Con el empleo, en España, no se juega
España, Francia e Italia concentran el 50% del desempleo de toda la Unión Europea, donde nuestro país es el subcampeón, por detrás de Grecia.
La situación en España con el empleo es, como poco, preocupante. Pese a que la legislatura ya ha comenzado a andar, esta comienza con unos registros en materia de desempleo que no auguran, para nada, un buen presagio. Y es que, como pudimos observar al cierre del año, el empleo en España no solo se ha estancado, sino que se está generando a su menor ritmo desde 2013. Unos registros que, para un país que posee la mayor tasa de desempleo de la Unión Europea, solamente superada por Grecia, es bastante preocupante.
España tiene un serio problema con el empleo, es evidente. La asignatura pendiente de la economía española, como ya anunciaban las previsiones a principio de año, vuelve a atragantarse con los polvorones de Navidad al cierre del año 2019. De acuerdo con los registros de la encuesta de población activa (EPA), la tasa de paro en España ha finalizado el 2019 en niveles del 14,6%. Unos niveles que se sitúan por encima de los registros que dejaba 2018, donde el nivel se situó en el 14,45%.
Como podemos observar, 2019 cierra con una tasa de variación positiva de 1,5 puntos. Una tasa de variación positiva que, en el caso del empleo, debe considerarse como negativa, pues, como hemos dicho, pese a que el desempleo se haya reducido, este lo hace a su menor ritmo de creación. Y esto está ocurriendo por razones muy diversas, pues no solo hemos visto malos resultados en la contratación, sino que también hemos sido testigos de un muy intenso deterioro de la afiliación de los autónomos, la cual ha sufrido un descenso cercano al 70% respecto a las cifras del año pasado.
El mayor deterioro que ha vivido la economía española en los últimos meses, sumado a un entorno global con una situación similar, provocó un duro descenso en la creación de empleo en el país. Una creación de empleo que se ha ido ralentizando durante todo el año, llegando a su culmen con esa variación resultante en la que se muestra la escasa capacidad del país para reducir sus niveles de desempleo. Para hacernos una idea, España, Francia e Italia ya concentran alrededor del 50% de los parados en la Unión Europea.
Y ni con la creación de empleo público hemos sido capaces de revertir la situación al cierre del año; pero sí maquillarla, pues el resultado habría sido peor de no contar el empleo público creado en el país. En 2019, España ha creado cerca de 180.000 empleos menos que el año anterior. Un grave problema para una economía tan dependiente del crecimiento para la creación, pues el deterioro del que hablábamos, al hilo con las previsiones realizadas, podría intensificarse durante este 2020, donde los ritmos de crecimiento de la economía española se situasen en el 1,5%.
El mercado laboral español es bastante curioso. La reforma laboral, impulsada en 2012 y que ahora quieren derogar, provocó que el país, en una situación en la que nos encontrábamos con una masiva destrucción de empleo tras el estallido de la crisis, no solo parase la destrucción de cerca de un millón de empleos, como ya anunciaron los analistas de BBVA Research, sino que incentivó el que, a través de una mayor flexibilidad dentro del mercado laboral y la regulación en materia de contratación, el que el país pudiese crear empleo con un menor crecimiento.
Un fenómeno que es explicado por el concepto conocido por los economistas como Ley de Okun. La Ley de Okun mide la relación empírica existente entre la tasa de desempleo y el crecimiento de la economía. Una Ley de Okun que, en el caso de España, muestra la vulnerabilidad, así como la nueva capacidad, del empleo español. Si observamos la pendiente, podemos observar como España, pese a ser un país que está consiguiendo crear empleo de una forma más acelerada cuando el país crece por encima de determinados umbrales de crecimiento, a su vez, este también es más propenso a destruir empleo, cuando el crecimiento desciendo por debajo de determinados umbrales.
Es más, lo realmente complejo de esto es que, dada la temporalidad y la baja tasa de contratos indefinidos -la cual también se ha visto afectada en la última EPA de la que hacíamos mención anteriormente-, cuando España desciende su tasa de crecimiento a niveles que se encuentran por debajo de determinados valores, nuestro mercado laboral es mucho más propenso a destruir empleo que otros países; incluso esta destrucción se acentúa más que la creación. Situación preocupante si atendemos a los ritmos de crecimiento que está experimentando España, así como las previsiones.
Y es que, mientras hace 2 años estábamos creciendo a niveles cercanos al 3%, ahora lo hacemos al 1,9%. Es más, este descenso se ve claramente cuando cogemos los crecimientos que ha ido cosechando la economía española desde 2014, donde el crecimiento se impulsó y se retomó la fase expansiva. Por ello, ante una situación en la que la economía está perdiendo su dinamismo, donde los crecimientos se apagan y se moderan, es una política muy arriesgada el acabar con la misma flexibilidad que, en años anteriores, evitó la condena de mantener un país con una tasa media de paro del 17%.
España debe repensar qué es lo que va a hacer con la situación del empleo. Como hemos estado viendo, la situación no es para festejar nada. Es más, esta situación podríamos decir que no solo es uno de los retos de la economía española, sino el gran reto de la misma. Muchas otras cosas en el país, integrantes del estado de bienestar, dependen del empleo en el país. Un empleo que, ni con el exceso navideño de consumo y gasto, ha conseguido remontar a niveles similares a las variaciones vividas durante el año pasado.