David Trueba: "Los cineastas españoles nos sentimos más agasajados fuera de España"
El director de cine, guionista y escritor publica su nueva novela, 'El río baja sucio'.
No debes asustarte: David Trueba se enrolla, pero no habla por hablar. Así que quédate a ‘escucharlo’, porque merece la pena. El cineasta ha escrito una nueva novela, El río baja sucio (Siruela), aunque nunca lo escucharás decir ‘yo vengo aquí a hablar de mi libro’. De hecho, se mete al barro con todo y de lo que menos habla es de su obra.
Es un “fuguista”, asegura. No quiere estar nunca en el lugar en el que se le espera. Eso solo sirve “para que te claven como una mariposita en el álbum y poder decir ’a éste ya lo tenemos”. Quizás por eso, nunca lo ves venir: un día escribe una novela, otro día te sorprende con un guion y al siguiente dirige una película. La próxima, por cierto, ya la está montando y la veremos el año que viene. Lo está haciendo con su estilo. “Me gusta que tenga algo de mí, pero que no sea rápidamente identificable. Una película debe ser acertada en el estilo, en cómo cuenta lo que quiere contar, no en ser un director de marca, porque entonces siempre haces las cosas igual. El estilo es ser capaz de cambiar”, explica el director de Vivir es fácil con los ojos cerrados.
Escaquearse no es lo suyo (Trueba habla de todo). Y su mayor valor es su capacidad para hacerte pensar. Da igual que estés más o menos de acuerdo con él. Estas son sus reflexiones durante la presentación de El río baja sucio y en una entrevista con El HuffPost Life:
El gran peligro de la sociedad que los gobernantes no quieren ver es la frustración. Si frustras los sueños o aspiraciones de la gente, produces violencia.
La igualdad de oportunidades es una frase hecha, pero tiene que ser un concepto vivo. Para los que crecimos en los años setenta quería decir que los chicos que no tenían padres ricos también pudieran estudiar. Hoy en día tiene que ser aspirar a más cosas. Eso provoca muchísima frustración, que la gente no pueda cambiar o recuperarse de sus errores, aunque no es solo problema de los políticos, es un problema social.
Los jóvenes están redescubriendo la naturaleza sin saber a qué se refieren cuando hablan de ello, viven en un mundo tecnologizado. Las vacaciones de la bici y el río están muy lejos. Empiezan a hablar de ‘ecología’ cuando lo que quieren decir es ‘naturaleza’. En la naturaleza están las respuestas, y todo lo demás es angustia existencial. Los jóvenes son las personas menos respetuosas con el medio ambiente que he conocido nunca. Cuelgan vídeos que requieren una planta que desprende calor y derrite el Ártico. Contaminar es intrínseco al hombre. Veo a los jóvenes muy despistados entre su modo de vida y lo que reivindican a sus abuelos.
Si una sociedad espera que venga un salvador, esa sociedad va a caer seducida por el fascismo. El superhéroe es un mito infantil, sustituye a la princesa o al hada madrina. Es basura que se mete en la cabeza de los jóvenes.
En lo único que se gastan dinero los padres alegremente es en algo que da satisfacción a los hijos. Hay que afinar muy bien, porque un niño satisfecho es un niño peligroso. La vida está llena de insatisfacciones.
La primera tiranía es considerar que el que gana en votos puede hacer lo que quiera. Lo veo hasta en las primarias, que se impusieron como un ejercicio ‘democrático’. Los partidos hacen primarias, como concepto perfecto, pero el que gana elimina todas las rivalidades. El partido resultante, ¿es más plural, más democrático, o menos? Creo que menos. Las herramientas de la democracia se utilizan para ejercer la tiranía.
A las personas hay que darles la oportunidad de reconducir su camino. Cuando un criminal sale de la cárcel y vuelve a cometer un crimen pensamos que el error es no haberle tenido en la cárcel más tiempo, pero lo que evidencia es el fracaso del sistema penitenciario. ¿Para qué han servido esos diez años de pena? Estamos en el camino hacia la pena de muerte después de siglos intentando desmontarla.
La cultura no tiene que ver con saber muchos nombres, sino con haber visto la vida desde muchos sitios. Lo importante no es saber decir tres pintores del Renacimiento, sino pararte a pensar qué significó la época. Un cinéfilo es una persona que ha extraído la esencia de una película, que se enfrenta a ella no porque es lo que hay que ver, sino por la experiencia que esa película le provoca. Eso es la Cultura. Cuando oigo hablar de Cultura no me identifico para nada con lo que se dice.
Se hablaba mucho de Murakami y me parece un escritor light para el Nobel. En el Nobel hay una cierta grandilocuencia, parece que el que gana tiene que ser un señor que se lo ha tomado en serio. A veces el Nobel busca un perfil que no sea ese, el de un escritor ‘más termita’ que ha hecho carrera, como Modiano o Alice Munro. En muchas ocasiones el Nobel te lo dan por insistencia. Me pasa como con el Oscar, son premios que considero un accidente laboral. Cuando escribes una novela hay tres accidentes laborales posibles: uno es el éxito, otro es la indiferencia y otro es el fracaso. Lo más humillante del premio Nobel es cuando algún periodista con filo nombra a siete premiados de los que nadie se acuerda. De pronto es como ‘qué divertido’. Ni con el Nobel eres inmortal. Por eso me ha hecho ilusión que Vargas Llosa saque otro libro y que tenga amoríos, porque estas cosas para mí solo tienen un significado, que hay un señor que se rebela contra que el Nobel sea su lápida en vida. Pues claro que sí, tío, a vivir, que son dos días.
Hay éxitos que son una condena. Cuando alguien fracasa siempre le digo ‘qué fantástico’, porque te permite empezar de cero, pero un éxito te obliga a no decepcionar, a seguir haciendo lo mismo, a responder a una marca y te empiezas a repetir. Tenemos que ser libres, decepcionar.
Si algo tenemos bueno los Trueba es que la gente se acerca a nosotros sin saber muy bien lo que vamos a hacer, con una cierta confianza en que hay una decisión honesta y personal en lo que estamos haciendo, más allá de cómo vaya a ser percibido. Al principio el apellido pesaba mucho, y [como el éxito es una condena] cuando Fernando ganó el Oscar pensaba ‘esto nos va a hundir, nos va a convertir en una estirpe’, pero luego Fernando se encargó de emborronarlo, luego yo, Jonás lo emborrona constantemente... (ríe).
La gente que vivió la guerra es muy anciana o ha fallecido. Estando viva esa generación se podía hablar de esas cosas, se podían hacer películas e incluso ser tendencioso porque la sociedad era menos agresiva, era más tolerante precisamente porque habían vivido la guerra y no querían volver a vivirla. Ahora estamos viviendo una especie de aceleración de la agresividad porque a la gente le quedan lejos esas cosas y no se da cuenta de que fueron dramas humanos, y que el drama ideológico es lo menos interesante. La gente se ha quedado con lo ideológico y eso empobrece la sociedad. Cuando dejamos de mirarnos como seres humanos nos empezamos a juzgar de manera más brutal. Cuando conoces a un ser humano entiendes por qué tomó una decisión, por qué estuvo en un lugar, por qué estuvo en otro... así fue la película que hice sobre la Guerra Civil (Soldados de Salamina) y he tratado de que la ideología, como pasó en el 36, no nos nuble, sino que sean los valores humanos los que queden por encima. A veces se utilizan eslóganes o posiciones políticas para ganar adeptos. No te debes promocionar buscando el conflicto para ganar.
Sí he tenido la percepción de que los españoles odiamos el cine español. Como la he tenido en algunos momentos con respecto al criterio que había sobre la música española, sobre la literatura española o sobre el arte español. Siempre es muchísimo más problemático lo que tienes cerca. Cuando Ava Gardner se vino a vivir a España acabó por aburrir a la gente y los vecinos la odiaban. Cuando vivía en Hollywood, era admirada y todo era belleza. Cuando tienes algo cerca pierde el misterio. Los cineastas españoles cuando vamos fuera nos sentimos más agasajados, comprendidos, premiados... especialmente con películas que aquí no han tenido mucho eco.
En los años cincuenta y sesenta se usó el cine español como una barrera de humo, como los toros. La españolada, ese cine en muchos casos odioso que transmitía valores de un cristianismo nefasto, antifeminista, el folclore malentendido o el patriotismo nulo, hizo mucho daño al cine español. Cuando llegó la democracia hubo una transformación radical y el pueblo se volvió en contra porque le parecía que el cine pertenecía a unos pocos, a la élite. Estamos todavía en plena batalla. Creo que ha bajado muchísimo la animadversión, pero sigue quedando en algunos estamentos. Es una animadversión un poco generalizada, un poco faltona, pero es mucho menor que hace 15 años.
Las películas deberían juzgarse como cine, no por el tema. La gente confunde el tema con la película, el eco que tiene o las polémicas en las que entra son el asunto que aborda. No me interesa el tema, sino que esté bien contada, bien hecha. No caigamos en polémica por el tema de una película, hablemos de la propia acción, de la forma en la que está hecha. Al final estamos hablando de la Guerra Civil y es un error. Hay que juzgar las películas cinematográficamente. Si tiene que ganar público o premios es por su calidad cinematográfica. Ese error es constante.
Hay un renacimiento de una cierta nostalgia política, incluso hay un partido político que se define como nostálgico y hace apelaciones a los Reyes Católicos, una cosa surrealista. En esa nostalgia política se ha recuperado el odio a la cultura española como si fuera de una élite izquierdista. Forma parte de una estrategia. Tontos seríamos de caer en el error de pensar que eso es serio. En política se tienen que hacer cosas con asuntos de la actualidad y no del pasado. Me parece mal en la izquierda y la derecha. No creo que deban usar las cosas de nuestra historia para ganar cuatro votos. La historia es muy sensible y cada uno tiene derecho a tener una relación sentimental con su propio país. Cada vez que escucho a un político utilizar cosas del 36 en su campaña electoral, me produce sonrojo.
[Los jóvenes que vienen son más machistas] por el olvido de lo que verdaderamente significa la libertad y la democracia. La idea de que era necesario cambiar, de que veníamos de un país en el que la mujer estaba sometida, en el que no podía abrir una cuenta bancaria ni podía separarse, en el que se llamaba crimen pasional a un asesinato... Todo eso estaba muy presente, se hablaba, se transmitía la idea de libertad, de sensibilización, porque estaba muy cerca el peligro. Se ha bajado el pie del acelerador y a la gente se le olvida qué es la libertad. La libertad de la mujer es insoportable para mucha gente, para la idea que le han metido en la cabeza del amor, de la posesión. No soportan que alguien a quien ellos aman no les quiera. Si nos olvidamos de educar en la libertad se vuelve al mismo error.
La gente tiene la tendencia a pensar que los españoles del 36 eran idiotas. No, no eran idiotas, fueron profundamente manipulados, utilizados y degradados en su humanidad para estar al servicio de unos pocos interesados en el conflicto. Eso no puede volver y no podemos olvidar que los chicos de ahora se han educado pensando que la libertad está ahí, pero si está ahí es porque la conservamos y la revisamos, destilamos lo que es verdad y lo que no.
Los jóvenes vuelven a ser machistas porque las nuevas tecnologías han surgido en el pirateo, en la idea de que no había leyes ni reglas. Forma parte de la sociedad y, por eso, no se pueden exigir leyes distintas. No vale todo. ¿Qué diríamos de una chica a la que rodean y comienzan a insultar en la calle por cómo va vestida? Nos parecería intolerable. Pues eso pasa en las redes todos los días, ha estado pasando y parecía que eso no formaba parte de la sociedad. Llega un chico que sale con una chica y le dice cómo tiene que vestir o le coge las claves del móvil. ¿Nosotros tolerábamos que nos abrieran las cartas? Hemos creado una sociedad paralela o a la tecnología le ha interesado crear una sociedad paralela sin reglas. Ahora hay que rehacer y es mucho más difícil. Esto ha calado en los chicos muy jóvenes y les ha convertido en verdaderos déspotas.