¡Cuidado con la reacción (o 'backlash')!
El otro día, en plena efervescencia del fenómeno Aquarius, tuve un pequeño percance en un bar al que voy habitualmente. El camarero, sabiendo que soy una persona sensible con la situación de los refugiados, empezó a hacer chistes con la intención de Pedro Sánchez de quitar las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla. "Sí, hay que quitarlas de los dos lados, pero en medio hay que poner una valla electrificada", y cosas así.
"Déjalo pasar, está bromeando, haz como que no le oyes, es una persona a la que aprecias y no quieres discutir con él". Pero no fui capaz de cumplirlo, discutimos, la discusión se agrió, yo acabé con un cierto sentimiento de culpabilidad (de perder los papeles) –y creo que él también.
Quizás yo podría haber manejado la situación mejor, sin duda. Pero también considero que hay algunos fenómenos con los que no sirve el sentido del humor, con los que no se puede contemporizar. A las personas hay que respetarlas siempre, y a las ideas casi siempre. Considero que hay cinco ideas o actitudes que no merecen ser tratadas ("o discutidas") con respeto: la pederastia, la homofobia, el sexismo extremo, el racismo y el revisionismo nazi.
Para consolarme, una amiga que estaba por allí me comentó que ella había tenido alguna discusión parecida a propósito de la tauromaquia (ella se opone a la misma). Pero creo que el símil no estaba bien traído. Aunque uno sea anti taurino, o aunque rechaces la caza, puedes respetar perfectamente las opiniones de los aficionados a los toros o a la caza. Pero no se siente lo mismo ante un comentario chistoso sobre una víctima de la pederastia o ante un chiste racista.
Por otra parte, esta actitud mía no es original, sino que, afortunadamente, es una norma social ampliamente extendida en la actualidad en la sociedad española (hace treinta años con frecuencia se toleraba que alguien contara un chiste racista; hoy estaría bastante mal visto). Por ejemplo, como sostiene el sociólogo estadounidense Eric Anderson (refiriéndose a Estados Unidos y a Gran Bretaña), hace unas décadas estaba estigmatizado socialmente ser homosexual, mientras que hoy día está estigmatizado ser homófobo (puede que todavía exista bastante homofobia, pero los homófobos sienten vergüenza de expresar en público su homofobia).
Pero sigo con mi relato. Más tarde me encontré con otro conocido. Surgió también el caso del Aquarius, y esta persona (muy poco afín al PSOE y a la izquierda política) me transmitió su preocupación (y una cierta sensación de malestar) por la excesiva entrada de inmigrantes irregulares y por el efecto llamada de la decisión ("efectista") de Pedro Sánchez de acoger a los inmigrantes del Aquarius.
Estos dos son ejemplos de actitudes de "reacción", o "backlash", en inglés. Veamos cómo podemos definir lo que es el "backlash". Cuando se produce un cambio favorable en algunas normas sociales, acompañado de un importante apoyo y repercusión social y mediático, ello a menudo da lugar, en paralelo, a un fenómeno de reacción de una parte de la población contra ese fenómeno o tendencia. Además, no se trata de una mera oposición o desconfianza hacia ese fenómeno, sino más bien de un sentimiento de irritación o "resentimiento" respecto a ese fenómeno.
Un ejemplo es la gran significación y el gran apoyo social que tiene en la actualidad en España (y en el mundo) el fenómeno de la igualdad de género. Pues bien, es precisamente ese apoyo social, político y mediático sin precedentes lo que da lugar a que, entre algunas personas, surja dicho sentimiento de "backlash". Éste sentimiento se manifiesta en aspectos como "detesto todo lo políticamente correcto" o, en el caso de algunos hombres, "la igualdad de género va contra mí" (es decir, sentir erróneamente que la igualdad de género es un juego de suma cero).
En el caso que nos ocupa, está claro que la iniciativa del gobierno español de acoger a los 630 inmigrantes del Aquarius es algo bueno, humanitario y noble, y así lo han entendido y sentido los medios de comunicación y buena parte de la sociedad española. Pero precisamente por eso, entre algunas personas se puede estar produciendo ese sentimiento de resentimiento que acabamos de comentar.
Ejemplos de "reacción" de gran magnitud son el Brexit del Reino Unido o la victoria de Trump en Estados Unidos. En ambos casos, la crisis económica, el aumento de las desigualdades, las crisis de los refugiados, la creciente sensación de inseguridad, han sido el caldo de cultivo para que una serie de populistas y reaccionarios hayan podido explotar el sentimiento de miedo, pérdida de estatus y frustración que han experimentado amplias capas de población blanca de Estados Unidos y del Reino Unido. En ambos casos, así como en otros países de Europa, el eje central sobre el que se han diseñado las estrategias populistas ha sido la explotación del fenómeno psicológico del miedo al extranjero y a lo que viene de fuera. Y, paradójicamente, esto se ha producido en un contexto en donde las normas sociales eran cada vez más favorables hacia la diversidad, la multiculturalidad y el cosmopolitismo.
Por ahora, frente a la crisis migratoria en el Mediterráneo, es posible que entre la población española esté predominando el sentimiento de fraternidad, solidaridad, humanidad y cosmopolitismo. Pero, en el otro lado de la balanza, hay que tener también presente la amenaza del "backlash", el cual se puede ver intensificado en la medida en que vaya calando entre la población la percepción de que estamos "siendo invadidos" por los inmigrantes, como ya sucede entre muchos italianos, alemanes o franceses (por cierto, aunque ahora no hay tiempo para tratar este tema, es evidente que no estamos siendo invadidos por los inmigrantes, ni lo vamos a estar, y que éstos no tienen nada que ver con ni uno solo de los males que nos aquejan).
¿Qué podemos hacer personalmente para evitar en nosotros el sentimiento de reacción? En primer lugar, siempre viene bien recordar que, como seres humanos que somos, funcionamos con imperativos morales ("soy solidario con las personas que llegan en barcos como el Aquarius porque es lo justo, porque está bien"). También nos puede venir bien ser conscientes de que podemos ser vulnerables a experimentar el fenómeno psicológico del backlash.
Es muy similar a lo que sucede con los estereotipos: una vez que los reconoces estás en mejores condiciones para neutralizarlos. Y quizás también podríamos aplicar un poco más el principio de la duda metódica de Descartes (ten espíritu crítico, duda de todo). "Los africanos nos están invadiendo" (¿Estás seguro? ¿Has mirado las cifras? ¿Has mirado las cifras de las tasas de natalidad en España?). "Las pandillas de chicos jóvenes de origen marroquí son conflictivas" (¿Estás segura? ¿Todas las pandillas de chicos jóvenes marroquíes son conflictivas? ¿Has tratado con pandillas de jóvenes marroquíes? ¿Son más raros los adolescentes varones de origen marroquí que los adolescentes varones de origen hispano?).
Además es importante que dispongamos de información veraz, de unos medios de comunicación responsables y de unos partidos políticos a la altura de las circunstancias. Y, en aras de una integración armoniosa de nuestros conciudadanos inmigrantes, es importante mantener unas buenas políticas sociales de integración y de oportunidades laborales.
¡Celebremos ahora el retorno de la sanidad universal antes de que la reacción nos quiera amargar la fiesta!
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