Yolanda Díaz, la marea gallega sube a La Moncloa
La próxima ministra de Trabajo de Sánchez lleva dos décadas militando en la izquierda y trabajó con Iglesias antes de la fundación de Podemos.
Yolanda Díaz (Fene, Coruña, 1971) es gallega. Y de izquierdas. Sus carnés del Partido Comunista de Galicia y de Esquerda Unida no engañan. Lleva más de una década surfeando la marea que está a punto de llevarla a la sala del Consejo de Ministros de La Moncloa, donde será ministra de Trabajo del primer Gobierno de coalición desde la Segunda República que han armado PSOE y Unidas Podemos.
Con ella se sentará Pablo Iglesias, el compañero con quien trabajó en 2012 cuando Podemos no estaba en la cabeza de ninguno de los dos, y España sufría una crisis económica tan brutal que incubó el partido morado y mató el bipartidismo. Entonces, Iglesias asesoró a Alternativa Galega de Esquerda, la herramienta con la que Díaz, junto a Xosé Manuel Beirás, asaltó el Parlamento gallego.
Díaz, licenciada en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela, llegó a la coordinación nacional de Esquerda Unida en 2005. Aquel año se puso fin en Galicia a la hegemonía del PP que instauró Manuel Fraga (1990-2005). Y los comicios autonómicos lo apuntalaron: el socialista Emilio Pérez Touriño tintó la Xunta de rojo. Díaz siguió trabajando y dos años después intentó hacerse cargo del Ayuntamiento de Ferrol, donde ya era concejala desde 2003.
No lo logró. Ganó el PSOE, pero su partido se hizo con cuatro representantes que llegaron a un acuerdo con los socialistas y con el BNG para hacer alcalde a Vicente Luis Irisarri. Ella fue teniente de alcalde, aunque la alegría le duró poco. Un año después se rompió la coalición. Mientras, continuó trabajando como abogada laboralista en su propio despacho, que abrió en 1998 cuando se colegió.
Yolanda Díaz está casada desde 2003 y tiene una niña, Carmela, que destaca en sus clases de ballet. La política presume de ello en sus redes sociales. La futura ministra tiene tres posgrados universitarios: uno en Recursos Humanos; otro en Relaciones Laborales y uno más en Urbanismo.
Es la única chica de su familia y la menor de tres hermanos. Nació en una cooperativa obrera que miraba todos los días al astillero Astano, un hervidero de reivindicación en la agonía del franquismo. Su padre, que llegó a estar en la cárcel, militaba en el PCE en la clandestinidad y llegó a ser secretario general de Comisiones Obreras en Galicia.
Su tío, Xosé Díaz, ocupó un escaño por el BNG en el Parlamento gallego. Allí también desembarcó ella, en 2012, con Alternativa Galega. Y acompañada de ocho diputados comandados por Xosé Manuel Beirás. Antes, en 2009, lo intentó con Esquerda Unida. Y, aunque no consiguió representación, fue la única mujer candidata a la Xunta.
Fue en la aventura que le llevó a estrenar asiento en Cámara de Santiago de Compostela cuando fichó a Iglesias como asesor. La política estaba mutando y muchos miraban al equipo de Beirás como un reflejo del expresidente griego Alexis Tsipras: la Syriza gallega batallaba en el Parlamento autonómico. Después su asesor se inventó Podemos y la marea subió tanto que llegó a Madrid.
La marea entra en Madrid
En 2015 atracó en el Congreso de los Diputados impulsada por 408.000 votos de En Marea, la coalición que amarró con Podemos y los nacionalistas de Anova. Seis diputados entraron a la Cámara Baja. Ella como número dos por la provincia de Coruña.
Díaz siguió trabajando en la Cámara Baja. Ha sido vocal, secretaria y portavoz en decenas de comisiones que la han curtido en el trabajo parlamentario. En 2017 dejó la Coordinación Nacional de Esquerda Unida. Después llegó la descomposición de En Marea, de donde salieron Podemos, Esquerda Unida y Anova a principios de 2019 por discrepancias con Luís Villares. Y nació Galicia En Común. Diferente marea, pero mismas olas.
En las elecciones del 10-N, concurrió junto a Podemos. Antes fue uno de los rostros más visibles en valorar el fracaso de las negociaciones entre PSOE y Podemos de verano. Pasó el otoño y llegó el invierno. Hubo acuerdo de coalición, investidura y asiento en La Moncloa. La marea es imparable.