacado artista no formaría parte de grandes colecciones internacionales, como la del Philadelphia Museum of Art, ni la serie Visión de España sería una parte fundamental de la colección de la Hispanic Society de Nueva York.
Por otra parte, desde que la pareja Dalí iniciara su convivencia en Cadaqués, Gala se convirtió en la representante oficial del pintor. Cuando el avance del nazismo en Europa derivó en un hecho imparable, se establecieron en Estados Unidos, país de las oportunidades, donde permanecieron durante ocho años; años que resultaron decisivos en la carrera internacional de Salvador Dalí y que culminaron con la exposición que llevó a cabo en 1941 en el MoMA de Nueva York.
Gala, con una energía inagotable, gestionó y organizó todas las acciones del excéntrico artista, al tiempo que conseguía cerrar nuevos contratos y, consecuencia de todo ello, suscitar un desmesurado interés entre los coleccionistas y amantes del arte. Aun así, en los momentos en que tuvo problemas para obtener encargos o vender obra, demostró su excelente capacidad para activar la creatividad del pintor en otros recursos, como el diseño de carteles, de escenografías, de escaparates… según cuenta el propio Dalí en su libro autobiográfico Diario de un genio.
Salvador fue director de escenografía de la película Recuerda, de Alfred Hitchcock, así como autor de la famosa secuencia sobre el sueño del protagonista, sin duda la más recordada de la película. También colaboró con Walt Disney en el cortometraje Destino, que se estrenó en el año 2003.
Clotilde Sorolla, tras la muerte de su marido, decidió ceder la obra y su casa al Estado español. De esta forma convirtió al pintor valenciano en un bien nacional y a su familia en sus primeros benefactores. Cabe destacar que Clotilde fue también la madre de la grandísima escultora Helena Sorolla.
Gala fue una feminista defensora silenciosa de la igualdad, una mujer libre, culta y adelantada a su tiempo, que como artista construyó objetos y realizó acciones surrealistas. En reconocimiento a esa labor creativa, a partir de 1950 Salvador Dalí incluyó en su rúbrica el nombre de ambos: “Gala Salvador Dalí”.
Existe una gran cantidad de mujeres que durante siglos han permanecido y siguen permaneciendo en la puerta de atrás de la historia. No sólo las artistas que se apartaron del camino en favor de sus maridos, también esas otras que, desde sus viviendas familiares, hicieron posible que sus parejas brillaran. Sirva este artículo como reconocimiento a Clotilde García del Castillo y a Elena Ivánovna Diákonova.