Cuando creían tener todas las respuestas, llegó VOX
Las claves de la semana
De pronto el día que creemos alcanzar las respuestas, las preguntas dejan de tener sentido y aparecen otros interrogantes. Nuestra visión cambia y lo que damos por inamovible se vuelve incierto e inestable. Pasa en la vida y pasa en la política, donde los grandes movimientos no siempre fueron perceptibles, pero ahí están. Ocurrió en 2014, cuando Podemos y Ciudadanos irrumpieron en la escena pública para zarandear al bipartidismo, que chocó de bruces con la indignación social de aquellos años.
Por primera vez los dos grandes partidos sufrieron un duro varapalo en las urnas. Tanto que la suma de ambos en elecciones europeas perdió un 30 por ciento de apoyos. El "asalto" de la "nueva política" supuso una profunda alteración del mapa político, y ya entonces hubo quien sostuvo que aquella transformación sería sólo el primero de una serie de cambios que estaban por llegar.
¡Qué poco se equivocaron! Cuando se abran las urnas el próximo domingo en Andalucía, con toda seguridad habrá una nueva convulsión que aún no sabemos los efectos que tendrá sobre la política nacional, pero de momento ya ha obligado a revisar discursos y estrategias en los partidos de la derecha. La llegada de VOX al Parlamento andaluz, donde según qué encuestas podría lograr hasta 5 diputados, es algo que ni los think tanks más prestigiosos fueron capaces de prever hace poco más de un año.
España, decían, está vacunada contra los populismos de extrema derecha que se extendieron por distintos países europeos durante la crisis económica. Y esto a pesar de que en nuestro país los efectos del daño económico fueron notables, se registraron niveles de desigualdad nunca antes vistos y la tasa de paro registró índices históricos. España, junto a Portugal, fue la excepción en una Europa donde los partidos populistas de derecha, xenófobos, nacionalistas, antieuropeos y antiglobalización ocupan cada vez más espacio.
Los factores económicos, políticos o migratorios que en otros países de Europa hicieron que los populismos recurrieran a la retórica nacionalista para conseguir un fuerte tirón electoral no habían cuajado en España, pese a que estos tres mismos elementos estaban también muy presentes en el debate público. Y el motivo había que buscarlo en una cultura política y social que, como la española, es bastante favorable a la UE, a la globalización y a la convivencia con individuos de otras culturas.
¿Qué ha cambiado ahora para que un porcentaje de andaluces vea en VOX una opción de voto con muchas posibilidades de obtener representación parlamentaria? Desde el punto de vista académico, todos los estudios establecen el desempleo y la inmigración como elementos indisociables al auge de los populismos de extrema derecha. Dos variables que casualmente están muy presentes en Andalucía, donde la tasa de desempleo está por encima del 24 por ciento y el número de población extranjera censada supera los 600.000 habitantes.
Esto unido a que el voto tiene mucho que ver con el estado de ánimo y con que VOX ha utilizado en su campaña argumentos parecidos a los que en su día recurrió Podemos contra el establishment y la corrupción ha convertido al populismo de derechas en una opción de cambio para miles de andaluces, defraudados con otros partidos, probablemente también con quienes llegaron de nuevos y las instituciones han convertido ya en viejos. Es ahí donde se explicaría, según el sociólogo y diputado aragonés Ignacio Urquizu, la transferencia de voto de Ciudadanos al partido de Santiago Abascal, que han detectado los sondeos en los últimos quince días.
Urquizu va más allá y vislumbra que si VOX entrara el domingo en el Parlamento andaluz, el fenómeno podría engordar y arañar votos al resto de partidos -y no sólo a la vieja y la nueva derecha- en la medida en que gran parte de ese voto suele ser una papeleta protesta que tiene mucho más que ver con lo emocional que con lo ideológico, y que responde al estado de ánimo de lo que en sociología se conoce como los huérfanos de la política.
Es este contexto el que permite comprender el fuerte ascenso de un voto de castigo íntimamente conectado con la indignación popular y el descontento social. Un sufragio que en el caso español, y a diferencia de otras realidades europeas, hasta ahora era fundamentalmente movilizado por la izquierda y que, a tenor de las encuestas, desde el domingo atenderá las llamadas de la extrema derecha.
El fenómeno VOX ha hecho saltar todas las alarmas, no sólo en los cuarteles generales de los partidos andaluces, sino también en las sedes de Madrid. Pese a todo, en La Moncloa, donde aguardan al resultado el 2-D para seguir con la agenda que Sánchez pretende implementar antes de la disolución de las Cortes, esperan un escenario sin grandes novedades respecto a 2015, más allá de la irrupción de una extrema derecha que sí podría alterar el actual reparto de escaños en las ocho provincias andaluzas.
El resultado, para el socialismo hegemónico, será robusto y con una gran diferencial en favor de la candidatura de Susana Díaz, que podría imponerse con hasta 11 puntos por delante de la segunda opción, ésta sí en disputa hasta el último minuto. El socialismo habla de un empate crónico entre PP y Cs por el segundo puesto, pero en ningún caso atisba el ansiado sorpasso que los naranjas daban por hecho respecto a la formación de Pablo Casado.
En La Moncloa y también en el partido de Pablo Iglesias no descartan que se pueda dar la paradoja de que el espirante a segundo puesto, este es Ciudadanos, pueda quedar incluso en un cuarto lugar, por detrás del PP y de Adelante Andalucía, que en la última semana de campaña ha conseguido una importante movilización en una izquierda recelosa con Susana Díaz, pero sobre todo reacia a que el socialismo pueda sumar, con los próximos cuatro, 40 años de gobierno.
Lo que ya nadie duda a estas alturas es de que VOX estaba en un momento baraka, que se vio incrementado desde el pasado lunes cuando en el debate a cuatro en RTVE el resto de candidatos no dejó de referenciar, de un modo u otro, a la formación de Abascal. Esto, además de que no hay señales del llamado "efecto Arrimadas", que la presencia de Albert Rivera en Andalucía no ha tirado como se esperaba y que el "posmarianismo" tendrá que preservar la segunda posición para salvar los muebles en la calle Génova son las únicas certezas de una campaña en la que por primera vez, dicho sea de paso, se ha hablado más de Cataluña que de Andalucía.
Si Rivera, por su parte, no conquista el segundo puesto del tablero tendrá que repensar su estrategia para volver al centro, un espacio que, incluso dentro de su propio partido hay quien hubiera preferido no haber abandonado como consecuencia de la lucha fratricida con el PP por el liderazgo de la derecha. Si así se diera, el líder de Ciudadanos, igual que los del resto de partidos, después de este 2-D y en alusión al papel de VOX, dirán aquello de que cuando tenían todas las respuestas, les cambiaron las preguntas. Ha vuelto a pasar... y tampoco lo vieron.