De la corbata a los folios: lo que no contaron las palabras de Felipe VI
La ropa, la postura, los gestos de su cuerpo… el rey de España ha dicho mucho más que sus palabras en el discurso sobre la situación de Cataluña.
La situación era extraordinaria, pero todo el contexto ha tratado de ser lo más plano, sencillo y discreto posible. Y, precisamente por eso, también ha sido extraordinario: el rey de España ha hablado a la cámara durante seis minutos, en un único plano fijo, con los folios delante y sin florituras. Un escenario muy distinto de los antes visto en los discursos navideños anuales.
La aparición del rey de España para hablar sobre la situación de Cataluña a partir del referéndum del 1 de octubre ha dado y dará mucho que hablar. Felipe VI ha sido analizado por sus palabras, por lo que ha dicho y cómo lo ha dicho, pero también por todos esos elementos, casi símbolos, que han ido más allá de lo oral. Como le pasa casi a diario a su esposa, la reina Letizia (porque el vestuario femenino, y es innegable, sigue dando más juego en estos asuntos que el masculino) cuando saca a relucir un color, un corte concreto, una marca específica o una joya elegida a conciencia, todo lo que ha rodeado a Felipe VI en esta ocasión extraordinaria merece la pena ser reseñado.
Aparte de los discursos de Navidad, Felipe VI nunca había hecho una declaración institucional de este tipo. Su padre sólo hizo cuatro: por el golpe de Estado del 23-F, por los atentados del 11-M, en la muerte de Adolfo Suárez y para anunciar su abdicación.
El actual rey no aparecía en público desde el pasado martes, puesto que había dejado su agenda despejada toda esta semana, y este discurso la ha llenado con creces.
El monarca ha optado, como es habitual en él, por un traje oscuro, pero no gris ni azul: esta vez, prácticamente negro. Es el más formal que podría haber elegido para el momento.
El rey se ha dejado de cuadros, rayas y colores: ha tirado de lo básico, del color blanco, como las camisas que tan de moda puso y que siempre usaba Barack Obama, la que implica trabajo y esfuerzo, pero también la más básica. El lienzo perfecto para que lo que destaque sea la corbata y, sobre todo, sus manos y su rostro.
Este es el elemento que siempre da más juego. El rey no tiende a hacer demasiados guiños en sus corbatas, aunque sí se anima en ocasiones festivas, como en partidos de fútbol. En ocasiones (en esta, de hecho, algunos lo esperaban) se atreve con el verde. Dice la leyenda popular que una corbata de ese tono tiene un significado especial gracias a un acrónimo: Viva El Rey De España. Así, una de las últimas veces que la llevó fue en un partido de fútbol en el Vicente Calderón, en mayo de 2017, en la final de la Copa del Rey, entre el Barcelona y el Alavés.
Esta vez el soberano ha escogido el rojo, incluso en un tono grana, un color que se asocia precisamente con España y que ha usado en partidos de la selección de fútbol. También, como la camisa, una corbata sin florituras, donde destaca el color: limpieza, fuerza y marca España.
Como es habitual en él y como se le ha visto desde su primer discurso como rey en 2014, Felipe VI ha lucido su alianza de casado (algo que, en cambio, no se ve en la reina Letizia, que no la lleva nunca). Llevar dicha joya, un símbolo, en la mano izquierda es algo especialmente común en Cataluña y la Comunidad Valenciana.
Parece que se ha visto en Felipe VI más gestualidad que otras veces. Ha estado calmado, con los ojos abiertos, y con algunos momentos concretos frunciendo el ceño para darle más fuerza al asunto que quería destacar. En cuanto al cabello, Felipe VI ha querido ser clásico en ese aspecto. Ha continuado con su barba, muy poblada, y su castaña (cada vez más rala) melena.
Han sido las grandes, grandísimas protagonistas. Mucho movimiento, gestos, giros... han estado constantemente en movimiento, al revés que en otros discursos del rey, donde suelen estar apoyadas sobre el regazo o moverse de forma más ligera. De hecho, ha llegado a levantar el antebrazo. Este es un gesto de fuerza, de auténtico interés en transmitir su mensaje, de poder.
En 2015, el discurso de Navidad del rey cambió la cercanía de Zarzuela por la pomposidad del Palacio Real. En 2016 regresó a su casa. Esta vez, la situación requería profesionalidad, de ahí que Zarzuela (donde Felipe VI vive y trabaja) haya sido la elegida.
Además, el rey ha escogido su despacho para un momento como este, probablemente el más delicado y en el que debe mostrarse más profesional de sus tres años y cuatro meses como soberano. También se ha quedado en su escritorio: el estar tras la mesa le da un aspecto de trabajador.
No ha habido muebles, cuadros a la vista (detrás, uno de Carlos III que sólo se ha apreciado a posteriori), fotos, cortinas ni nada que analizar, puesto que el discurso ha tenido lugar con Felipe VI sentado tras un escritorio de madera, con un cuadro de fondo, un portapapeles (también en piel granate), un taco de folios (usados y leídos: se podían apreciar frases escritas y cómo las esquinas estaban más levantados) y un ordenador portátil negro. Al no haber luz natural no se puede adivinar la hora exacta a la que ha sido grabado.
La bandera española se ha situado en primer término en todo momento. La europea, algo más oculta (como en sus discursos de Navidad), también ha estado presente en su despacho, pero la bandera española ha sido la absoluta protagonista.