Cs, de fiasco en fiasco hasta el fiasco final
Arrimadas intenta subsistir para no terminar como UPyD, un pariente lejano ya extinguido.
Esta es la historia de Ciudadanos, un partido que nació hace 15 años en Cataluña para plantar cara al nacionalismo y que, poco a poco, fue cogiendo peso hasta que un día ganó las elecciones. Pero que, en solo tres años, ha pasado de primera a séptima fuerza en votos y escaños. La formación intenta subsistir para no entrar en descomposición y terminar como UPyD, un pariente lejano ya extinguido.
Los naranjas necesitaban el 14F un resultado digno en Cataluña que no llegó. Los de Inés Arrimadas sabían que perderían bastantes escaños de los 36 que tenían, pero confiaban en superar la suma de PP y Vox alentados por aquello de que, según dicen, las encuestas casi siempre les dan peor pronóstico.
El problema es que ha sido la ultraderecha, con 11 escaños, la que ha superado la suma de asientos de populares (3) y naranjas (6). Todo un fiasco que ha dejado tocada a la líder. Arrimadas celebra el mes que viene su primer aniversario al frente del partido tras la dimisión del Albert Rivera, autor en el mismo año del mayor éxito del partido —57 escaños— y de su mayor golpe —10 asientos en el Congreso—.
Arrimadas ha dicho que ni ella ni nadie de la ejecutiva dimitirá, algo que ha enfadado a algunos dirigentes críticos que exigen “depurar responsabilidades” con la vista puesta en el vicesecretario primero y director de campaña de las elecciones catalanas, Carlos Cuadrado, y en el vicesecretario general y diputado por Barcelona, José María Espejo.
Mientras el partido decide qué rumbo tomar, si es que lo cambia, cabe preguntarse qué ha ocurrido para que Cs haya pasado en Cataluña de la nada a la gloria y de nuevo al hundimiento. Por el momento, los expertos en demoscopia apuntan que el 21,3% del voto naranja se fue el 14F al PSC y el 14,2% se quedó en casa.
Uno de sus fundadores, Francesc de Carreras —cercano a Arrimadas—, cree que, en todo este tiempo, los naranjas han fallado en personas y mensajes: “Han cometido errores nacionales y en Cataluña. Han sido un partido que se ha encerrado en sí mismo. Rivera era un hombre muy activo y conectaba con mucha gente. A mí me llegaba buena opinión de él cada vez que alguien le conocía. Pero es que a Carrizosa y a esta gente no les conoce casi nadie. Han hecho una buena labor parlamentaria, pero más allá de eso no les conocen”.
De Carreras, catedrático de Derecho Constitucional por la Universidad de Barcelona, piensa que la comunicación del partido ha sido un desastre: “En cuanto a mensajes, desde el 2017 se han dado solo mensajes negativos. Pero también en esta época de Arrimadas. Cuando Torra dijo que los españoles eran bestias sin alma, pues sí, hay que decirlo y denunciarlo, pero si solo se dice esto y, además, se dice continuamente, la gente pensará que no hay ideas en el partido que nos puedan sacar de la situación en la que estamos. Creo que no han sabido dar un modelo ni de salida ni de futuro para Cataluña”, sintetiza.
La dirección comparte el análisis de uno de sus ‘padres’: “Si hemos fallado en algo ha sido en comunicar mensajes positivos, porque están y se han podido visualizar, por ejemplo, en cuanto saltó la pandemia. En marzo nos ofrecimos al Govern, por mucho que estuviera Torra, para negociar y apoyar incluso unos presupuestos de emergencia”, explica Marina Bravo, diputada naranja en el Parlament y una de las portavoces nacionales del partido.
Bravo sigue la estela de autocrítica de Arrimadas, aunque concreta algo más que la líder y culpa al ansia del partido por crecer más allá de Cataluña como uno de los autores del desplome en ese territorio: “Se han cometido muchos errores. Pero no son de los últimos 15 días. Hace 10 años Cs estaba solo en Cataluña y fue la voz de mucha gente que no estaba representada por ninguno de los partidos que ya existía. En parte, en este tiempo nos ha ocurrido la expansión nacional. Y se han hecho algunas apuestas que, en Cataluña, no han caído bien. La apuesta de seguir con esa expansión y sumar a Arrimadas, así como los acuerdos que se hicieron para formar gobiernos en cuatro comunidades... pues todo eso afectó en Cataluña, y todo eso se suma al batacazo que ya tuvimos el 10N”.
Ese último fracaso es el ‘error Rivera’, quien se equivocó al sacar a su partido del centro para liderar la derecha y sustituir al PP. Aunque lo cierto es que el electorado naranja castigó al exlíder de Cs más por la gestión que hizo de su éxito en abril de 2019 que por alinearse con Vox y PP para confrontar con Pedro Sánchez. Ahí Rivera renunció a cumplir con el objetivo del partido: ser una bisagra de PP o PSOE para que la gobernabilidad del país no recayera en los independentistas.
Desde ese giro los naranjas no levantan cabeza. “La estrategia anterior pues, evidentemente, no se ha entendido bien. Los resultados electorales son un reflejo de si la ciudadanía está entendiendo cuál es tu proyecto y lo comparte”, concede la portavoz Marina Bravo.
Pero no todo fue tan mal para Cs. Es más, los populares sienten envidia del éxito que tuvieron en 2017. “Cs hizo una cosa que admiramos: consiguió llevar una alternativa al independentismo en Cataluña. Supo unir y buscar una confluencia de sensibilidades para formar un movimiento no nacionalista potente. El problema es que una vez ganaron las elecciones su electorado se sintió huérfano, porque no quisieron plantear una investidura y un proyecto alternativo. Y luego han desaparecido de la oposición en estos tres años”, cuenta Juan Millán, exdiputado popular en el Parlament.
Arrimadas ha sufrido estos últimos meses un intento de absorción por parte de los populares que ha avivado el debate interno sobre cómo relacionarse con los de Pablo Casado.
Cs se negó a acudir en coalición con el PP bajo la marca Cataluña Suma. Y el PP se llevó a Lorena Roldán, la exportavoz naranja en el Parlament, poco más de un mes antes de las elecciones. Ese movimiento fue considerado en el partido como una opa hostil para comérselos. No obstante, el PP ha fracasado, pues no ha capitalizado el derrumbe naranja en Cataluña.
Puede que, por eso, el naranja Juan Marín, vicepresidente del Gobierno andaluz, se piense mejor si conviene mojarse de nuevo públicamente sobre una hipotética alianza con el PP para ir de la mano en las andaluzas de 2022. El runrún de una unión entre las dos fuerzas ha sido cada vez más fuerte, pero tras las catalanas parará. Arrimadas desautorizó a Marín y también se las vio con el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, por el mismo motivo.
Ante ese panorama, una fuente que tuvo peso en Cs no se anda por las ramas: lo ve muerto: “La descomposición será progresiva. A medida que se vayan sucediendo ciclos electorales se irá evidenciando”, vaticina una exdiputada naranja en la Carrera de San Jerónimo que señala los lugares donde se repetirán movimientos similares al de Roldán: “En Madrid, en Andalucía y en el propio Congreso de los Diputados. Es muy previsible que el capital político de Cs reciba ofertas de otros partidos para continuar su carrera”.
Arrimadas recalcó tras el batacazo en Cataluña que su partido tiene cabida y es necesario. La dirección confía en salir adelante. De Carreras es más precavido, pero también está convencido de que Cs hace falta y encontrará su hueco: “Pueden ser liquidados, pero son necesarios para la estabilidad del sistema español. Y, en Cataluña, para hacer frente al nacionalismo. ¿Por qué? Porque ya veremos qué hace el PSC, que puede acabar pactando con ERC. Bueno, ya lo están intentado”.
“Cs tiene un sentido en Cataluña y otro en España”
El exfundador del partido, una especie de brújula para algunos dirigentes de la formación, insiste en el doble sentido de la formación: “Cs tiene un sentido en Cataluña y otro en España. En Cataluña el papel es el de ser un partido no nacionalista, ni español ni catalán, que se enfrenta al nacionalismo y que se mueve en el centro para que no le digan que está en el bloque de la derecha. Tuvo dos bases ideológicas cuando nació: el liberalismo político y la socialdemocracia. Y luego esto se quitó, llegó la foto de Colón y pactar con Vox para las investiduras...”.
¿Y en el resto de España? De Carreras va al grano: “Tiene la misión de ser una bisagra entre los dos grandes partidos a menos que se hunda uno de ellos. Pero, mientras existan, la función de Cs en España, que es la que no supo hacer Rivera, es la de situarse como partido que puede pactar con el PSOE o con el PP. Y esto Arrimadas creo que lo ha arreglado. Ella, de manera hábil, ha vuelto a situar a Cs, aunque con muchas críticas, en el medio. Puede pactar cosas con el PP, pero también alargar los estados de alarma. Eso está bien”, zanja.
La líder de Cs intentó un giro estratégico cuando tomó las riendas del partido. Con ella al mando, el partido decidió salirse de la foto de Colón e intentar abrir un espacio de diálogo con el Gobierno que les habría permitido mostrarse como un partido de centro. La crisis de la pandemia ha sido el catalizador perfecto de ese giro, aunque en las filas naranjas saben que les costará explicar ese apoyo al Gobierno cuando las urnas salgan de nuevo a la calle.
En la calle de Alcalá, donde está la sede naranja en Madrid, tienen la sensación de que no pudieron apoyar las presupuestos del Estado porque Podemos maniobró para echarles cuando Pablo Iglesias apareció junto a Otegi y anunció el ‘sí’ de la izquierda abertzale a las cuentas de la coalición. Pero esperan que, ya que no hay más elecciones cerca, la colaboración con Moncloa les permita recuperar lo que un día fueron.