Cómo un gobierno de Meloni en Italia puede hacer tambalear el derecho al aborto
La previsión de que la ultraderecha gobierne en Italia hace temer un retroceso de derechos. El aborto ya peligra donde mandan los Hermanos de Italia.
Los italianos acuden este domingo a las urnas entre la desafección popular y la asunción de que saldrá un Gobierno, como poco, de derechas. Todas las miradas están puestas en una figura concreta: Giorgia Meloni, estrella revelación fuera de sus fronteras pero una vieja conocida de la política en su país.
Según las últimas encuestas, Meloni, con su partido Hermanos de Italia, obtendría casi un 25% de los votos, que podrían sumarse a los de la Liga de Salvini (12,2%) y Forza Italia de Berlusconi (7,7%) para formar coalición. En Europa miran con recelo este potencial gobierno y los analistas hablan ya de una posible polonización del país transalpino, mientras que los italianos, en general, lo dejan correr. La extrema derecha –la Liga, Hermanos de Italia o las formaciones de las que se originó– lleva décadas siendo parte de gobiernos en Italia, y, si bien esto ha contribuido a normalizar a estos partidos, también da una buena muestra de los retrocesos en materia social que puede traer consigo un gobierno con Giorgia Meloni al frente.
El ejemplo más evidente está, quizás, en Las Marcas, una región en el centro este de la ‘bota’ tristemente famosa por hacer el acceso al aborto “extremadamente difícil” para las mujeres, tal y como señala Beatrice Dondi, redactora jefa adjunta de L’Espresso y autora de numerosos reportajes sobre el aborto en Italia.
Las Marcas, el ejemplo en el que no quieren verse las mujeres
En Las Marcas, donde desde hace dos años gobierna Francesco Acquaroli, de Hermanos de Italia, el derecho al aborto va muy por detrás que en el resto de Italia, donde de por sí no siempre es fácil acceder al aborto. Beatrice Dondi explica que esta región no ha implementado la actualización sobre el aborto farmacológico que emitió el Ministerio de Salud en 2020, y que “prevé garantizar el servicio [de interrupción voluntaria del embarazo] en hospitales y clínicas, elimina la necesidad de hospitalización y amplía la posibilidad de acceder al aborto farmacológico hasta la novena semana de embarazo”.
En esta región, la píldora abortiva (RU-486) sólo se dispensa hasta la séptima semana de gestación –contraviniendo la guía del Ministerio y las indicaciones del medicamento–, y encontrar ginecólogos dispuestos a practicar abortos quirúrgicos es cada vez más difícil. La tasa de médicos objetores de conciencia se estima en un 70%.
“Muchas mujeres tienen que desplazarse incluso a otras regiones para abortar”, relata Jaime Bordel, periodista y coautor del ensayo Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia. “Si esas mujeres no tienen recursos suficientes para viajar, ven su derecho al aborto totalmente en entredicho”, constata.
Qué busca realmente Meloni
La situación que se vive en Las Marcas, y el hecho de que “la familia” sea “el tema estrella de Meloni –recuerda Bordel–, ha puesto bajo el foco el derecho al aborto en Italia, y qué puede quedar de él con un Gobierno de extrema derecha en el que previsiblemente Hermanos de Italia lleve el mando.
En los últimos días, Meloni se ha pronunciado al respecto de una forma más o menos clara. “No pretendo abolir o modificar la ley 194 [del aborto]. ¿En qué lengua lo tengo que decir?”, lanzó cuando le preguntaron sobre la cuestión. Meloni añadió que lo que quiere es “aplicarla en su totalidad, también en la parte que se refiere a la prevención, lo cual significa añadir derechos, no quitarlos”. “Queremos que las mujeres que piensan que el aborto es la única opción tengan derecho a tomar una decisión diferente”, dijo la líder de Hermanos de Italia.
Cabe señalar, en primer lugar, que la norma vigente en Italia sobre el aborto, la Ley 194, se aprobó hace más de cuatro décadas, en 1978, con lo cual no es la más garantista del entorno. Como explica la periodista italiana Beatrice Dondi citando esta norma, el texto “no garantiza el derecho al aborto” al cien por cien, sino que “concede” este derecho si la mujer se ve en “circunstancias por las cuales la continuación del embarazo, parto o maternidad entrañaría un grave peligro para su salud física o mental, en relación o con su estado de salud, o con sus condiciones económicas, sociales o familiares, o con las circunstancias en que tuvo lugar la concepción, o con pronósticos de anomalías o malformaciones del concebido”.
Esto significa que, para acceder al aborto, alguien debe certificar que la mujer embarazada ‘cumple’ con los requisitos que marca la ley. Esas condiciones –apunta Dondi– “deben ser comprobadas por terceros”, que también se encargarán, según la ley, de “ayudar [a la mujer] a superar las causas que la llevarían a la interrupción del embarazo”. Es en esta parte de la ley en la que Meloni se ha centrado en su discurso, y precisamente por ello preocupa a quienes conocen bien la cuestión.
“Aplicar la ley como quiere Meloni significa que aumentarán las presiones psicológicas a las que se ve sometida la mujer que desea interrumpir el embarazo: ecografías innecesarias, citas retrasadas, análisis psicológicos no solicitados”, enumera Dondi. “Todo para disuadirla de intentarlo”, resume la periodista.
El problema de la objeción de conciencia
Tras conocer la historia de Francesca, una mujer residente en Roma que sufrió “un calvario de humillaciones, silencio y desprecio” para poder abortar, Beatrice Dondi lanzó en 2020 una iniciativa en la que recogió testimonios de otras mujeres que habían pasado por situaciones parecidas.
“Nos llegaron cientos de historias, en las que ginecólogos objetores obligaban a las mujeres a escuchar los latidos del corazón del feto y a mirar imágenes de ultrasonido, dejaban a las mujeres sufrir un aborto terapéutico en el armario de las escobas, y otros horrores”, relata la periodista.
Beatrice Dondi reconoce que no quiere “ni pensar” qué puede ocurrir con el derecho al aborto si finalmente se forma un gobierno de ultraderecha en Italia, pero tiene consigo una pequeña muestra, en forma de testimonios, de lo que ya sucede a día de hoy en un país en el que reina la objeción de conciencia. “A algunas mujeres ya se les ofrecen pequeñas cantidades de dinero para no abortar, por no hablar de los sermones o de las burlas que sufren”, afirma. “Otra cosa que Meloni no dice es que los centros de ayuda a la vida que ofrecen apoyo a las mujeres embarazadas están en su mayoría dirigidos por movimientos antiaborto, y ahora quieren entrar a las clínicas”, advierte Dondi.
En qué ha acertado Giorgia Meloni
Para Jaime Bordel, el éxito –y el peligro– de Meloni radica precisamente en que ha elaborado con suma inteligencia su postura sobre el aborto (y otros temas) en esta campaña electoral. Giorgia Meloni “sabe que hay consenso en la sociedad italiana para no prohibir el aborto, así que es un jardín en el que no podía meterse de lleno, pero tampoco mostrarse a favor del aborto, porque entonces traicionaría a sus bases”, explica el periodista. De modo que lo que ha hecho la líder de los Fratelli con sus últimas declaraciones ha sido “desplazar la carga de la culpa, de la mujer a la sociedad”. “Ella no culpa a la mujer –no dice ‘las mujeres son malas por abortar’ o ‘son unas asesinas’–, sino que dice que el aborto es una derrota de la sociedad”, apunta Bordel, quien lo considera un movimiento “bastante innovador” en la derecha radical.
Meloni ha dicho que dará recursos económicos para que las mujeres que van a abortar tengan una alternativa, lo cual no puede verse como moralmente reprochable por la sociedad, pero sí presiona a las mujeres y obstaculiza su decisión.
Para Jaime Bordel, esta postura se corresponde con “el modelo de Las Marcas, el que realmente quiere Meloni”. Algo así como decir: “Yo no lo prohíbo explícitamente pero lo dificulto, no lo prohíbo pero favorezco que haya una mayoría de médicos objetores”, comenta.
Una “lenta erosión de derechos”
La ambigüedad de Meloni en temas candentes es un clásico; o, más que la ambigüedad, la manera de decirlo sin decirlo, el dar con la forma de que el mensaje cale sin que suene radical, de que el pueblo llano se identifique con ella y la vea como una más. Por eso en su bestseller cuenta sin complejos cómo su madre, de barrio obrero, acudió a una clínica para abortar cuando estaba embarazada de ella, y cómo finalmente se arrepintió y decidió tenerla.
Aunque Meloni ahora asegure que no derogará el derecho al aborto, hace no mucho tiempo defendía la creación de cementerios para enterrar a fetos abortados, donde la tumba llevaría el nombre de la mujer. Con estos antecedentes, “nadie se termina de fiar de que Meloni no vaya a tocar absolutamente nada del aborto”, reconoce Jaime Bordel.
El autor de Salvini & Meloni: hijos de la misma rabia considera, con todo, que el próximo gobierno italiano no se atreverá a prohibir de manera drástica el aborto, pero sí que el país se encaminará hacia “una lenta erosión de derechos”. “Se acercará cada vez más a Hungría y a Polonia y se alejará de Francia, Alemania y España, tratará de torpedear que las mujeres aborten pero no lo prohibirá totalmente”, augura Bordel. “Creo que las cosas van a ser más sutiles y más soterradas, aunque luego los objetivos sean exactamente los mismos”, dice.
En una sociedad ampliamente conservadora –con una fuerte influencia del Vaticano y la religión católica– y con una izquierda desmovilizada, no es tan extraño que la opción política más votada tenga a la familia como primer punto de su programa electoral. Al fin y al cabo, recuerda Bordel, la extrema derecha “lleva 30 años en los gobiernos” de Italia. “Meloni fue la ministra más joven de la historia del país, con Berlusconi”, incide el periodista. Así que “muchos italianos ven a Giorgia Meloni como una política que lleva ahí toda la vida, y no como a una fascista”.