Comentarios desafortunados
Levadura, harina, agua y sal son los ingredientes, de sobra conocidos, del pan, un alimento que ha dado más que un quebradero de cabeza en Francia.
“Pues si no tienen pan que coman brioches”. Al parecer esta fue la frase que pronunció la reina María Antonieta cuando se enteró de que los altercados que sacudían las calles de la capital francesa se debían a que los parisinos no tenían pan para comer. Un comentario ciertamente desafortunado que le acabó pasando factura a ella y a su marido.
Y es que el año en el que se produjo la Revolución Francesa el presupuesto de las clases populares dedicado al pan ascendía al 88%, dejando tan solo el 12% restante para el resto de los gastos.
Los padres de la baguette
Si hay un tipo pan que identifica a los franceses ese es la baguette, que tiene varias variantes entre las que se encuentran la flute —más densa— y la ficelle —más delgada—. Etimológicamente baguette procede del italiano brachetta, que significa bastón. Este pan debe medir entre 55 y 70 centímetros y su peso debe oscilar entre los 250 y los 300 gramos.
Existen, al menos, cuatro historias que intentan esclarecer la paternidad de las baguettes. Cada uno que escoja la que más le plazca.
Una de ellas se remonta a las obras del metro parisino a comienzos del siglo XX. Al parecer, los obreros procedentes de la Auvernia y de Bretaña se odiaban a muerte y no era infrecuente que las discusiones se dirimiesen con la ayuda de los cuchillos que utilizaban para cortar las hogazas de pan. Por ese motivo no hubo más remedio que prohibir llevar armas blancas en el trabajo. Para ello, claro está, fue preciso que los panaderos fabricasen un pan que se pudiera cortar a mano.
Otra leyenda se remonta mucho más atrás. Hasta el año 1839, cuando un panadero vienés (August Zang) abrió un obrador en la capital francesa, introduciendo una levadura menos compleja que la masa madre y creando un tipo de pan desconocido hasta esos momentos.
La tercera adjudica la invención al mismísimo Napoleón Bonaparte, que solicitó a los panaderos la elaboración de un pan más ligero y menos voluminoso que la clásica miche —en forma de hogaza—, de forma que se pudiera guardar dentro de los bolsillos de la casaca.
La cuarta versión asegura que fue una imposición del gobierno postrevolucionario, que a través de un decreto obligaba a los panaderos a fabricar el mismo pan para todas las clases sociales. Hasta ese momento los franceses adinerados consumían pan blanco y los campesinos pan oscuro. Según esta teoría, la baguette se convirtió en el pan de la igualdad.
En cualquier caso, no fue hasta la década de los años veinte del siglo pasado cuando la baguette empezó a hacerse muy popular. Fue gracias a una ley francesa del año 1919 que estableció que el trabajo nocturno de las panaderías debía comenzar a partir de las cuatro de la mañana. Era la última derivada de una de las protestas de Karl Marx (1818-1883): “Los panaderos son como mineros blancos que desarrollan un trabajo agotador, que les ocupa toda la noche”.
El peligro de las redes sociales
Desde hace años en el país galo se celebra un concurso que premia a la mejor baguette de París. El vencedor de este prestigioso certamen se convierte en el proveedor de pan del Palacio del Elíseo durante todo un año.
En 2021 se hizo con el galardón Makram Akrout, un joven de origen tunecino que tiene su panadería en el distrito 12 de la capital. Sin embargo, cuando se hicieron públicos sus comentarios antifranceses y sus consignas proislámicas en las redes sociales, se vio salpicado por la polémica. El presidente Emmanuel Macron —un verdadero entusiasta de las baguettes— no dudó en suspender su compromiso con el tunecino.
De esta forma, al igual que le pasó a la reina María Antonia, el panadero Makram Akrout pasó de la gloria a la desgracia por culpa de un comentario desafortunado.