Después del fiasco de Navidad, ‘salvar la Semana Santa’ no debería estar en la agenda
Los epidemiólogos piden no aventurarse ni crear falsas expectativas: "No podemos incurrir en estos planteamientos que crean un peligro a la seguridad sanitaria".
¿Alguien podía imaginarse que un político se atrevería a entonar el ‘salvemos la Semana Santa’ después del reciente y fallido mantra de ‘salvar la Navidad’? Pues no ha hecho falta llegar a febrero para oírlo. Lo pronunció a finales de enero la ministra de Turismo, Reyes Maroto, que dijo que la Pascua podía ser “el reinicio de los viajes nacionales si se dan las condiciones de seguridad”.
Es cierto que remachó su frase con un ‘si’ condicional, pero también abrió la caja de Pandora. Dos días después de sus declaraciones iniciales, la propia Maroto volvió sobre el tema, y señaló que España puede ser un país “muy atractivo” para los primeros viajes una vez haya pasado lo peor de esta tercera ola.
Tras estas palabras, miembros del Gobierno y presidentes autonómicos se han distanciado del propósito de la ministra. “Es difícil que pueda haber una movilidad normalizada en ese periodo; es difícil que exista una libre circulación de personas en el tránsito aéreo o en el tránsito del turismo”, reconoció el martes la portavoz del Gobierno y ministra de Hacienda, María Jesús Montero. “Salvo que existan incidencias acumuladas bajas tendremos que reiterar las medidas que actualmente ponemos en marcha para evitar que se produzca una cuarta oleada”, explicó la portavoz, que aludió al “aprendizaje previo” adquirido en esta pandemia.
Montero se mostraba bastante más cauta que su colega sobre todo porque, un día antes, Fernando Simón ya había echado un jarro de agua fría sobre la cuestión cuando El HuffPost le preguntó en rueda de prensa si coincidía con la ministra Maroto.
50 días para Semana Santa y una incidencia MUY alta
“No sé qué margen tenemos hasta Semana Santa. Ahora la evolución es buena, pero no podemos confundir una evolución aceptable con una situación aceptable”, respondió el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES). “Nuestra situación será aceptable si estamos en 50, 100 o incluso 150 casos por 100.000 habitantes, pero desde luego no será aceptable si estamos en 500, 400 ni en 200. No sé cuándo es Semana Santa, ni cómo estaremos, ni cómo estarán las comunidades”, apuntó Simón.
Por si todavía queda algún despistado, Semana Santa cae este año entre el domingo 28 de marzo y el domingo 4 de abril, siendo el 1 y el 2 de abril Jueves y Viernes Santo. Es decir, quedan unas siete semanas.
Actualmente, España se sitúa en torno a los 750 casos por 100.000 habitantes y, aunque la tendencia es descendente, el fiasco de la Navidad está demasiado fresco todavía. La ministra Montero iba bien encaminada cuando habló de un “aprendizaje previo”.
Ya se salvó (o no) el verano y la Navidad
Cuando se trató de ‘salvar el verano’, en septiembre el país experimentó su segunda ola pandémica. Pero todavía hacía buen tiempo, la gente podía reunirse en el exterior, y no circulaban variantes más transmisibles del virus, al menos que se supiera. En junio, cuando se levantó el primer estado de alarma y el confinamiento más estricto, España tenía una tasa de incidencia inferior a 8 casos por 100.000 habitantes, cien veces menos que ahora.
En noviembre, el pico de la segunda ola se alcanzó con una incidencia acumulada de 530 casos por 100.000. Las comunidades aplicaron medidas restrictivas y, un mes más tarde, la tasa estaba por debajo de los 200, que no es una cifra baja, teniendo en cuenta que el Gobierno marca su objetivo en los 50 casos por 100.000. La idea era llegar a Navidad con la incidencia más baja posible (de la misma manera que ahora se busca hacer con Semana Santa), y se hizo lo que se pudo, pero después de la Navidad, la curva fue imparable. En cuatro semanas, se pasó de los 280 a los 900 casos por 100.000, una incidencia nunca antes registrada en el país.
El 27 de enero se tocó techo, y entonces la curva comenzó a bajar, pero los datos de hospitalizaciones y muertes no caen tan rápido. El 2 de febrero, España registró 724 muertes por coronavirus en un solo día, el peor dato desde abril. Con esto en mente, y con los hospitales en situación crítica —el 45% de las UCI de España están ocupadas por pacientes covid—, cabe preguntarse si merece la pena lanzarse a ‘salvar la Semana Santa’.
Caer en “falsas expectativas”
Los epidemiólogos opinan que no, o al menos no todavía. “Es un craso error volver a la argumentación de querer salvar una festividad o una fecha y plantearnos reanudar el flujo de viajes y de trasiego de personas en Semana Santa”, sostiene Daniel López Acuña, exdirector de la Acción Sanitaria en Crisis de la OMS. “No podemos pensar en una situación de abrir las compuertas cuando tenemos todavía incidencias altísimas”, remacha.
Pedro Gullón, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y coautor de Epidemiocracia, considera que el principal error está en “ponerse un horizonte tan claro”. “Puede ser que en Semana Santa estemos en una situación epidemiológica lo suficientemente buena como para permitir viajes interiores o puede que no. Ya hemos visto que aventurarse o pensar que podemos controlar perfectamente los ciclos de transmisión y las fechas resulta bastante equivocado”, opina.
Gullón coincide con la postura de Fernando Simón, según la cual “antes de tomar ninguna decisión habría que ver qué situación epidemiológica tenemos”. “Hay que ir semana a semana o mes a mes”, afirma el epidemiólogo.
Sin embargo, para López Acuña las palabras de Simón no fueron acertadas. “Me parece frívolo que diga que con incidencias de 100, o incluso 150, habría justificación para ‘abrir las compuertas’”, opina. “Con esas cifras, España estaría todavía en zona naranja o amarilla según el semáforo de riesgo de Sanidad”, apunta. Según la estrategia del Ministerio de Sanidad, una incidencia de entre 50 y 150 casos por 100.000 habitantes a 14 días se considera ‘riesgo medio’ y de entre 150 y 250, ‘riesgo alto’.
“Si tuviéramos una incidencia de menos de 25 por 100.000, podríamos considerar muchas cosas. Pero no estamos ahí ni vamos a estar ahí dentro de 50 días, cuando es Semana Santa”, zanja el epidemiólogo. “Creo que es un error planteárselo, generar falsas expectativas y autoengañarse o ser ilusorios con respecto a lo que se puede conseguir. Por satisfacer la expectativa de las personas, de las industrias o del turismo, no podemos incurrir en estos planteamientos que crean un peligro a la seguridad sanitaria y unas falsas esperanzas”.
La situación “será muy desigual” entre comunidades
Al margen de la incidencia que tenga el virus en España dentro de siete semanas, ese no sería el único indicador a tener en cuenta, advierte Gullón. “No es lo mismo estar en 140 casos con una tendencia descendente que ascendente, no es lo mismo si la comunidad está controlando las cadenas de transmisión o no”, explica.
El epidemiólogo augura que “la situación será muy desigual” entre las distintas comunidades autónomas. A priori, parece casi imposible que regiones como Madrid lleguen a 150 casos por 100.000 habitantes cuando no baja de 200 desde mediados de agosto. En cambio hay otras como Canarias (170 casos por 100.000) o Cantabria (360) que parten de una mejor posición. En cualquier caso, insiste Gullón, “queda mucho tiempo como para aventurar algo concreto”.
Y hay que sumarle las nuevas cepas más contagiosas
El argumento económico tampoco parece válido. La operación salvar la Navidad tampoco funcionó en términos económicos, tal y como explica este artículo de El HuffPost, por lo cual tampoco tendría mucho sentido esgrimir ahora ese razonamiento. “Sería un error para la economía y para la seguridad sanitaria. Si se abre el país en Semana Santa pensando que de esa manera se favorece a las industrias, lo que se hace en realidad es propiciar muchos más contagios, y más aún en presencia de variantes del virus más contagiosas, como la británica —que se hará dominante en las próximas semanas—, la sudafricana y la brasileña, de las cuales todavía no conocemos su gravedad y magnitud”, alerta López Acuña.
Es cierto que, por un lado, el clima podría jugar a favor de cara a la Semana Santa —en comparación con Navidad—, pero la presencia de nuevas variantes más transmisibles y desconocidas juega desde luego en contra. “Es una dificultad añadida”, reconoce Gullón, que explica que, “aunque las medidas para combatirlas sean las mismas, a lo mejor se tienen que poner un poquito antes”. “Desde luego, no es una buena noticia”, apunta.
Ambos epidemiólogos coinciden en que no es momento de pensar en salvar la Semana Santa. “Nuestra tarea ahora es abatir drásticamente la curva, pero no para poder salir de vacaciones, sino para reducir la presión asistencial e incluso para poder vacunar con más holgura”, recalca López Acuña. “Creo que deberíamos borrar por completo la emoción de que vamos a tener condiciones para una desescalada apresurada que nos permita viajar en Semana Santa. Hay que reducir 30 o 40 veces la incidencia que tenemos, y esa es una tarea enorme”.