Di positivo en coronavirus en pleno parto
Me preocupaba que pudiera afectarle a mi bebé, pero, ante todo, sentía una enorme culpa. ¿Pensarían que soy una irresponsable?
Estaba muy embarazada de mi primer bebé y me iban a inducir el parto un viernes a comienzos de mayo, cuando ya llevábamos varias semanas de confinamiento. Todo parecía estar en orden. Tomamos precauciones y todo el personal médico llevaba un equipo de protección individual, pero más allá de eso, la única diferencia era que mi marido tuvo que esperar fuera, en el coche.
Las fases finales de mi embarazo habían sido extrañas. La semana previa al confinamiento había celebrado una fiesta por el futuro nacimiento de mi bebé y después vinieron dos semanas de teletrabajo, pero al llegar las tres primeras semanas de baja por maternidad, me quedé plantada sin saber qué hacer.
Entrar yo sola al hospital el día del parto fue inquietante. No quería tomar decisiones por mi cuenta ni contestar preguntas cuya respuesta desconocía. Nuestro enfoque fue intentar dejarlo todo hablado de antemano.
Después de inducirme el parto, me enviaron a casa y tuve contracciones durante toda la noche, cada vez más dolorosas. Acabé llamando al hospital y me dijeron que volviera. Como ya estaba de parto, esta vez mi marido sí que pudo entrar conmigo.
Estábamos en el ala de maternidad del hospital y estaba todo tranquilo. La matrona nos miraba a través de una mascarilla, pero aparte de eso, todo iba normal. Me dijo que tenían que hacerme un test rutinario de coronavirus y me hiceron un frotis con un hisopo. Ese momento fue horrible, sobre todo porque al mismo tiempo, seguía teniendo contracciones.
El trabajo de parto progresaba rápido. Esperé un tiempo en la piscina y luego me acomodé en el sofá. Recuerdo que alguien llamó a la matrona desde fuera de la sala y que se pusieron a hablar en voz baja. Seguidamente, vino mi matrona y me dijo: “Debes saber que has dado positivo en coronavirus”.
Miré con miedo a mi marido. ¿Qué implicaba eso? No tenía síntomas y no tenía ni idea de cómo había podido contraerlo. No había salido de casa en un mes. Me preocupaba que pudiera afectarle a mi bebé, pero, ante todo, sentía una enorme culpa. ¿Iba a juzgarme todo el mundo? ¿Pensarían que soy una irresponsable? Di por sentado que ellos pensaban que había sido culpa mía, de modo que me disculpé una y otra vez. Me dijeron que no pasaba nada, que no me preocupara. Desde ese momento, toda persona que entrara a la sala tendría que ir enfundado en un EPI completo.
Tras el impacto inicial, me olvidé del asunto porque fue un parto muy complicado. Pasé horas empujando sin resultado. Ese era el único problema que tenía en mente. Me trasladaron a la suite de partos, dando por hecho que necesitarían usar fórceps. Tuvieron que acondicionar la sala (que no era sencillo) y pensar una forma segura de llevarme a ella. El proceso tardó un buen rato.
Al final, no hizo falta fórceps. Simplemente empujé y empujé. Fue horrible. El bebé hizo mucha caca dentro de mí y apenas estaba consciente cuando salió. Mi marido estaba traumatizado. Nada más nacer, empezaron a hacerle pruebas a mi hijo y, al acabar, me lo pusieron encima. Me había pasado la noche de parto, de modo que eran las 7:34 de la mañana del sábado cuando nos conocimos.
Había estado tan concentrada en sacarlo de mi interior que me había olvidado del coronavirus.
Después de nacer mi bebé, empecé a ser más consciente de mi positivo. Tuvieron que mantenernos en esa sala, no podían arriesgarse a trasladarnos a otro lugar cerca de otras madres.
Durante las siguientes 12 horas, todas las personas que entraban a la sala llevaban un EPI completo y no podían salir a coger nada una vez que habían estado en contacto con nosotros. Todos los procesos se alargaban y yo no dejé de sentirme culpable porque sentía que había provocado una enorme inconveniencia.
Mi marido al final se fue a casa a descansar mientras yo me quedaba otras 12 horas con mi hijo por precaución. A medianoche quedaron satisfechos y pudimos ir a casa también. Tuve que llamar a mi marido y despertarle para que viniera a recogernos. No era consciente de que en pocas horas estaría en casa.
Llegar a casa fue extraño, ya que no nos dieron mucha información sobre cómo debíamos actuar después de mi positivo en coronavirus. Permanecimos aislados, por supuesto. Mi matrona me llamó los días siguientes para comprobar qué tal estaba, pero no recibí ninguna visita hasta el séptimo día. Esos primeros días fueron duros. Me resultó muy difícil.
Cuando nos visitó la matrona, se portó estupendamente. Me hizo sentirme cómoda y comprobó qué tal estaba mi hijo. Sin embargo, yo seguí nerviosa esas primeras semanas. Me daba miedo decirle a la gente que tenía el coronavirus. Era un sentimiento de vergüenza, más bien.
Ahora nos encontramos bien. Sigo dándole vueltas al apoyo que eché en falta y, aunque no me habría venido mal algo más de ayuda, no tengo suficientes palabras de agradecimiento para nuestros servicios sociales. Las matronas han sido encantadoras y no han puesto pegas a que las telefonee para hacerles preguntas (aunque yo me he sentido mal porque siento que estoy acosándolas). Mi parto no fue como yo esperaba, pero estoy muy feliz porque todos estamos bien.
Que no te dé miedo hacer muchas preguntas. Si no sabes con quién hablar, llama al hospital y te pondrán en contacto con quien corresponda. No tengas miedo. Así es la realidad. ¡Ah, y haz muchas fotos!
Este post fue publicado originalmente en el ‘HuffPost’ Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.