Cuando el ciclismo pinchó
De deporte de masas en los 90, capaz de reunir a siete millones de espectadores en una etapa, a su pérdida de influencia social en 2019. ¿Por qué ya no es tan popular?
Es inevitable sentir nostalgia al mirar para atrás. Los analistas coinciden en señalar que, en un punto del camino, el ciclismo pinchó y perdió el ritmo de su propio pasado. Una época no tan lejana, cuando las bicicletas consiguieron convocar a familias enteras en las sobremesas televisivas de julio gracias al Tour de Francia, a ‘Perico’ Delgado y, muy especialmente, a Miguel Indurain. Los datos de TVE en los años 90 lo atestiguan: siete millones de espectadores en los momentos clave de la carrera; medias diarias de más de cuatro millones durante los 21 días de la prueba... En el S.XXI nunca se han vuelto a dar esos datos. Con la retirada en 1997 de Indurain, ganador de cinco maillots amarillos consecutivos entre 1991 y 1995, comenzó el declive. Bajaron las audiencias, subieron los escándalos y el ciclismo perdió gran parte de la relevancia social de la que había gozado.
“Nada volverá a ser como antes”, explican los expertos. Javier Ares, periodista de Eurosport y durante años de Onda Cero, considera que “los años de Indurain son irrepetibles, entre otras causas porque por entonces el deporte español no era el de hoy. Ahora tenemos a Gasol, Nadal, Alonso, el fútbol... es la Edad de Oro y ganamos en casi todas las disciplinas, pero, ¿entonces? Indurain puso una pica en Flandes para nuestro deporte”, justifica. Lo complementa su ahora compañero de retransmisiones Antonio Alix: “La subida que vivió el ciclismo entonces se debió a que ganaba un español. El ciudadano medio busca a un compatriota y sigue ese deporte. Y de ello se alimenta la prensa, como ocurre ahora, por ejemplo, con el Mundial femenino de fútbol. Al perder España las audiencias han bajado”.
Alix profundiza en la cuestión de lo español: “La gente te dice “Perico era único”, “los tours de Indurain eran espectaculares, no como ahora”. Y lo que no dicen es que si Perico hubiera sido italiano ni le tendrían presente, o que esos Tours de Indurain no fueron, precisamente, los más entretenidos. Los ha habido mucho más abiertos, imprevisibles... pero no ganaban españoles, así que no se seguían tanto”. Nada ni nadie igualaba al fenómeno “Miguelón”, como aún se conoce al histórico corredor del Banesto.
“No importaba que aquellas carreras fueran un coñazo”, se lamenta Íñigo Markínez, especialista de la Cadena SER. “Indurain enganchaba. Era el favorito, llegaba y arrasaba. En las contrarrelojes sentenciaba la carrera y en la montaña nadie podía remontarle. Años después hemos tenido corredores más ofensivos, ediciones más bonitas y no se les ha hecho ni la mitad de caso”, añade.
Lo que empieza como una reflexión sobre ciclismo en general deriva muy pronto en el Tour de Francia, que arranca este mismo sábado. ¿Quién no lo ha puesto alguna vez, aunque sea de fondo mientras cumplía con la tradicional siesta de las etapas llanas? Porque esa siesta es tan “ciclista” como el Tourmalet o el Alpe d´Huez, dos de los puertos míticos de la carrera. Solo dos corredores se la han “robado” al público, reflejo de su poder: Pedro Delgado y Miguel Indurain, especialmente el último. “Hizo que no nos durmiésemos y hasta nos sacó de la playa; lo que no logró ni Contador luego”, comenta Markínez. Hoy suena imposible: “Ya nadie va a marcharse de la playa, ni ahorrarse la siesta para ver la etapa. Afición hay y seguimiento; lo que ya no hay es devoción a las bicis como en aquellos años”, comenta Javier Ares.
Alix aporta un punto de vista diferente: “Si en la primera semana un español logra el maillot amarillo ya verás como se lleva portadas de telediarios, de prensa deportiva. Cuando dicen que el ciclismo ya no interesa igual deberíamos pensar que antes tampoco es que interesase tanto más, sino que por los éxitos nacionales lo metían en todas las noticias y eso generaba público. Hoy los medios no meten el ciclismo con calzador”.
Con calzador o sin él, eran tiempos dorados a nivel mediático. Audiencias medias superiores a cuatro millones; etapas con hasta seis y siete millones y un 60% de cuota de pantalla en su horario pese a la competencia de las televisiones privadas. Números que no han vuelto desde que el ídolo navarro se retiró. La media ofrecida por TVE actualmente ronda el millón cada jornada, con el grueso de las emisiones a través de su canal temático Teledeporte y los kilómetros finales en La1. El descenso de la gráfica asusta. “La audiencia ya no volverá a ser la misma, porque hay más oferta. Para volver a vivir datos parecidos debe haber otro español tan ganador, porque en el ciclismo, como en casi todos los deportes y países, hay mucho arribismo. Y no te digo cuando llegan los Juegos Olímpicos; ahí todos somos piragüistas, triatletas...”, resume Alix. No era solamente deporte, sugiere su colega de la SER: “No volveremos a vivir esos tiempos porque creo que no había relación con el interés deportivo. Iba más allá”.
Ares disiente un tanto de sus colegas y ofrece otro análisis. “Yo diferencio entre audiencia e interés. La audiencia ha bajado, pero ese seguimiento televisivo no se corresponde con el interés real. Piensa que antes en julio no había nada que hacer ni que ver en la tele, pues ponías las bicis. Hoy la oferta es amplísima, más canales, Netflix, los smartphones..., y la gente se dispersa. Ni en los años de Indurain la audiencia era del todo fidedigna con el interés real, ni lo es ahora”, justifica.
Quizás se necesite a otro español en lo más alto del podio. Los focos apuntan, pese a su juventud -24 años-, a Enric Mas, tras su brillante segundo puesto en la Vuelta a España de 2018. O al siempre imprevisible Mikel Landa. O a algún otro factor sorpresa. “No creas, no cambiaría prácticamente nada. Crecería el seguimiento en el día a día de la carrera, pero ya. Desde luego no convulsionaría a la sociedad”, admite Ares. En similares términos se expresa Markínez: “No pasaría nada más de lo que es el día a día del ciclismo en España. Se llevaría titulares, alguna portada y el recibimiento en su pueblo. Porque -y va más allá en su planteamiento- no es tanto lo que gana, sino quién gana, su carisma. Y como Perico o Indurain no los hay”.
Markínez ofrece algunos nombres llamados a encabezar el pelotón nacional desde ya. “El propio Mas, Pello Bilbao o Marc Soler. Creo que ellos tres pueden ser grandes y liderar el ciclismo patrio”. Tres perfectos desconocidos fuera de este mundillo: “Hoy día el español medio apenas conoce a los ciclistas del pelotón. Desde la retirada de Alberto Contador y, en menor medida, Purito Rodríguez, actualmente solo saben decir algunos nombres. Alejandro Valverde, actual Campeón del Mundo de fondo en carretera y con un palmarés de más de 120 victorias, por ser un caso único de longevidad y éxito, pero poco más. No saben quién es Bilbao, ni García Cortína, ni Mas, ni...”, responde Alix.
El dopaje y otros desastres
Hay más dificultades para el mundo de la bicicleta. Una de ellas es el asunto del dopaje, del que ya se habla con mayor naturalidad que hace años, cuando imperaba la ‘Omertà’ en el pelotón y fuera de él. Los expertos reconocen sus efectos perjudiciales en la reputación de este deporte en el pasado, si bien le restan importancia en la actualidad. El caso de Lance Armstrong y su enorme estafa deportiva destapada por él mismo demasiado tiempo después fue fatal. Siete años tirados a la basura; era todo mentira. Pero, insisten, es pasado y en 2019 el dopaje no es un asunto tan crítico: “Sigue afectando, pero no tanto como podemos pensar”, plantea Antonio Alix tras tomarse un segundo para reflexionar. “Cada positivo general impacto, pero se olvida pronto. Donde perjudica más es a nivel patrocinadores; empresas que no quieren invertir o que han dejado de hacerlo por la sombra del dopaje”. Y sin patrocinadores no hay equipos.
“Siempre encuentras quién te dice que no se cree nada de este deporte, pero son los menos. Aunque el ciclismo tiene una parte de culpa por su mala gestión del dopaje”, concluye Alix. Íñigo Markínez coincide con él: “El doping hizo mucho daño, pero hoy creo que ya es otra cosa. Hay una regeneración de este deporte, que ha ganado en credibilidad, después de los excesos de los 90 y primeros 2000. Se saben más cosas, los métodos de análisis están más avanzados. Pienso que la gente no aficionada sí se cree al ganador; al menos yo sí”.
El dopaje no es la única amenaza de un deporte que vive tiempos difíciles fuera del ámbito profesional. Sigue bajando el número de niños y adolescentes compitiendo. Sobre ello reflexiona Alix, muy interesado en esta cuestión: “La cantera es menor aun habiendo más gente haciendo deporte, lo cual es especialmente significativo”. Aporta varios motivos: “La peligrosidad del tráfico, reflejado en tantos fallecimientos y accidentes, la propia exigencia del deporte y su soledad frente a los de equipo, el hecho de que haya cada vez más adultos entrenando y compitiendo por su cuenta, que pasan de llevar al crío a sus competiciones. Y el precio, porque el ciclismo es más caro que los deportes tradicionalmente definidos como caros, véanse tenis o golf. Comprar una bici, arreglarla, llevar el material adecuado... mucho dinero”.
Todo suma, o mejor dicho, todo resta al ciclismo. El doping, el descenso de cantera y la crisis económica han pegado una mordida importante al tamaño del pelotón. Efecto escalera: menos corredores, menos equipos, menos carreras. “Hubo un antes y un después de Indurain y su época. Pasamos una crisis monumental, de tener 6-7 equipos españoles importantes a ahora, con solo el Movistar y varios de menor nivel: Murias, Caja Rural y BH, en la segunda división]. Hace no tanto, Kelme, Once, Vitalicio... fueron grandes. Y más en los 80. También se han perdido pruebas como la Semana Catalana o la Bicicleta Vasca y la mayoría de las que se han recuperado, salvo Valencia, han vuelto a un nivel inferior (Aragón, Castilla y León). Han sido muchas crisis juntas”, concluye Íñigo Markínez.
Los viejos tiempos no volverán, asumen con realismo los tres periodistas. No, al menos, mientras no surja otro “Indurain” capaz de devolver el ciclismo a su dimensión más social. A las charlas de bar, a las oficinas... Donde un día fue popular. Hasta que pinchó.