Desde una suite de lujo contra las "colas del hambre"
La presidenta de la Comunidad Madrid no está combatiendo la pobreza, sino combatiendo contra los pobres.
La presidenta de la Comunidad de Madrid lleva dos años cabalgando a lomos del odio, la mentira y el miedo para aspirar a su reelección el próximo 4 de mayo en las urnas. Es público y notorio que Isabel Díaz Ayuso se presenta a dichos comicios con un bagaje de gestión pobre a más no poder: ni presupuestos o leyes de calado aprobados, ni promesas cumplidas de ninguna clase en menos de dos años de legislatura.
Para compensar tan profundas carencias, a Díaz Ayuso no le ha quedado otra que recurrir a la mentira sistemática, a negar responsabilidades ante las terribles consecuencias que la pandemia ha provocado en la región madrileña y a señalar enemigos a batir para motivar a sus votantes.
Y entre esos enemigos se encuentran, como es lógico, el Gobierno de Pedro Sánchez, el resto de partidos políticos y buena parte de la sociedad que no cumple con el perfil de lo que ella considera como ciudadanía plena aspirante a disfrutar derechos. Su penúltima mezquindad, la de calificar como “mantenidos” a quienes se han visto obligados a acudir a las tristemente conocidas como “colas del hambre” por culpa de esta crisis. Esta se une a otras célebres expresiones que han tenido un inmenso eco mediático, para regocijo de quienes utilizan el discurso del odio para señalar al que es más vulnerable, y que consideran un estorbo.
Todos recordamos cuando se produjeron los cortes de luz en la Cañada Real de Madrid, que afectaron a miles de familias, se negó actuar sobre este drama, a pesar de ser la competente para ello, criminalizando además públicamente a las personas residentes en la zona. O cuando afirmó que los niños y niñas más vulnerables de Madrid, durante el confinamiento más estricto del año pasado, estaban encantados con los menús de baja calidad que la Comunidad de Madrid les ofrecía para poder alimentarse diariamente.
Cuando alguien como Ayuso muestra ese rancio clasismo, mezcla de superioridad y desprecio hacia la población que se ve abocada a solicitar ayuda en plena crisis, se muestra como un auténtico peligro para la salud democrática de nuestro país. Especialmente en estos momentos, donde debe primar la solidaridad hacia quienes lo están pasando tan mal, y no perder el tiempo en justificarse para explicar lo inexplicable: que en plena pandemia se instalara durante dos meses en una suite de lujo para pasar el confinamiento. A tenor de los hechos, es evidente que la presidenta de Madrid no está combatiendo la pobreza, sino combatiendo contra los pobres.
A la candidata del Partido Popular no le gustó tampoco el ingreso mínimo vital, al que menospreció también afirmando que generaba “dependencia del Estado”. La realidad es que Díaz Ayuso no tiene plan alguno para erradicar las enormes bolsas de pobreza existentes en la región que gobierna. Simple y llanamente se limita a ignorarlas, como si no existieran, ya que las mismas derriban su ideal de sociedad basado en mentiras.
Mentiras que hablan de “milagro económico” en la Comunidad de Madrid tras 26 años de gobiernos populares, cuando la realidad es que en la próspera y rica capital de España las brechas sociales son cada vez más profundas e inabordables. Modelo basado en una política fiscal destinada a facilitar que quienes tienen más poder adquisitivo sean cada vez más ricos, y en el vaciamiento absoluto de los servicios públicos, cada vez más descuidados y empobrecidos. Ese es el plan político que fomenta el PP en Madrid, y que quiere extrapolar a toda España: más poder para los ricos y más fractura y pobreza entre la clase media trabajadora.
Lo cierto es que, a pesar de las quejas de Ayuso, de los 3.346 millones del fondo contra el covid-19 que el Gobierno de España ha transferido a la Comunidad de Madrid desde julio de 2020, quedan 677 millones que no se han utilizado. Y, mientras tanto, la pobreza y la precariedad siguen aumentando hasta límites insoportables. La presidenta de la Comunidad, ensimismada en su estrategia de la antipolítica, pretende que la sociedad se conforme con poder ir a tomar cervezas a los bares, antes que contar con servicios públicos de calidad y de acuerdo con sus necesidades.
Las falsedades y los discursos agresivos de Díaz Ayuso no son originales, son copias exactas de los que han practicado políticos como Le Pen, Salvini o el expresidente norteamericano Donald Trump. Discursos que no solo no aportan riqueza al debate político, sino que generan una amplia división social que provocarán consecuencias. En ese sentido, solo puede calificarse como cínico el uso torticero de la palabra “libertad” en su campaña electoral, y lamentable la banalización que hizo de la violencia de género cuando afirmó en un programa de televisión que “los hombres sufren más agresiones que las mujeres”.
En contraposición al estilo de Díaz Ayuso, tenemos al candidato socialista Ángel Gabilondo: un hombre moderado, congruente, que practica la política como un modo de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, con una importante experiencia de gestión a sus espaldas, y que huye de ese fenómeno peligroso para nuestra democracia que consiste en confundir la política con el espectáculo.
El ejercicio sano de la política no consiste en estar enredado en la búsqueda del titular más llamativo o de la confrontación permanente, sino en invertir el tiempo y los esfuerzos en encontrar soluciones a los problemas reales de la sociedad, y afrontar ahora mismo los desafíos que esta pandemia nos está dejando en el camino.
Para dignificar nuestras instituciones, y que el Gobierno de Madrid se centre en combatir al virus covid-19 sin dejarse a nadie atrás en el proceso de recuperación, es esencial que la ciudadanía acuda en masa el próximo 4 de mayo a los colegios electorales, y vote en auténtica libertad y sin temor por una sociedad más justa, igualitaria y solidaria.