Cuando la atracción sexual no existe
Setenta millones de asexuales viven estigmatizados por quienes desconocen qué significa esta orientación.
Salva tiene 49 años y es asexual. Cuando era sólo un adolescente, escuchaba a sus amigos hablar de sus ligues, de los métodos anticonceptivos que usaban o de las posturas que practicaban. Él no sentía el más mínimo interés. De hecho, hasta su paso por el Servicio Militar no tendría alguna experiencia sexual. Fue en ese momento, en los ratos libres y aburridos, cuando comenzó a masturbarse. Pero pasaban los años y no había compartido un momento íntimo con una mujer. Quizás por vergüenza, pensaba: Salva es tímido hasta el extremo.
"Imagina en la adolescencia, cuando todos empiezan a tener deseos sexuales y ellos no. Al principio piensan que son homosexuales", explica la presidenta de la Sociedad Internacional de Especialistas en Sexología (Sisex) Miren Larrazábal. La asexualidad es una orientación. Quienes así se identifican no sienten atracción sexual, aunque sí afectiva, hacia otras personas o la sienten con muy poca intensidad o frecuencia —y en esos casos pueden disfrutar de las relaciones como cualquier otro. Popularmente, se entiende que ser asexual implica no tener ningún tipo de comportamiento sexual. Es un error derivado de confundir atracción con comportamiento, tal y como indica Larrazábal.
Además, algunos asexuales se masturban, aunque lo hacen buscando otro tipo de placer —como liberar estrés— y no como una conducta erótica, explica la sexóloga. Muchos tienen pareja, con la que llegan a tener conductas sexuales e incluso coito, y lo viven como un acercamiento íntimo, mientras que otros confiesan que les cuesta encontrar a alguien por su orientación. En algunas ocasiones lo hacen sólo para cuidar a su pareja y fortalecer la intimidad. "Vivimos en una sociedad coito-céntrica y pensamos que la sexualidad sólo es genitalidad. Los asexuales se besan, se abrazan, se acarician...", relata la psicóloga.
En palabras de los asexuales, su orientación no está vinculada a un determinado comportamiento sexual (como aversión al sexo o a las relaciones) ni implica necesariamente la incapacidad de tener deseos sexuales. "Es importante no confundir atracción con libido. La libido es el impulso o deseo sexual, mientras que la atracción delimita hacia quién va dirigido ese deseo", explica Elena, una joven asexual. La de ella no está dirigida hacia ningún género.
Con el paso del tiempo y desde que terminó el Servicio Militar, muchos de los compañeros de la escuela de Salva empezaron a formar una familia. Él se iba quedando atrás. La comparación le hacía sentirse desplazado, hasta tal punto que empezó a darle vergüenza que le vieran solo y comenzó a consultar en los periódicos anuncios de búsqueda de pareja. De ahí pasó a las agencias matrimoniales, pero tampoco dio resultado. Ya había cumplido 32 años y le angustiaba pensar en la eterna soltería.
Conoció a una chica que trabajaba en una compañía de artículos naturales de Bangkok y con la que compartía el interés por ese tipo de productos. Empezaron a escribirse y cogieron confianza. Ya llevan trece años casados. Fue su primera mujer en todos los sentidos y es la madre de sus dos hijos, de 9 y 6 años.
De los asexuales arrománticos a los demisexuales
Existen varios tipos de asexualidad. Los más 'conocidos' son los arrománticos —que sienten afecto pero no experimentan limerencia (el estado mental resultante de la atracción romántica)— y los demisexuales —que se sienten atraídos sexualmente una vez establecida una relación de confianza profunda, con un vínculo emocional—. La expresión que se usa para referirse a todas las personas del espectro asexual que pueden sentir atracción en contadas ocasiones es la de grisexualidad.
Salva es hetero-romántico demisexual. Su atracción sexual es baja. Sin embargo, cuando se casó todavía no lo sabía. De hecho, las relaciones íntimas le han costado enfados y altibajos con su mujer. Un día escuchó la palabra asexual en los medios de comunicación y decidió indagar más acerca de su significado, pero no le prestó mayor atención. Un tiempo después, volvió a escucharla. Entonces, la curiosidad fue mayor y empezó a descubrir su significado real. Con más de 40 años, se registró en la web de AVENes (la red internacional para la visibilidad y la educación en asexualidad) y le empezaron a encajar lo que hasta el momento solo habían sido dudas y sentimientos indefinidos que no había sabido acoplar. Hoy ya lo tiene claro y sigue viviendo en pareja.
"En algunos momentos ella me ha preguntado si realmente la quiero, si tengo a otra, si deseo abandonar la relación... Sus dudas me provocan una enorme tristeza y baja autoestima. Las parejas mixtas alosexuales—asexuales pueden ser complicadas si uno de ellos no acepta o no está completamente al día en nuestra manera de entender las relaciones íntimas y los sentimientos. ¡Yo la quiero con todo mi corazón!", expone.
Elena, que prefiere no revelar su edad, es asexual arromántica. Siempre ha sido consciente de que no siente atracción sexual, aunque no supo poner nombre a su orientación hasta hace tres años, cuando se encontró el término en internet. Precisamente ese es el detalle que les puede hacer estar confundidos en un principio, sentir "otros tipos de atracción, como la estética, la afectiva...", explica. "Hasta que no lo comparé con otras personas no me di cuenta de que la manera en la que yo sentía la atracción hacia otros no coincidía con cómo la experimentaban los demás", relata la joven.
La joven ha tenido varias parejas, "pero el modelo normativo basado en el amor romántico nunca ha encajado bien" con ella porque no experimenta tampoco atracción romántica. Cuando ha accedido a salir con alguien, su decisión ha tenido más que ver con los deseos de la otra persona que con los suyos propios. Ella se siente satisfecha con una amistad íntima.
Al final, su problema siempre era el mismo: si le gustaba mucho alguien y viceversa, la única alternativa era formar una pareja convencional con todas las expectativas clásicas del amor romántico. "Nunca he entendido a nivel emocional las expectativas irreales de ese tipo de relaciones, aunque soy consciente de que en gran parte es un problema cultural".
Controversia entre los sexólogos
A día de hoy, todavía son pocos los que saben qué significa la asexualidad, "un tema muy controvertido, incluso entre los profesionales", explica Miren Larrazábal. Este desconocimiento es el responsable de que exista un estigma social con el que los asexuales, invisibilizados, se ven obligados a convivir.
De hecho, la ignorancia hace que la asexualidad se confunda muchas veces con trastornos como el deseo sexual hipoactivo, una disfunción relacionada con la falta de deseo. Sin embargo, quienes padecen un trastorno "sufren por ello", indica Larrazábal. Es decir, les produce malestar. En cambio, el único problema de malestar que puede sufrir un asexual viene dado por la presión de una sociedad "hipersexualizada", en la que "está muy sobrevalorado el placer sexual y los orgasmos", explica la psicóloga. Eso hace que muchos de ellos no sepan que son asexuales y piensen que les pasa algo raro.
Pablo Ortiz, asexual y presidente de la Asociación Catalana de Asexuales (ACA), indica que se han cometido "verdaderos abusos aprovechando" una estructura social que da mucha importancia a mantener relaciones sexuales y al amparo del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM). Este manual tardó hasta 2013 en dejar de considerarnos enfermos", explica, y Larrazábal confirma este dato.
La frustración de algunas parejas
Elena ha ido perdiendo a muchas personas en su vida porque "la mayoría de la gente considera que una amistad es menos que una pareja, y se sentían frustradas" por su falta de atracción sexual y romántica, "independientemente de lo mucho que les quisiese" consideraban que eso "no era amor de verdad".
Actualmente, mantiene una relación "afectiva peculiar", "el equivalente a una relación de pareja", pero sin el romance ni el sexo, aclara Elena: una amistad con un mayor nivel de intimidad y compromiso del que se suele conceder a las amistades normales. Tiene exactamente el tipo de pareja que quiere tener.
Cuando habla públicamente de su asexualidad, la gente reacciona favorablemente o de manera neutral, aunque Elena lo achaca a que es una persona bastante reservada y solo lo comenta en círculos muy íntimos. Fuera de esos ambientes, la reacción suele ser de "incredulidad, menosprecio y hasta te patologizan", relata. "A ti lo que te pasa es que no has probado lo suficiente" o "es que has tenido malas experiencias" son muchas de las frases que están hartos de escuchar. Es el problema de identificarse con una orientación sexual prácticamente invisible.
Para ello existe AVEN, ACEs (la comunidad española de asexuales) y ACA. A todas ellas pertenece Pablo Ortiz, de 26 años, que descubrió que era asexual a los 23. Un amigo le envió una entrevista de una chica de la misma orientación cuando él aún tenía ciertos prejuicios. "Al fin y al cabo, si estás sexuado, si eres capaz de participar en actividades sexuales, si sientes cierto deseo sexual, ¿cómo podría encajar ahí el término asexual? Pues encaja", afirma.
Casi medio millón de españoles son asexuales. El 1% de la población mundial también lo es, lo que se traduce en 70 millones de personas (470.000 en nuestro país), según los datos que manejan los expertos en sexualidad. La cifra de asexuales es tan alta que a partir del año 2000 empezaron a formar una comunidad virtual y en 2001 se creó AVEN (que llegó hace cinco años a España). Esta red cuenta ya con más de 80.000 miembros y pretende dar visibilidad al colectivo, así como realizar estudios que hagan entender mejor qué es la asexualidad porque, de momento, siguen siendo invisibles.
Salva piensa que se debe trabajar más por dar visibilidad a la conocida como "cuarta orientación", que las personas conozcan que no es una enfermedad, ni un problema físico ni psicológico, y que hay distintas alternativas para encontrar la satisfacción. Entre esas opciones habla de "llegar a un compromiso con tu pareja para tener sexo con cierta periodicidad, darle vía libre para tener relaciones sexuales con otras personas, encontrar a alguien que esté dispuesto a tener una relación sin sexo, comprometerse sólo con asexuales o, simplemente, permanecer solos".
Según la experiencia de Pablo, identificarse no es algo inmediato: "Solemos vagar durante años por la incertidumbre de nuestra propia identidad. Existen muchos prejuicios contra los asexuales, que los propios asexuales compartimos, especialmente antes de descubrir que lo somos". Además, revela que "el proceso más común para descubrirse suelen ser años de no encajar socialmente a nivel relacional".
Cuando Pablo descubrió su identidad no conocía a nadie como él. Parecía que era algo que sólo existía en foros de internet. Entiende que es así porque necesitan compartir sus experiencias más íntimas con gente desconocida. "Es probable que hayamos probado a tener relaciones sexuales con otras personas, ya sea por presión social, curiosidad, buscar nuevas formas de comunicación o cualquier otra razón distinta a sentir atracción. El resultado no suele estar para nada relacionado con el hecho de identificarse como asexual. Al final, cuando me identifiqué fue más por mis conversaciones con gente que por mis encuentros sexuales", explica.
Además, Pablo cree que ha llegado el momento de que la asexualidad "sea una letra más en las siglas LGTBIAQ+, tal y como se acordó en la Conferencia Internacional de Derechos Humanos en 2017".