Convertir en fuerza la indignación
Después de la histórica jornada del pasado 8 de marzo fue unánime fijar ese día como un punto de inflexión en la lucha de las mujeres por la igualdad. Ha sido tan largo y duro el camino y es tanto lo que queda por recorrer que el desaliento no es una opción. Sin embargo, faltaría a la verdad si negara que sentencias como la conocida hoy de la Audiencia Provincial de Navarra, provocan desaliento e indignación, pero también generan el deseo de canalizar toda esa energía en una lucha que se hace más necesaria cuanto mayores son las afrentas que las mujeres debemos sufrir por el hecho de serlo.
Que en el texto de la sentencia se descarte violencia o intimidación o que uno de los votos particulares incluso haya pedido la absolución de este grupo de energúmenos conocido como 'La manada', da idea de la magnitud del reto ¿Qué se necesita para calificar de violación un hecho tan brutal? Amnistía Internacional ha recordado que solo en Reino Unido, Bélgica, Chipre, Luxemburgo y Alemania, el sexo sin consentimiento es considerado violación. El resto gradúa la calificación en función de la fuerza, la coacción o la incapacidad para defenderse. Al parecer, a los perpetradores del fallo que la víctima estuviera rodeada de cinco indeseables no debe suponer un grado suficiente de intimidación. Una justicia ciega como pocas veces.
Si algo hay que extraer que invite a la esperanza, en este lodazal de agravios e injusticias contra las mujeres, es que la ola de indignación ha alcanzado cotas tan mayoritarias como para atisbar el futuro con cierto optimismo. La lucha contra la violencia machista es cosas de todos y de todas. Se repite demasiadas veces, pero la realidad es tozuda. Hay quienes, desde puestos de altísima responsabilidad en el funcionamiento de la sociedad, no se dan por aludidos. Habrá que insistir más veces y más alto. Por luchar no va a quedar.