Conversiones moderadas a golpe de votos… al borde del precipicio
Mientras veía en la televisión, sin que le funcionara el zapeo para no seguir sintiendo aquella vergüenza ajena que le erizaba la piel viendo al líder del PP, Pablo Casado, renegando de sus firmes convicciones de unas horas antes, cuando llamaba a Vox “extrema derecha”, declamando luego que el Partido Popular era el único partido de la derecha, y que estaba ¡más fortalecido que nunca!, manda carallo, tras haberlo llevado a su pozo más profundo, aquel hombre no pudo evitar acordarse de un episodio de su juventud.
Ocurrió en un bazar del Puerto de La Luz (Gran Canaria) hará unos 60 años. Una clienta entra en el comercio y le pregunta al dueño si tiene papel de regalo; el hombre, mientras fumaba un puro palmero, le dice que no le queda, pero de repente añade:
-Por cierto, acaba de llegar una remesa de papel higiénico de Reino Unido que es lo último en el mercado, tiene doble capa, es acolchado, y, oiga, es que ni se nota…
La señora salió con los acolchados rollos ingleses bajo el brazo.
Esta verídica historia es muy parecida en su moraleja a otro ejemplo que se está utilizando mucho estos días para explicar el cambio de discurso del delfín de Aznar, aunque más que delfín hay quienes lo consideran un pez menor y menos inteligente en la escala marina.
Es como una de las citas más famosas de Groucho Marx: “Estos son mis principios… si no les gusta tengo otros”.
Sí, Pablo Casado de repente tiene otros no solo diferentes sino opuestos a los que tenía hasta que estaba mediado el conteo de los votos el 28 de abril pasado, y de los que presumía como consumado play boy.
El líder del PP se había radicalizado tanto, con el soplo prometedor de Aznar, (¡todo eso será tuyo!) y la FAES (que a veces parece muy cerca también de las JONS) que se había refocilado de la compañía presuntamente sumatoria de Abascal y su Vox junto con Albert Rivera y su Ciudadanos, que también había cometido el error de abandonar el centro liberal para escorarse a la derecha- derecha.
Tras el fracaso de esta estrategia, pues, y mientras en el PP ya había comenzado el runrún de un recambio, cambió la arenga: ya no predicaba aquella derecha radical e intransigente, ahora presumía de centrista de toda la vida y parte del extranjero.
Desde FAES, se supone, se emitió un veredicto: la culpa de fracaso no la tuvo Casado y su abandono del centro, sino Mariano Rajoy y su tibieza y pasotismo hasta el último minuto en Cataluña.
Puede ser… por regla general este tipo de desastres se produce por una acumulación de causas, es un potaje con muchos ingredientes. Sin duda, Rajoy fue uno de los factores que sembraron la semilla del desastre. Que, por otra parte, tenía sus raíces en el aznarismo: fue la consecuencia natural del suma y sigue inacabable de casos de corrupción y de los juicios que se iban celebrando al fin.
Pero, si se revisa la hemeroteca, se verá que ha habido multitud de advertencias del riesgo de fiar la recuperación del poder y ‘echar a Sánchez’ con un discurso radical, en empeñarse en la ficción de que hoy no hay tres derechas sino un solo Dios verdadero, el PP, y que Vox son unos hijos…pródigos, buena gente con nobles intenciones y muy demócratas en el fondo, pero descarriados… con la que se podía contar con un gobierno a tres. ¿No lo recuerdan ya? Si salían las cuentas, y los cuentos…de la lechera.
Confirmado por los hechos inapelables de la masiva fuga de votos que ese camino llevaba directo otra vez al derriscadero en las municipales, Casado volvió al centrismo… pero sin abandonar su mala educación, su altanería, y esa creencia de que la gente es idiota y comulga, como dice la frase hecha, con ruedas de molino.
Lo que son las cosas… casi a la vez que su autoproclamación como líder otra vez centrista y de considerar a los de Abascal la ‘extrema derecha’, el ABC seguía considerando a Vox parte del ‘centro derecha’, lo mismo que el programa de debates de las televisión de los obispos, 13TV.
Y mientras Casado confía en una remontada en las municipales por la irrupción en la campaña de esta ‘hábil’ táctica del retorno al centrismo (cuya estampita del ‘tarot’ es la patética imagen del hijo de Adolfo Suárez, que dice y hace con absoluta ignorancia de la política de su padre, lo que el Adolfo Suárez de la Transición nunca hizo, porque hizo todo lo contrario…), en el otro extremo del arco político asimismo Pablo Iglesias ‘descubre’ él solito y sin ayuda la moderación, y epata en su vuelta al ruedo ibérico. Eso sí, aún conserva tics de su vida anterior.
En el caso de Podemos, que sigue en proceso de descomposición, hay un antes y un después (que no se ha conseguido borrar con cortinas de humo) del chalet de Galapagar. Ese momento de inflexión estuvo motivado por la demostración de un doble lenguaje. Una traición a los motivos fundacionales del movimiento de rebeldía de ‘la gente’ contra ‘la casta’. En el segundo debate de televisión, en TVE, Pablo Iglesias ocupó el espacio centrista, entre Pedro Sánchez, sometido al natural desgaste como presidente del Gobierno, y sus acosadores presentes (Vox estaba ausente pero se le tenía en cuenta), Pablo Casado y Albert Rivera. Iglesias pareció salir fortalecido en las conversaciones y en las tertulias. Pero fue un espejismo. Esta apariencia moderada no se tradujo en más votos. Al contrario. Y encima el panorama para las municipales es igual de gris marengo.
Tras los resultados, que le permitirían a Sánchez gobernar en solitario, con apoyos a varias bandas, Pablo Iglesias monetariza su ‘moderación’ repentina –pero tan oportunista y falsa como la de Casado- en material de chalaneo: apoyo a la investidura a cambio de ministerios o Secretarías de Estado en ministerios clave, como Defensa o el CNI…
Pedro Sánchez ha cometido muchos errores, pero también ha tenido el mayor acierto para un partido político: ganar las elecciones y, salvo un terremoto, poder gobernar incluso en solitario.
Hasta ahora es verdad que el líder socialista se ha dejado querer, y hasta podría decirse, que ha despertado falsas expectativas – vamos, que los ha engañado- entre los separatistas catalanes y entre los podemitas. Ninguno de los dos grupos ha conseguido nada sólido hasta la fecha. El ‘resistente’ tiene claro que el objetivo final de Podemos, como el del PCE hasta su derrumbe, era liquidar al PSOE. El partido que acaba de cumplir 140 años de historia y vida, casi siempre muy agitada, está, en resumen, muy acostumbrado a estos cercos con intención liquidatoria.
La dirección de Podemos, ahora Unidas Podemos, sin embargo no abandona algunos aspectos fundamentales, aunque se trivialicen, que denotan su verdadera ideología, o al menos la ideología anterior a la práctica del principio de Groucho Marx: es por ejemplo su apoyo al régimen ilegítimo de Nicolás Maduro, a los casi cuatro millones de venezolanos huidos del hambre y la sepultura por enfermedad e inanición, a la traición a la propia Constitución chavista de Venezuela, y a todos los trucos empleados por el sistema madurista que, más allá de las dudas arcangélicas de la izquierda que se ha equivocado de referencia ética y moral, es un estado narcopopulista incompetente dictatorial y fallido.
Lo más probable, tal como están las cosas, es que si Casado sigue erre que erre con su pin pan pun; y Pablo Iglesias sigue también con su erre que erre de ministerios y amores bolivarianos… el PSOE consiga nuevos éxitos municipales… que podrían disminuir si el PP y Ciudadanos pactan con Vox. Pero ese modelo andaluz si se extrapolase al resto de España sería un suicidio de la derecha, y una puñalada trapera a la Unión Europea. El PP y Ciudadanos podrían sumarse a húngaros y polacos y a los otros ‘apestados’ de la eurodemocracia.