Cómo las mascarillas se han convertido en símbolo de la guerra partidista en EEUU
Donald Trump y otros republicanos han rechazado el uso de mascarillas frente al coronavirus, pero, a medida que crece el número de casos, van cambiando de parecer.
A medida que la pandemia del COVID-19 se extendía por Europa, el uso de las mascarillas se generalizó como medio de prevención frente al virus.
En España, las autoridades han repartido millones de mascarillas a los ciudadanos que utilizan el transporte público. También son habituales en Alemania, donde se venden en las tiendas y las máquinas expendedoras de Berlín. En Francia son obligatorias desde mayo en las escuelas, las tiendas y el transporte público. Incluso el presidente Emmanuel Macron ha recibido elogios por demostrar que llevar la mascarilla por razones de salud no supone renunciar al estilo.
La postura frente a este tema ha sido bastante unánime. Según un sondeo de YouGov del pasado junio, el uso de mascarillas en Francia subió hasta el 79%; en España es del 86% y en Italia del 85%.
Las cosas son muy diferentes en Estados Unidos, hasta el punto de que las mascarillas han llegado a convertirse en protagonistas de una guerra partidista, con una gran carga cultural.
Se han publicado varios vídeos en redes sociales en los que se veía a clientes gritando e insultando a trabajadores de establecimientos como Trader Joe’s y Starbucks por haberles pedido que se pusieran la mascarilla. En Denver, unos clientes indignados han llegado a toser y escupir a los empleados de una heladería. Y en Los Ángeles, una cadena de restaurantes de tacos tuvo que cerrar la semana pasada sus locales ante los “constantes conflictos con los clientes que se negaban a usar mascarilla”.
En abril de este año, un guardia de seguridad de una tienda Family Dollar en Michigan recibió un disparo mortal al no permitir la entrada a una clienta que no quería cumplir con las directrices estatales de usar la mascarilla en público.
Los políticos republicanos, y el presidente Donald Trump en particular, han convertido el uso de mascarilla en una cuestión de libertad individual e identidad política.
“Yo no quiero llevarla”, dijo Trump en abril, después de que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (Centers for Disease Control and Prevention) emitieran nuevas recomendaciones en favor de su uso. “No sé, no me veo llevando mascarilla cuando saludo a otros presidentes, primeros ministros, dictadores, reyes y reinas”.
No obstante, Trump solo tenía que fijarse en Europa y el resto del mundo para darse cuenta de que de entre los líderes mundiales, él representa a una minoría.
Trump se ha burlado de su rival demócrata Joe Biden por llevar mascarilla. Además, en una entrevista con The Wall Street Journal el mes pasado, sugirió que los estadounidenses que la llevan no lo hacen como una medida de protección contra el coronavirus, sino para mostrar que están en su contra.
Biden se ha referido a Trump como un “completo idiota” por no llevar mascarilla en los actos públicos, y dijo que su falta de liderazgo respecto a este problema está “costándole la vida a muchas personas”.
El debate político también se ha trasladado a nivel estatal. “Quienes no quieren llevar mascarilla deberían tener todo el derecho a no llevarla, si no les apetece ponérsela”, dijo el gobernador de Misuri, Mike Parson, hace una semana.
En Carolina del Norte, donde el gobernador demócrata ha hecho obligatorio el uso de mascarillas, multitudes de manifestantes sin mascarilla se han reunido en el parlamento del estado para denunciar la “tiranía” que supone esta obligación. Varios sheriffs del estado expresaron que no iban a forzar a los ciudadanos a cumplir el mandato, y algunos republicanos de la asamblea legislativa incluso han intentado ilegalizar su uso.
Todo esto ha contribuido a generar una notable división entre la postura demócrata y republicana respecto al uso de mascarillas. Según un reciente sondeo de Axios, la brecha partidista respecto a este tema se ha ampliado: un 65% de los demócratas dice que siempre la lleva en lugares públicos, mientras que sólo un 35% de los republicanos afirma lo mismo.
Aunque la ciencia relacionada con el uso de las mascarillas sigue evolucionando, cada vez hay más consenso respecto a que llevarlas puede ayudar a prevenir la propagación del coronavirus. Los CDC recomendaron su uso en abril, y la Organización Mundial de la Salud aconsejó a los ciudadanos, a principios de junio, que usaran mascarilla en aquellos lugares públicos donde no se pueda mantener la distancia de seguridad.
El ‘Fernando Simón’ de EEUU, Anthony Fauci, comunicó la semana pasada a una comisión del Senado que “recomendamos el uso de mascarillas para todos”, afirmando también que “las mascarillas son cruciales”.
A medida que el número de casos de coronavirus se ha ido disparando en muchos lugares de Estados Unidos, varios republicanos de renombre han empezado a lamentar el hecho de que su partido haya demonizado las mascarillas y han rogado a Trump que empiece a usarlas. “Todo el mundo debería llevar mascarilla” dijo el senador de Florida, Marco Rubio.
Precisamente Florida, que el miércoles comunicó que había superado los 6.500 nuevos casos de coronavirus, es uno de los epicentros de la pandemia en Estados Unidos.
“Llevar la mascarilla cuando salimos de casa y nos juntamos con otras personas no debería ser un estigma en absoluto”, dijo Mitch McConnell, líder de la mayoría en el Senado. “No se trata de ponérsela para protegernos a nosotros mismos, sino para proteger a todas las personas con las que interactuamos”.
“Por desgracia, este gesto tan simple, capaz de salvar vidas, ha pasado a formar parte de un debate político que anima a no usar mascarilla si apoyas a Trump. Y a usarla, si estás en su contra”, dijo el martes el senador Lamar Alexander, de Tennessee.
Hace una semana, el número de casos de coronavirus en Estados Unidos llegó hasta los 50.000, la cifra diaria más alta hasta el momento. En una declaración ante el Senado esta semana, Anthony Fauci afirmó que el número de casos diarios podría alcanzar los 100.000 muy pronto si los estados no toman medidas más severas para evitar la propagación.
Estas cifras tan abrumadoras, unidas a las críticas de algunas figuras importantes del partido republicano, parecen haber empezado a hacer mella en Trump.
“Apoyo el uso de las mascarillas” dijo el presidente en una entrevista con Fox Business el pasado miércoles. Añadió que no creía que el uso de mascarillas tuviera que ser obligatorio, pero que no “había ningún problema” en que la gente las utilizara. “Si se sienten mejor así, pueden hacerlo”, dijo.
Cuando le preguntaron si se la pondría, dijo que lo haría. “Si estuviésemos en una situación delicada con personas, lo haría, por supuesto”.
Sin embargo, en la misma entrevista, Trump reiteró su creencia de que el coronavirus “desaparecerá”.
El viernes, el presidente compareció en una celebración del Día de la Independencia en el monte Rushmore en Dakota del Sur. Hubo miles de personas en el público y, a pesar del riesgo de incendios forestales, el evento contó con vuelos militares y fuegos artificiales.
No se exigió llevar mascarilla.
Este artículo se publicó originalmente en la edición estadounidense del HuffPost.