Cuando mis nietas me pregunten
"La trata de mujeres para explotación sexual no es sólo un delito o la violación de un derecho: es una suma de delitos sobre muchos aspectos de una mujer, la supresión de todos sus derechos humanos. Una mujer víctima de trata para la explotación sexual es una persona devastada, alguien a quien se le ha quitado por la fuerza toda condición humana con la mera intención de convertirla en una cosa que se puede golpear, vejar, torturar y matar"
Con este párrafo, mi novela Cornelia, intenta explicar de qué manera esta mecánica criminal lacera a las mujeres víctimas. La trata es una de las violencias machistas más extremas; una violencia que se perpetúa durante y, si logran escapar, después del cautiverio.
Es un delito, también, que esconde una segunda capa de perversión: nos hace creer que estamos a salvo, que "a mí no me va a pasar", que "eso le sucede a otro tipo de mujer", y no es así. Nos mentimos, nos engañamos y cuándo descubrimos el embuste, ya es tarde.
Nada nos pone más en riego que creernos a salvo. ¿Cómo lo supe? Gracias a la cantidad de mujeres víctimas de trata que de manera generosa me contaron sus experiencias.
Y cada una de esas palabras dichas, muchas veces, con la voz cortada; cada una de esas lágrimas que se permitieron llorar ante mi micrófono; cada uno de esos cuerpos marcados, golpeados y ultrajados, quedaron grabados a fuego, no sólo en mi mente, también en mi deber ser.
Soy mujer, soy feminista, soy defensora de los derechos humanos y en el marco de esa militancia sentí la obligación de escribir sobre este tema. No me puedo callar, porque en el mundo las mujeres no nos callamos más.
En el año 2015 en mi país, Argentina, arrancó una revolución de mujeres, un grito colectivo que sacudió desde La Quiaca, en el norte, hasta la Patagonia, en el sur; todas salimos a las calles y dijimos Ni una Menos, basta de femicidios. En ese momento como periodista, pero sobre todo como mujer y madre de una hija, empezó una búsqueda interna que inspiró mi novelaCornelia.
Por eso, esta novela, no es sólo una historia sobre trata de mujeres, es un relato de búsqueda. ¿Puede el pasado condicionar nuestro presente? ¿Podemos guardar debajo de la alfombra nuestras miserias para siempre? ¿Cómo se construye un asesino? ¿Cómo se (de) construye una víctima?
Cornelia Villalba es una adolescente que desaparece durante un viaje de estudios en un pueblo de la Patagonia. La noche en la que la nieve se la traga, no estaba sola, sus amigas bailaban y reían a su lado en un bar de pueblo. Nadie nunca pudo encontrar a esta chica, solamente una cadena y una medalla pudieron, los investigadores, recuperar de Cornelia.
Años después, una de esas niñas, devenida en mujer policía, decide desandar el camino del pasado y buscar a su amiga. Hasta que ella también desaparece.
Escribí esta novela con el alma desesperada, en el momento exacto en el que millones de argentinas sentimos que el machismo nos estaba matando. Y sin embargo aquí estamos de pie: escribiendo, militando, marchando, pidiendo que todas las Cornelias vuelvan a casa.
No sé si lograremos el cometido de esta lucha feminista y amorosa, lo que sí sé es que cuando mis nietas me pregunten qué estaba haciendo yo mientras nos mataban, con orgullo les voy a decir que desde la literatura aporté un granito de arena a difundir lo que nos pasa y que fui parte de la revolución de las mujeres. Nosotras, juntas, somos infinitas.