¿Es cierto que la derecha no soporta que quien no sea la derecha gobierne?
La crisis del coronavirus vuelve a propiciar el acoso y derribo al Gobierno. No es la primera vez.
El cuadro se repite con la periodicidad que dictan las urnas. Ya es un lugar común que la crispación arrecie cuando la derecha está fuera del Gobierno por decisión ciudadana. La crisis del coronavirus está siendo el mimbre con el que Vox y, en menor medida, el PP han construido la cesta de los ataques continuos contra el Ejecutivo.
El periodo tácito de cien días de cortesía que se suele dejar a quien llega a La Moncloa se desvaneció y ha devenido en una quimera. Los populares y la ultraderecha recurren a todo tipo de estratagemas. La portavoz del PP en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, llama “terrorista” al padre del vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, por haber militado en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota.
El líder de Vox, Santiago Abascal, organiza un monumental atasco en el centro de Madrid llamando a decenas de coches, ataviados con la bandera de España, a quemar combustible y asfalto, y a fundir el claxon, para exigir la dimisión del Gobierno.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, amplifica las manifestaciones en las zonas más pudientes de la capital de España, también contra Pedro Sánchez, en las que centenares de personas, incumpliendo las medidas de distanciamiento social y, de nuevo, ataviadas con la bandera rojigualda, clamaron “libertad” a golpe de cacerola, porque consideran que el Gobierno la ha secuestrado.
Ambas concentraciones se celebraron en pleno estado de alarma. Y quienes las secundaron pudieron gritar sin impedimento algunas de las consignas que repite Vox desde que estalló la crisis sanitaria: “Gobierno ilegítimo”, “fraude”, “calamidad” y hasta acusaciones de llenar “España de féretros invisibles”. Abascal lleva semanas promoviendo campañas en redes sociales reclamando la dimisión del Ejecutivo.
Nada es nuevo bajo el sol. La estrategia de la crispación que Vox y PP están siguiendo para desgastar al primer Gobierno de coalición de izquierda desde la Segunda República ya la sufrieron otros socialistas: Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero. Incluso, y en un contexto claramente distinto, el Gobierno del Frente Popular de 1936.
La tragedia que de por sí suponen más de 27.000 vidas segadas por el coronavirus ha sido utilizada por la extrema derecha para difundir todo tipo de mensajes, proclamas, quejas y hasta montajes —posteriormente borrados— con la madrileña Gran Vía atestada de ataúdes cubiertos con la bandera de España. Todo con un único propósito: inocular el mensaje de que las víctimas de la pandemia son “los muertos de Pedro Sánchez”. ¿Pero vale todo para alcanzar el poder?
“Es evidente la inmoralidad de ese recurso en política. Se trata de la prueba de que la extrema derecha carece de límites en el juego partidista, sobre todo cuando se enfrenta a un Ejecutivo que no acepta como legítimo, que es lo mismo que decir cualquier gobierno que no sea suyo. Porque creen que el gobierno, como la propiedad, les pertenece por derecho natural”, argumenta el catedrático de Filosofía de Derecho de la Universidad de Valencia Javier de Lucas.
Mientras Vox va en tromba, el popular Pablo Casado modula más el mensaje, aunque eso no le ha impedido sumar sus votos en el Congreso con los de la ultraderecha para decir ‘no’ a la quinta prórroga del estado de alarma que pidió el Gobierno la semana pasada. Abascal critica sin tasa. Casado se modera más, pero atiza a Sánchez por su gestión de la crisis sanitaria y recurre a ETA para ello una década después de su último asesinato.
Casado ha tendido la mano, pero también la ha apartado al mismo tiempo: “Sería una irresponsabilidad ayudarle a prorrogar la alarma 15 días más”. El jefe de los populares culpó en el Congreso a Sánchez de convertir el estado de alarma en “una subasta con los separatistas y proetarras”.
La actitud del líder del PP es, con todo, consecuencia de un cambio de estrategia política que le ha dado buenos réditos electorales. No sólo ha sido un cambio en las formas, sino también en el fondo: el Casado perfectamente afeitado era quien hace un año, en una comparecencia de media, llamó a Pedro Sánchez traidor, felón, ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid de la ruptura de España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra, chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre y okupa.
La derecha contra Felipe González
Parte de la izquierda ha asimilado que la estrategia de subir las revoluciones forma parte del ADN de la derecha cuando esta se encuentra en la oposición. El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, conversó con el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero sobre ello en una de las últimas entrevistas que el líder morado hizo antes de llegar a la sala de mando de La Moncloa. “La derecha entiende que hacer política es que si ahora toca atacarte con las víctimas o con el dinero de Irán da exactamente igual, que eso forma parte de las reglas del juego”.
En muchas ocasiones, esa estrategia ha contado con el beneplácito, cuando no con el apoyo, de algunos medios de comunicación. Ahora es un canal de YouTube creado por el adjunto al director de Unidad Editorial, Javier Negre, quien ejerce de altavoz de la extrema derecha para hostigar al Gobierno. Pero antes fue el exdirector del diario ABC Luis María Ansón quien usó el poder de la prensa para vapulear a Felipe González.
El periodista reconoció que fue necesario poner en riesgo la estabilidad del Estado para atacar al expresidente socialista por los crímenes de Estado perpetrados por los GAL. En ese plan participaron el PP y “algunos medios de comunicación” y “financieros”. Según contó años después el propio Ansón, elevar tanto el tono de la crítica en un asunto tan sensible era “dinamita capaz de tambalear los cimientos de la democracia”.
En la hemeroteca queda la ristra de portadas, columnas de opinión e informaciones que vincularon casi a diario al entonces presidente del Gobierno con la organización del grupo parapolicial que surgió en el ministerio del Interior, y que pusieron en tela de juicio duda la neutralidad de las instituciones democráticas.
La masacre de Atocha contra José Luis Rodríguez Zapatero
El expresidente González llegó a decir poco después de la victoria de Zapatero que el PP debería permanecer en la oposición hasta que aprendiera a “perder democráticamente”. Cuando lo dijo, los populares se habían esforzado poniendo trabas al juicio sobre el 11-M que terminó probando la autoría islamista de los atentados tras la participación de España en la guerra de Irak.
Los masacre yihadista perpetrada en Madrid hace 16 años dejó casi 200 muertos que el PP no dudó en usar en su refriega con Zapatero y que supusieron la ruptura del pacto antiterrorista entre los principales partidos. En aquel momento de nuevo algunos periodistas, como Pedro J. Ramírez y Federico Jiménez Losantos, alimentaron teorías de la conspiración sobre la autoría de las bombas para involucrar a ETA y erosionar a los socialistas, partidarios entonces de iniciar un diálogo con la banda.
El PP se aferró a aquellas maquinaciones de parte de la prensa, lideradas por el diario El Mundo. El expresidente Aznar aportó su granito de arena en la comisión de investigación de los atentados en el Congreso cuando dijo que los que idearon el 11-M no estaban ni en desiertos remotos ni en montañas lejanas e insinuó que el atentado buscó apartar a los populares del poder.
Aznar recurrió a la mentira el mismo día del atentado y aseguró a los principales responsables de los medios que ETA era la responsable a pesar de contar ya con pruebas que apuntaban el papel yihadista.
Pablo Iglesias es muy duro con el expresidente del PP y se lamenta de que parte de la derecha se inscribiera a esa campaña: “Aquella llamada a los jefes de los periódicos diciéndoles que el 11-M era obra de ETA es una irresponsabilidad contra la democracia. Un jefe de un periódico no puede pensar jamás que un presidente del Gobierno le puede mentir después de un atentado en el que ha muerto tanta gente. Y por desgracia tenemos una derecha a la que le da igual”, contó a Zapatero.
El PP fue pionero con su estrategia tras el 11-M en el estilo populista que está implantando Steve Bannon. Así lo cree el escritor, columnista de El Confidencial, Juan Soto. “Se vio mucho lo poco que pesaba la verdad para cierto número no pequeño de españoles. Han estado muchos años fuera del poder. No les funcionó tan bien como podría haberles funcionado ahora que estamos más locos”, dice en el podcast Esto también es política.
El expresidente del PP Mariano Rajoy situó tras su derrota en 2004 a los ministros más dañados por la crisis del 11-M, Ángel Acebes (Interior) y Eduardo Zaplana (Trabajo), como número 2 del PP y portavoz en el Congreso respectivamente.
“Traicionar a los muertos”
Rajoy inauguró en ese momento un bronco estilo de oposición que le llevó a acusar a Zapatero, un año después de perder las elecciones, de “traicionar a los muertos”. Rajoy brindó frases como “es mucho más peligroso un bobo solemne que un patriota de hojalata”, al expresidente socialista. Y regresó al catastrofismo: “Si su mandato terminara aquí, usted pasaría a la historia como el hombre que en un año puso el país patas arriba, detuvo los avances, creó más problemas que soluciones, hizo trizas el consenso de 1978, sembró las calles de sectarismo y revigorizó a una ETA moribunda”. Pero no le funcionó. Rajoy perdió en 2008 y entonces llegó la crisis económica.
El PP, que rehusó apoyar al Gobierno salvo para la reforma constitucional que grabó la estabilidad presupuestaria, utilizó el crac financiero de hace más de una década para sacar a Zapatero del Gobierno. El expresidente socialista se vio obligado a realizar recortes históricos que los electores no le perdonaron. Fue entonces cuando el exministro de Hacienda Cristóbal Montoro dijo: “Que caiga España que ya la levantaremos nosotros”, según confesó la diputada canaria Ana Oramas. Nada nuevo bajo el sol.
Del Golpe del 36...
Una de las principales leyes que impulsó Zapatero tras llegar al Gobierno fue la de Memoria Histórica, que pretende reconocer y ampliar los derechos de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura de Francisco Franco.
En febrero de 1936 una coalición de partidos de izquierda, el Frente Popular, ganó las elecciones. Las derechas que apoyaron el golpe del 18 de julio lo justificaron aludiendo a que era necesario anticiparse a una revolución comunista. Los estudios realizados desde entonces, no obstante, echan por tierra esta hipótesis. Las posibilidades de que España siguiera los pasos de la Rusia soviética eran prácticamente nulas.
“El triunfo del Frente Popular estuvo precedido de terroríficos augurios sobre el ‘armamento de la canalla’, el saqueo de la propiedad privada y hasta ‘el reparto de las mujeres’. El tono apocalíptico fue creciendo durante la primavera”, según cuenta en una tribuna de prensa Fernando Hernández, profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Madrid especializado en el estudio de la Guerra Civil.
Las izquierdas que conformaron aquel Gobierno, presidido por Santiago Casares Quiroga, mantenían planteamientos distintos entre sí como para haber llevado adelante un plan concreto. Además, los comunistas eran entonces minoritarios en España y tampoco eran partidarios de posturas revolucionarias.
La derecha preparó el golpe tras perder las elecciones. El general Emilio Mola, como director, urdió el asalto violento contra la misma República que había gobernado la Confederación Española de Derechas Autónomas desde su entrada en el Gobierno en 1934.
El partido de José María Gil Robles echó por tierra los avances del primer bienio republicano: la reforma agraria, la reforma educativa y la macrocefalia del Ejército. Dirigieron, “otra República”, llamada a paralizar los planes reformistas del azañismo. La intentona de julio de 1936 fracasó, pero tensionó a la sociedad que se asomó a un cruento conflicto civil con alrededor de medio millón de muertos, según los expertos.
... Al del 81
La Unión de Centro Democrático (UCD) del expresidente Adolfo Suárez ganó las elecciones de 1979. Y, a partir de ese momento, con la Constitución ya aprobada, Suárez tenía el reto no ya de pilotar al país hacia un sistema democrático, sino de desarrollar una tarea de gobierno basada en principios constitucionales. Pero la misión le desgastó, le debilitó y la UCD entró en una crisis que terminaría con gran parte de sus cuadros en Alianza Popular, el embrión del actual PP.
Suárez también fue víctima de un plan de acoso y arribo. La extrema derecha, que sobrevivía en el Ejército, acusaba al expresidente de permitir el auge de partidos y fuerzas dispuestas a revertir la obra de Franco. Algunos exdirigentes franquistas, como Laureano López Rodó, censuraron el acercamiento de la UCD al Partido Comunista de España de Santiago Carrillo. El exministro de la dictadura señaló el camino a Suárez, y advirtió que Alianza Popular y la UCD tenían “grandes afinidades” y que, en vez de flirtear con el PCE, debía ocupar su espacio en el centro o en el centro-derecha.
En 1981 Suárez abandonó el gabinete. Pero la conspiración ya estaba en marcha. Leopoldo Calvo Sotelo estaba siendo votado en la sesión de investidura cuando se produjo la intentona golpista del 23-F, ejecutada por el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, quien no se perdió la exhumación de Franco el año pasado.
Esa intentona fue promovida por sectores postfranquistas del Ejército con el apoyo de la extrema derecha, que había visto hasta entonces cómo habían aterrizado en España las leyes del divorcio, de reforma fiscal y los regímenes preautonómicos para Cataluña y Euskadi.
Más de ocho décadas después, España está gobernada de nuevo por una coalición de izquierda. Aunque el PP y Vox consideran “ilegítimo” a Sánchez, según han repetido Pablo Casado y Santiago Abascal, aun habiendo conformado un Gobierno de acuerdo a las previsiones constitucionales y tras unas elecciones, las del pasado 10 de noviembre, libres de toda sospecha en una democracia consolidada como la española.
Iglesias se resignó con Zapatero en esa entrevista: “Ellos han naturalizado que en política todos los medios son aceptables. Qué más da mentir si esto es un juego en el que todo el mundo va a utilizar todos los instrumentos disponibles. Esto solo va de quién llega al Gobierno y vale absolutamente todo”.