Cómo el desigual reparto de vacunas puede complicar el fin de la pandemia
Los expertos advierten de que “la pandemia durará más de lo necesario” por la avaricia de los países ricos: “Cuanto más retrasemos la vacunación, más nos la estamos jugando”.
Aproximadamente el 38% de la población mundial ya está vacunada frente al covid, pero en esa media entran tanto el 86% que registra Portugal como el 1,4% de Nigeria. COVAX, el mecanismo internacional creado para paliar esta brecha y garantizar a los países en desarrollo un acceso rápido, justo y proporcional a estas vacunas, ha pinchado en hueso. El informe ‘A Dose of Reality’, publicado la semana pasada por la alianza People’s Vaccine, revela un secreto a voces: los países más ricos no han cumplido su compromiso, y han suministrado a sus homólogos menos pudientes sólo una séptima parte de los 1.800 millones de dosis que prometieron.
La semana pasada, el doctor Bruce Aylward, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), apuntó directamente a esta desigualdad como la causa de que la pandemia se alargue más de lo debido, hasta “bien entrado 2022”. Aylward instó a los países a hacer “balance” de sus compromisos, pero enseguida avanzó: “Os puedo asegurar que no vamos bien”.
“La pandemia durará un año más de lo necesario”
Como si de una cola se tratara, el doctor pidió a los países ricos que dejen su puesto a los países de menos ingresos para que, ahora sí, las farmacéuticas los atiendan. “Tenemos que darnos prisa; si no, la pandemia durará un año más de lo necesario”, advirtió Aylward.
Pero los países no han respondido como debían, y la iniciativa COVAX, impulsada por la ONU, corre el riesgo de quedar en fracaso. Quique Bassat, epidemiólogo e investigador del instituto ISGlobal, aclara: “La culpa no es de COVAX, sino de los países que lo firmaron y crearon el mecanismo con una intención”. “En el momento en que COVAX recibe las vacunas, las puede distribuir con agilidad; el problema es que no llega la gasolina, no le llegan las vacunas, y eso es culpa de los Estados que se comprometieron y no están cumpliendo”, explica.
En un primer momento, COVAX nació como un enorme pool de vacunas del cual todos los países firmantes pudieran obtener sus dosis, que se repartirían de forma igualitaria. Sin embargo, una vez los países y regiones más ricos empezaron a firmar acuerdos bilaterales con las farmacéuticas, esta función pasó a segundo plano, y COVAX quedó reducido a la ‘caridad’ de los ricos para los pobres. Cada nación se comprometió a donar una cifra a su elección —en total, unos 2.000 millones de dosis antes de que acabe 2021—, pero ni siquiera están cumpliendo estos compromisos.
Países y farmacéuticas faltan a su palabra
Los porcentajes de cumplimiento de los países van desde el 8% de Canadá hasta el 21% de España —que ha entregado 6,2 millones de dosis de los 30 que prometió—, pasando por el 10% de Reino Unido o el 12% de Alemania. Francia se comprometió a entregar 120 millones de dosis y sólo ha cumplido con el 9%; Estados Unidos, pese a ser el más ‘generoso’ con 177 millones, sólo ha entregado el 16% de lo que prometió, según el informe de People’s Vaccine. Canadá y Reino Unido, además, obtuvieron dosis para su propia población a través de COVAX, algo “moralmente indefendible”, critica Rohit Malpani, asesor de Salud Global de Oxfam, en declaraciones a la BBC.
Esto es responsabilidad de los países, pero también de las farmacéuticas, tal y como constata el informe ‘A Dose of Reality’. De los 994 millones de dosis que pretendían destinar a COVAX las empresas Johnson & Johnson, Moderna, Oxford/AstraZeneca y Pfizer/BioNTech, sólo se han entregado un 12%, 120 millones.
La pandemia no acabará hasta que no termine en otros países
Pedro Gullón, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, considera que es hora de “dejar de mirarse el ombligo” y entender que la pandemia es un asunto global. Aunque en España la situación sea ahora favorable, “en otros países lo están pasando muy mal, y esto no acabará realmente hasta que no se termine en otros países”, sostiene. Entre otras cosas, “porque pueden surgir nuevas variantes u otros problemas que nos terminen rebotando”, advierte.
Daniel López Acuña, exdirector de la Acción en Crisis de la OMS, coincide con él: mientras el virus siga circulando en alguna parte del mundo, “no vamos a tener una isla epidemiológica en ningún país o región”. El epidemiólogo explica que las vacunas “no son esterilizantes” —no impiden la infección o el contagio—, que “la inmunidad es corta” y que “las variaciones de los virus son múltiples”.
Gullón incide en eso: “Una muy buena cobertura vacunal, como la de España, no garantiza que no vaya a haber aumentos de incidencia, pero si alargamos esta brecha vacunal entre países durante mucho tiempo, es posible que la situación se complique hasta el punto de que la vacunación no sirva, baje su efectividad o surjan nuevas variantes… y eso sí que puede ser preocupante”, dice.
“Cuanto más retrasemos la vacunación, más nos la estamos jugando”
Quizás la frase suena ya demasiado manida, pero toca repetirla: nadie estará a salvo hasta que no estemos todos a salvo. “La pandemia es global”, recuerda López Acuña; “los esfuerzos no deberían ser sólo en mi comunidad, o en mi país, o en mi continente; debe haber un esfuerzo mundial, solidario, de conseguir una mejor vacunación y una reducción de casos”, zanja. “Mientras haya tasas elevadas de transmisión en algún punto, habrá un riesgo de que surjan variantes amenazantes. Eso es justo lo que deberíamos querer evitar”, advierte el exdirectivo de la OMS.
Gullón considera que “ahora mismo no tiene por qué cambiar la dinámica”; sin embargo, “cuanto más retrasemos la vacunación en el mundo, más nos estamos jugando que la transmisión en otros países termine afectándonos a nosotros”, avisa.
La “inmoralidad” de los países ricos
Los países ricos han fallado a la hora de ceder su puesto en la fila de las vacunas, han fracasado en sus donaciones, y fallaron cuando se negaron a liberar las patentes de las vacunas para el covid. “En este el último año, desde que India y Sudáfrica presentaron la propuesta de suspender las patentes, ha habido más de tres millones y medio de muertes, ¿cuántas podríamos haber evitado?”, se preguntaba Vanessa López, directora de Salud por Derecho, con motivo de la publicación del informe ‘A Dose of Reality’.
“Es inmoral que algunos países no hayan llegado al 3% de la población vacunada y sigamos negociando. Las donaciones pueden aliviar una emergencia, pero no son la respuesta a esta pandemia. Necesitamos más producción y que todos los países puedan comprar sus propias vacunas a un precio justo”, afirmó entonces López.
Tampoco el mundo pudiente se está comprometiendo a fortalecer los sistemas de salud de los países en desarrollo, lamenta López Acuña, pues “no sólo hace falta tener vacunas, sino tener la capacidad de poner vacunas, y en muchos países eso no existe”.
Para Quique Bassat, la respuesta tampoco está, simplemente, en las donaciones. “Tendríamos que estar mandando vacunas a países pobres de manera global, no las que nos sobren”, lanza el epidemiólogo, convencido de que “en esto no debería haber debate”. Daniel López Acuña concuerda. “Hace falta un mecanismo mundial solidario de verdad, no ya por caridad o por buenismo; es fundamentalmente porque, en estos momentos, la seguridad sanitaria mundial es interdependiente, y requiere un esfuerzo global”, resume el epidemiólogo.