Desinformación, masculinidad y violencia
El machismo cada vez está más solo y más perdido.
El machismo es la gran mentira, ya lo hemos comentado en otras ocasiones, y lo es porque toda su construcción se basa en la falacia de que la condición masculina es superior a la de las mujeres. A partir de ahí, su “normalidad” se ha basado en la difusión de la mentira y la negación a través de sus instrumentos de poder con el objeto de integrarla en el día a día. Pero ahora que la sociedad ha conseguido superar ese muro de contención y que la igualdad avanza, necesita aumentar el nivel de mentiras para perpetuar su modelo.
El pasado día 3-1-21 el diario La Razón publicó un artículo escrito por la periodista Rebeca Argudo, titulado Cómo suspender el curso “Masculinidad y violencia” en cuatro cómodos pasos, demostrando ya desde el principio que su interés no era aprender sobre la violencia y lo que lleva a que sean mayoritariamente los hombres quienes la ejercen (el 95 % de todos los homicidios son cometidos por hombres -ONU, 2013-), sino a evitar ese aprendizaje y reivindicar la ignorancia en la materia por medio del suspenso que propone a través de su artículo. Parece que prefiere que continúe la situación actual con toda esa violencia protagonizada por hombres dentro y fuera del hogar, antes de que se den pasos para cambiarla.
La periodista es muy libre de cuestionar el curso, de que no le convenza el tema, y de no compartir sus contenidos, pero este hecho no la legítima para faltar a la verdad; sí para opinar y criticar la iniciativa a través de datos veraces, pero no para manipular falseando reseñas y mezclando opiniones con información. Y menos aún para utilizar su artículo con el objeto de hacer una serie de críticas personales a los profesores, para faltar el respeto a sus compañeros y compañeras matriculadas, y llegar a través de estos medios espurios a cuestionar a la propia Universidad de Granada.
Lo que no puede hacer la periodista es utilizar su posición de privilegio como profesional del periodismo para falsear la verdad, faltando a su responsabilidad profesional de no mentir y de informar verazmente para que la sociedad se posicione ante la realidad.
¿Se imaginan que un médico en nombre de su libertad de ejercicio profesional lleve a cabo tocamientos sexuales sobre las pacientes argumentando que necesita explorar esas regiones anatómicas para descartar ciertas patologías? ¿Se imaginan que otro médico en el nombre de la libertad de prescripción recomendada una serie de medidas terapéuticas que “solo él dispone”, y cobrara una gran cantidad de dinero para proporcionarlas? No solo es inadmisible, sino que los casos que se han producido conductas cercanas a las comentadas se han llevado a cabo investigaciones y los responsables han sido sancionados.
Y si el ejercicio profesional no se puede desarrollar faltando a sus principios, a la responsabilidad que surge del compromiso con la sociedad que define la profesión y la regula, ni a la ley que establece el marco de actuación, ¿por qué determinados profesionales del periodismo se permiten recurrir a la “posverdad”, los bulos y la mentira, especialmente en los temas relacionados con la Igualdad y la violencia de género, como ha hecho la periodista en su artículo, en lugar de informar con veracidad?
Concretamente, en su artículo, entre otras cuestiones, recoge las siguientes falsedades y manipulaciones:
- Indica que se utilizan estadísticas incompletas, cuando se corresponden con los datos de los organismos y organizaciones internacionales (ONU, OMS, UE, CE...) sobre la materia y en todo momento se dan datos sobre la situación de hombres y mujeres. Y, por supuesto, no dice por qué son incompletas ni aporta la parte teóricamente “ocultada”.
- Refiere que la bibliografía se limita a los trabajos de los profesores, lo cual no es cierto. De hecho, en el comentario explícito que hace sobre las referencias exclusivas a mis trabajos en el módulo que imparto, se aportan 30 referencias bibliográficas de las cuales sólo cuatro se corresponden con trabajos propios, un material consecuencia de 30 años de estudio sobre la materia.
- Comenta que no se da un enfoque multifactorial sobre el origen de la violencia, cuando todo el módulo se basa en dicho análisis y valora las múltiples teorías y estudios incluidos en los dos grandes grupos definidos, el “biologicista” y el “ambientalista”.
- Se contradice a sí misma y se permite sacar su propia conclusión sobre la “teoría de la testosterona” como causa de la violencia masculina, con lo cual es ella la que rechaza el enfoque multifactorial, y además lo hace de una manera sesgada e incompleta que la llevan a sacar conclusiones erróneas.
- También se sitúa por encima de un curso universitario para obtener conclusiones personales a partir de la llamada “falacia de la minoría”, y cuestiona todo el curso y el conocimiento especializado de las personas que lo imparten, a partir de esa premisa errónea que presenta como cierta en su artículo con el objeto de criticar al curso, a los profesores y a la institución. La situación es más grave porque el propio curso explica y rebate esta falacia.
- También se permite cuestionar a una compañera periodista sólo por el nombre que utiliza en las redes (@Barbijaputa). Una periodista que es citada por su trabajo, no por lo que comenta en redes. Además, intenta hacer creer que el curso no cuenta con estudios científicos ni con otro tipo de referencias académicas.
- Ridiculiza y le falta el respeto a los compañeros y compañeras que no comparten sus opiniones, y se queja de la falta de debate, cuando lo que demuestra es que es ella la que evita el debate cuando los argumentos del resto no confirman su posición.
Lo que no sorprende tanto es que gran parte de sus argumentos y planteamientos son los mismos que el machismo utiliza desde hace años, y que ahora cree presentar con originalidad, como si fueran propios o hubieran sido descubiertos hace poco tiempo.
La estrategia de la mentira periodística tiene un recorrido muy corto; es verdad que cuando se presenta tiene un impacto inmediato entre los grupos que necesitan esa mentira para reivindicarse y atacar, pero su impacto general es mínimo. Cohesiona y refuerza a quienes ya piensan de ese modo, pero sin ninguna trascendencia fuera de esos grupos.
La utilidad de la mentira como parte de la información es muy limitada, puesto que los grupos que la valoran van a pensar lo mismo sin necesidad de este tipo de artículos, mientras que el resto de la sociedad percibe la manipulación y se cada vez se posiciona más firmemente contra ella. En cambio, sí resulta grave que se falte a la responsabilidad profesional y que se actúe en contra de los principios que la definen, poniendo en cuestión a toda la profesión, por intereses particulares.
Que el machismo se movilice a partir de un artículo con un contenido lleno de falsedades, que ridiculiza y no respeta a las compañeras y compañeros del curso, que critica a los profesores porque no comparte su propuesta sobre la materia, y que ha sido escrito por una alumna incapaz de aprobarlo, demuestra la pobreza de sus argumentos y que el machismo cada vez está más solo y más perdido, por mucho que levanten la voz y las manos de vez en cuando para que no se hable de la violencia que protagonizan los hombres.