Donald Trump supera el 'impeachment': el Senado le declara no culpable de los cargos de "obstrucción" y "abuso de poder"
A pesar del inesperado voto en su contra del republicano Mitt Romney.
Lo tenía tan claro que ni se preocupó por él en su reciente Discurso sobre el Estado de la Unión. Donald Trump ha vencido a su propio ‘impeachment’ gracias a la mayoría republicana en el Senado de Estados Unidos. Fin al juicio político más breve de la historia norteamericana por el llamado Ucraniagate.
Ni “obstrucción” ni “abuso de poder”. No ha surtido efecto ninguno de los dos cargos que conformaron el corpus legal por las presiones de Trump al presidente de Ucrania, Vladimir Zelensky, para que este investigase a su rival Joe Biden y su hijo Hunter. La Cámara le ha declarado “no culpable” de ambas acusaciones.
El primero de los cargos en ser sometido ha sido el de “abuso de poder”, rechazado por 52 votos frente a los 48 que sí le consideraban culpable. La normalidad volvió en el último, “obstrucción”: 53 a 47.
Solo ha habido una ‘sorpresa’, que aunque es histórica, no ha cambiado nada. El excandidato a la presidencia en 2012 Mitt Romney, conocido rival de Trump dentro del Partido Republicano, anunciaba, poco antes de la votación definitiva, que iría contra de su líder. “Por Dios” y “por mi fe”, explicaba en una comparecencia corta y sin casi poder articular palabra. Solo aplicó esa fórmula en el escrutinio del “abuso de poder”.
Cuando en septiembre la presidenta del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi, anunció la presentación de un ‘impeachment’, todos miraban, de lejos, al Senado. Quedaban meses por delante, pero solo un milagro en forma de ‘conversiones políticas’ en masa podía llevar al triunfo de la iniciativa. Y no, no lo ha habido, más allá del gesto de Romney.
En el juego de mayorías nada hacía presagiar que el signo de la votación final fuera distinto al que finalmente ha sido. ¿El motivo? Los demócratas necesitaban el voto favorable de dos tercios de la Cámara Alta y ni siquiera tenían superioridad numérica. Solo 47 votos frente a los 53 de los republicanos. Al final, han sido 48; insuficientes en todo caso.
Romney ya lo había dejado caer con su voto favorable a que el Senado contase con el testimonio de testigos en la fase final del juicio político. Y como él, Susan Collins, senadora por Maine y otra voz crítica dentro de las filas conservadoras. Sus inesperadas decisiones, junto a las palabras de otro republicano, Lamar Alexander, hicieron albergar esperanzas en el seno de la formación demócrata.
Todo atado y bien atado en el Senado
Sin embargo, eran movimientos insuficientes. La mano de hierro de Trump (y la de su ‘representante’ en el Senado, el líder de la mayoría republicana Mitch McConnell) funcionó para controlar el procedimiento y evitar testimonios “incómodos” en los últimos días del mismo. Así, vetaron que pudieran acudir testigos, en plural, aunque todos miraban a un solo hombre, el exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton. Un personaje peligroso para el entorno del presidente y cuyo testimonio podría haber cambiado las cosas. Ese veto a Bolton y otras voces, el pasado viernes, fue algo más que un primer paso a la victoria final.
Otro jarro de agua fría. El crítico Alexander no iba a apoyar la causa de la oposición: “No hay necesidad de más evidencia para demostrar que el presidente le pidió a Ucrania que investigue a Joe Biden y su hijo Hunter [...] Pero la pregunta no es si el presidente lo hizo, sino si el Senado de los Estados Unidos o el pueblo estadounidense deberían decidir qué hacer con respecto a lo que hizo [...] Y lo que hizo está muy lejos de la traición, el soborno, los altos delitos y los delitos menores”, concluyó.
Atrás queda un camino más corto de lo esperado donde los demócratas fueron acumulando triunfos hasta el fracaso final. Nadar para ahogarse en la orilla con el convencimiento de que así iba a ocurrir. La mayoría opositora en la Cámara de Representantes –su Congreso– solo alargó el proceso al ir superando fases: primero el Comité de Inteligencia, después el Judicial, el propio Congreso... y ya.
Estados Unidos escribía historia con el primer ‘impeachment’ del siglo XXI y la primera ocasión en la que los cargos eran presentados solemnemente al Senado por un comité paritario. Nunca una sola mujer había llevado semejante documento a la fase final del camino. Pero ha quedado en eso, una imagen muy potente que el magnate estadounidense ha sabido controlar evitando disensiones en sus filas.
Munición para la campaña hacia las presidenciales
Con la negativa del Senado a que Donald Trump sea desposeído del cargo, el aún presidente toma no un balón de oxígeno, sino un gran impulso en la campaña hacia la reelección. Mientras la oposición demócrata anuncia que seguirá investigando, lo cierto es que ha perdido esta batalla y contra un rival que sabe aprovechar cualquier debilidad del rival (verídica o no). También lo ha hecho con la chapuza en el recuento del Caucus demócrata de Iowa, de cuyo resultado él mismo se ha autoproclamado vencedor.
La historia vuelve a repetirse y el presidente en cuestión de nuevo sale indemne de su combate contra las reglas legislativas, como ya ocurrió en 1868 con el demócrata Andrew Johnson –salvado por un voto– y en 1998 con Bill Clinton, perseguido por su affaire con Monica Lewinsky. Únicamente se esperaba la derrota de un Richard Nixon acorralado por el escándado Watergate, pero su dimisión en agosto de 1974 evitó el castigo extra de verse desposeído del cargo.
Aunque quedan 10 meses y ni siquiera hay candidatos oficiales, Trump lleva largo tiempo de precampaña. Y el fallido ‘impeachment’ no será sino más madera para su retórica de vencedores y vencidos, de titulares altisonantes y mensajes populistas.
De momento, ya ha reaccionado –anda que iba a tardar...– Un tuit, sin palabras y un gif bastante explicativo: una falsa portada de la revista Time con carteles de sus candidaturas hacia 2024, 2028, 2032, 2036....