Cuando quise entender por qué me dolía tanto cuando tenía la regla
Forma parte del juego. Los productos higiénicos son rosas, la sangre es azul en los anuncios y con la regla duele la tripa. Nunca había cuestionado eso. He de decir que la menstruación nunca me había impedido realmente hacer algo. Obviamente, era doloroso; obviamente, me encontraba mejor tumbada y con calor. Pero, bueno, tampoco era para tanto, ¿no? ¿No era eso lo que sufrían todas las mujeres? Un Spasfon, un Doliprane (o dos), y listo.
La píldora, por suerte, calmó la cosa. Con ella, nada de ovulación, nada de dolores, y así durante años. Pero me hice periodista en octubre de 2012 y dos meses más tarde se publicó en Le Monde el testimonio de Marion Larat, una joven que denunció a la empresa farmacéutica Bayer por sufrir un infarto cerebral que ella atribuía a la píldora.
Después de varios artículos, numerosas entrevistas y un par de consultas con mi ginecóloga, al final decidí ver si podía arreglármelas sin la pastilla. Desde hacía tiempo me había olvidado de lo que me provocaba la regla. Al principio no era tan desagradable y, sobre todo, lo compensaba el hecho de no tener que tomar una pastilla todas las noches a una hora fija.
Luego, un año después de haber dejado la píldora, me levanté una mañana el primer día de regla sabiendo que la jornada iba a ser de todo menos simple. Me dolía tanto el vientre que me cortaba el apetito. ¿Y la idea de faltar al trabajo por la regla? Imposible. ¿Quién hace eso? Así que me preparé como cada mañana y caminé hasta el metro.
A unos metros de la estación, me daba vueltas la cabeza y el dolor me doblaba. No podía dar ni un paso más. Di media vuelta y me cogí la mañana libre. Tumbada y con calor, el dolor por fin perdió intensidad.
Esta es la primera vez que tuve dudas. Claro que había oído hablar de la endometriosis. Había leído los terribles testimonios de personas anónimas y de estrellas que hablaban de dolores insoportables, de problemas de infertilidad. Incluso yo había escrito artículos. Pero, al igual que con la píldora, tuvieron que pasar varios meses antes de sentir que me concernía. Hasta que entrevisté a la doctora Isabella Chavanaz Lacheray.
Fue en la primavera de 2016 cuando empecé realmente a investigar. La endometriosis suele ser hereditaria. Así que pregunté a mi madre: ¿había sufrido ella ese tipo de dolor? ¿Y mi abuela? ¿Mis tías? Nada de nada. Mi boda se acercaba y se suponía que iba a coincidir con mi primer día de regla, que se había vuelto cada vez más caprichosa y dolorosa. Finalmente encontré la respuesta por la parte de mi tía paterna. Ella se acordaba de que mi abuela tenía que faltar frecuentemente al trabajo por culpa de la regla. También mis tías tenían una menstruación muy dolorosa, me confirmó.
Yo había llegado al punto de desear que me viniera la regla en fin de semana para que el primer día no coincidiera con una jornada laboral. Una vez me vino un viernes por la mañana, en medio de una grabación en vídeo. No podía hacer nada. Me acuerdo de volver a la redacción en metro, transportando una parte de material y con la sensación de que iba a desmayarme ahí, en pleno vagón. Al llegar al trabajo tuve que pasar una hora en la enfermería.
La enésima mañana que tuve que quedarme en casa por culpa del dolor, llamé a mi ginecóloga de urgencia. Le expliqué mis dolores, la incapacidad de hacer frente a mi programa habitual, la inutilidad de ciertos medicamentos y los antecedentes familiares. "Parece que es endometriosis", me dijo antes de prescribirme una ecografía pélvica.
La ecografía confirmó el diagnóstico. Y fue un alivio. Tenía endometriosis, no era una excelente noticia, pero, al menos, iba a dejar de sufrir esos dolores. Al parecer no era "normal" ese dolor menstrual, como yo pensaba hasta entonces.
Solo había una solución: tomar una pastilla para siempre para dejar de tener la regla. La verdad, no me encantaba la idea. Pero, al menos esta vez, bien informada, me atreví a hacer todas las preguntas posibles sobre esta pastilla... Y después sobre la otra que me prescribió la ginecóloga tras el fracaso de la primera, que no consiguió bloquear mi ovulación.
Actualmente, la endometriosis no ha cambiado gran cosa mi día a día. Me siento afectada de una forma ligera. Pero ahora sé que el día en que quiera quedarme embarazada, no podré decir: dejo la pastilla y probamos dentro de seis meses. Tendré que quedarme embarazada lo más rápido posible para que la endometriosis no tenga tiempo de avanzar demasiado.
Desde entonces valoro la importancia de ser actriz de mi propia salud. Sin el trabajo de estas estrellas, anónimas y médicos, que toman la palabra para hablar de una enfermedad que afecta a una de cada diez mujeres, que te invalida en tu día a día y que puede tener terribles consecuencias, nunca habría tratado de descubrir por qué me dolía tanto cuando tenía la regla.
Por fin la medicina se interesa por un tema que puede afectar potencialmente a la mitad de la humanidad. Aprovechémoslo.
Este post fue publicado originalmente en la edición francesa de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano