Cómo sería la cuarentena hace 25 años: olvídate de todo lo que estás viviendo
Spoiler: te va a sonar a ciencia ficción.
Todo sería muy distinto si nos hubiésemos confinado hace 25 años. Una cuarentena en 1995 no tendría absolutamente nada que ver con la cuarentena de hoy. Nada es nada. Y tampoco es que haya pasado tanto tiempo. En 1995 ya había cadenas privadas, Pretty Woman se emitía en televisión, Los pilares de la tierra llevaba seis años como best seller y Kurt Cobain se había suicidado un año antes.
1995 fue como quien dice hace dos días, pero si un Marty McFly de 2020 cogiese el Delorean de Doc para viajar al pasado alucinaría con el confinamiento de entonces. Todo era tan distinto que ni siquiera estaba el eterno Jordi Hurtado amenizando las sobremesas en La 2 con Saber y ganar. Claro que el George McFly de 1995 fliparía en colores (era lo que se decía entonces, ¿no?) si viajase al siglo XXI.
Porque en 1995…
Tendríamos cinco cadenas y ya. Eso los más afortunados, que viviesen en Comunidades Autónomas con televisión autonómica, porque en Castilla-La Mancha habría que conformarse con TVE, La 2, Antena 3 y Telecinco.
Habría una avalancha de nuevos socios en Canal+. Al fin y al cabo sería lo más cercano a Netflix o cualquier otra plataforma streaming, con las películas más actuales.
Lo del porno gratis de Pornhub sería más ciencia ficción que lo que planteaba Doce monos. En 1995 o pagabas la cuota de Canal+ o pagabas la cuota de Canal+. Lo de entrecerrar los ojos para ver el porno codificado era un invento muy extendido pero cero eficaz. También puede ser que hubiese revistas en los fondos de los cajones. (Sí, en 1995 se vendía el papel).
Esperaríamos ansiosos la llegada del lunes para ver Expediente X y que fuese martes para ver Médico de familia. Los maratones de series como el que acabamos de hacer con La casa de papel 4 eran impensables en aquella época. Había que conformarse con la dosis semanal y ya.
Pepe Navarro no cruzaría todas las noches el Mississpipi. Sin invitados en plató y sin opción a videollamadas, como hacen ahora Andreu Buenafuente en Late Motiv o Pablo Motos en El Hormiguero, el programa ya habría dejado de emitirse.
Lo que veríamos serían series y películas repetidas sin parar. Y más series y más películas repetidas sin parar. Porque por mucho que quisiésemos seguir a Chapis y a Belinda Washington presentando ¡Qué me dices desde casa! no había webcams.
Eso sí, las audiencias estarían disparadas. 1995 fue el año en el que el último capítulo de Farmacia de guardia consiguió juntar a más de 11 millones de telespectadores delante de la tele. ¡Un 62,8% de share! La cuota de pantalla se la repartían cuatro canales (o cinco, si se cuentan los autonómicos).
De lo que no nos perderíamos ni un segundo sería del Telediario. Si ahora nos quejamos de la sobreinformación, hace 25 años estaríamos bastante perdidos. Sin internet y sin redes sociales, no habría mucha más opción.
Eso sí, viviríamos sin bulos.
Aunque tampoco habría aplauso de las 20:00 horas para los sanitarios. Y si lo hubiese, habría tardado en llegar. La acción empezó en Twitter y en 1995 tendrían que haberlo contado Olga Viza o Luis Mariñas en los informativos para que nos enterásemos.
Las luchas en casa serían por el mando a distancia y por el teléfono fijo, el único contacto con el exterior. Para llamar a la novia, para llamar a la abuela, para hablar con los amigos… ¡Para todo!
Y las llamadas serían contadas porque habría que pagarlas. Hubo que esperar más de una década para que se popularizase la tarifa plana. No sólo las videollamadas serían impensables, también la barra libre de teléfono.
¿WhatsApp? ¿Qué es eso? Ni siquiera el Beeper estaba entre los adolescentes. Coca-Cola no trajo aquella especie de busca hasta 1996. Así que contacto cero con los de fuera. El cartero no llamaría ni una vez.
Nada de mensajes de móvil. Lo había ya en España, sí, pero era un producto de lujo al alcance de muy pocos.
La receta de pan sería la de Simone Ortega. Ni vídeo de YouTube ni tutoriales de instagramers cocineros, en cuestión de innovación culinaria habría poca opción: el libro de cocina que hubiese en casa, la libreta con las recomendaciones de la vecina y lo que Karlos Arguiñano contase en El menú de Karlos Arguiñano en TVE.
Ejercicio, el básico. Ni pilates ni yoga ni clases diarias de entrenadores personales. Estaríamos subidos a la bicicleta estática, dándole uso al Thigh Toner o estirando las bandas elásticas para hacer brazo.
Lo haríamos con chandal de táctel. Sería el más que probable uniforme de los españoles en los días de confinamiento.
La Teletienda haría el papel de Amazon, así que habría que conformarse con lo que estuviese de promoción en ese momento.
La Larousse sería la mejor amiga de los estudiantes, que tendrían ya las hojas desgastadas de tanto pasarlas para hacer la ristra de trabajos que antes de decretarse la cuarentena les hubiesen mandado en clase. Aunque... ¿cómo se los iban a mandar a los profesores?
Lo del teletrabajo no tendría mucho sentido.
Escucharíamos siempre los mismos CDs (probablemente ya rallados), los discos y lo que pinchase Joaquín Luqui en Los 40 Principales.
Las cintas vírgenes de cassette estarían en el top ventas junto al papel higiénico y la levadura. Cuántos remixes habríamos hecho ya...
Los libros, como con la música, los que hubiese en casa. A más biblioteca, mejor cuarentena.
Pasaría lo mismo con los VHS que tuviésemos en casa. El videclub (ele FIlmin de esa época) estaría cerrado así que a estas alturas más de un niño ya habría quemado la cinta de El rey león, aunque bien mirado siempre es mejor que una sobredosis de Cantajuegos. Los DVDs no llegaron hasta 1996.
Sería el resurgir de los juegos de mesa... y las cartas. ¡Tardes enteras de diversión familiar!
Tu amigo con videoconsola estaría a la altura de tu amigo con terraza. En el Top 3 de los más envidiados.
Los que SÍ estarían (y nos aventuramos a decir que sería igual en 2045) serían Los Simpson. Ellos no se van nunca de la pantalla.