Qué hacer en el gimnasio para evitar contagios por coronavirus
La Covid-19 no se contagia por el sudor, pero la distancia interpersonal de seguridad debe ser mayor que en otros espacios cerrados y respetarla es casi imposible.
Hora de volver al gimnasio. Con la llegada de la nueva normalidad, llegan las viejas costumbres. Los centros deportivos que cerraron de golpe al decretarse el estado de alarma abren de nuevo sus puertas este lunes 22 de junio. Algunos ya lo habían hecho, aunque con restricciones, ya que al llegar la fase 3 se permitió la reapertura con cita previa, aforo limitado al 50% y sin vestuarios.
Ahora todo eso cambia. Los gimnasios vuelven a ser casi como antes de la crisis del coronavirus. El aforo continúa siendo limitado, aunque mucho menos. Las comunidades autónomas son las encargadas de regularlo y en la gran mayoría, como Castilla y León, País Vasco, Galicia, Asturias, Cantabria, Aragón y la Región de Murcia, se queda en el 75%. Se acerca al de la antigua normalidad, con la diferencia ed que el SARS-CoV-2 es ahora un virus mucho más conocido que en esa etapa y, por eso, las normas de entonces ya no sirven.
Aunque está comprobado que el sudor no es una vía de contagio de la covid-19, el gimnasio es un lugar de mayor riesgo que otros espacios cerrados. La distancia de seguridad de dos metros, que se recomienda para cines o museos, no vale para el deporte. “Se ha descrito que cantar, gritar o las respiraciones profundas que se hacen durante el ejercicio físico expulsan más virus que una respiración normal”, explica el doctor Alejandro Conde, miembro de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene (SEMPSPH).
“En condiciones normales se habla de que en las enfermedades transmitidas por gotículas, como el coronavirus, la probabilidades de contagio bajan a partir de un metro de distancia, por eso se recomiendan dos, para dejar algo de margen. Pero ese margen se reduce de manera importante en este tipo de actividades que requieren una respiración profunda”, continúa Conde. No es la misma capacidad de dispersión que se tiene al toser o estornudar pero sí mucho mayor que en cualquier otra circunstancia.
Ocurre lo mismo que al correr o andar en bicicleta, la distancia interpersonal debe ser mayor. “Habría que intentar establecer una especie de circunferencia imaginaria alrededor de nosotros de un metro y medio o dos”, explica la doctora Raquel Blasco, internista miembro de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) y especialista en medicina deportiva. Esto supondría que cada usuario tuviese una parcela de entre 9 y 12 metros cuadrados.
Cumplir con esta norma es casi imposible, la mejor opción es evitar horas puntas, cuando la afluencia sea menor. “Y si no es posible, entonces habría que utilizar mascarilla”, añade Blasco.
En esta línea Pedro Manonelles, presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED), recomienda evitar las clases con monitor. “El monitor no es el problema, el problema es la cantidad de gente que hay. Cuanta mayor afluencia, mayor es el riesgo de contagio si se tiene la mala suerte de coincidir con un portador del virus”, añade. Sólo se podría garantizar la distancia recomendada por Blasco en una clase gigante: para una actividad de 10 alumnos se necesitaría un aula de unos 100 metros cuadrados.
El aforo de las clases con monitor lo marca cada comunidad autónoma, aunque hay varias normas comunes: garantizar la distancia de seguridad, evitar el contacto físico y profesores con mascarillas. Como explica Alberto García-Chápuli, gerente de la Federación de Empresarios de Instalaciones Deportivas (FNEID), en la nueva normalidad el personal del gimnasio debe usar EPIs y el centro tiene que “garantizar la limpieza y desinfección de espacios y materiales de uso frecuente, en especial los vestuarios y aseos”.
La escasez de espacio para respetar la distancia social no es el único handicap. Lo es también que los gimnasios sean lugares cerrados. En una investigación realizada en China en abril con 7.300 enfermos se cuantificó sólo un contagio en exterior. De ahí que Manonelles recomiende “estar lo imprescindible y no usar los vestuarios”. Lo mejor, aunque estén abiertos, es “ducharse en casa”.
Tampoco ayuda demasiado el uso constante de aire acondicionado para refrescar el ambiente. Se ha comprobado que al recircular constantemente el aire se propagan con más facilidad las gotículas con carga viral, suponiendo que hubiese un enfermo asintomático. Se entiende que alguien que se encuentra mal no iría al gimnasio. “Si se tiene algún síntoma sugestivo de infección no deberíamos acudir a entrenar y habría que contactar con el servicio médico”, continúa Manonelles, que apela a la responsabilidad individual.
El gel hidroalcohólico como aliado
Todos los gimnasios deberían seguir un protocolo de bienvenida: gel hidroalcohólico para las manos, felpudo con material desinfectante para la suela de las zapatillas y control térmico de los usuarios. “No sirve de mucho pero todo suma”, aclara Blasco, que apunta que los riesgos se reducirían si cada centro pidiese una declaración responsable de salud a sus usuarios.
Ya dentro del gimnasio, los expertos recomiendan sumar otras pautas a la distancia social. “Además de inhalando las gotas de la persona enferma, el coronavirus se puede contagiar a través de objetos que hayan estado en contacto con ésta”, explica Conte. De ahí la importancia de extremar la higiene.
Con los vestuarios y las taquillas cerradas, Blasco recomienda dejar la mochila y las prendas que no usemos “dentro de una bolsa de basura limpia, que tiraríamos a la salida”. Así se garantiza que nunca entraría en contacto con una superficie contaminada.
Al subirse a una máquina, además de evitar que haya nadie en las de los laterales, se debería limpiar. Aunque es responsabilidad del gimnasio, nunca sobra un repaso. Blasco recomienda llevar gel hidroalcohólico y toallitas para hacerlo. El manillar de la bici estática, por ejemplo, no sólo se toca con las manos, la toalla se deja también ahí y, como explica Blasco, al secar el sudor (que no contagia) se arrastran lágrimas o babas (que sí lo hacen).
“En realidad habría que llevar dos toallas, una para secarse el sudor y otra para sentarse en las máquinas”, explica Conte. En el caso de la última, “lo ideal sería que la cara que está en contacto con la máquina sea siempre la misma”, aunque ya es más difícil.
Más importante aún es lavarse las manos constantemente. “Personalmente considero que son el mayor factor de riesgo en este ámbito, ya que se comparten muchos objetos con otros usuarios y hay situaciones en las que se puede bajar la guardia”, continúa Conte. El especialista pone ejemplos como “destapar la botella, secarse una gota de sudor que cae en el ojo o rascarse la nariz o una ceja”. Para él, hay que considerarlas “contaminadas en todo momento y sólo tocarse la cara tras una buena higiene”. En este caso sería con gel hidroalcohólico y siempre siguiendo las recomendaciones de la OMS.
Alternativas sin riesgo
El deporte al aire libre sigue siendo la mejor alternativa para hacer ejercicio en tiempos de coronavirus, ya que el riesgo de contagio en el exterior es mucho menor. “Si se corre solo y sin nadie cerca, no lo hay. En los deportes de raqueta, en juego individual, es casi inexistente”, explica Manonelles.
El riesgo es casi nulo cuando uno se mete en la piscina. “El agua no permite la supervivencia del virus”, apunta Manonelles, que sí recomienda “no coincidir en las calles con otros nadadores y evitar el contacto al salir del agua”. No es tan fácil pero el secreto es el mismo: no ir a nadar en hora punta.