Una colecta para el chiquillo Medina
"Como suele suceder en el desenlace de esta película de género todavía por definir, huele a muerto y yo no he sido".
Luis Medina tuvo la desgracia de nacer en una cuna de alta alcurnia, de lo contrario hubiera sido un tipo anónimo y, seguramente, más íntegro y hasta me atrevería a decir feliz.
Pero cuando naces en una familia noble y tu padre es duque, pues a medida que vas entendiendo la realidad que te rodea, te entran ganas de codearte con gente influyente y llamarte “emprendedor” en cuanto alcanzas la mayoría de edad para no desentonar.
Luis Medina casi podría haberse llamado de cualquier manera, y es raro que no le diera por rebautizarse con un apellido compuesto típico de perfil con gomina de esos de LinkedIN. Parece que no le hizo falta, él ya era influyente porque el mundo le hizo así, y al rodearse de gente todavía más influyente, el éxito lo tenía prácticamente asegurado. Solo faltaba por averiguar el día que debía levantar el teléfono para hacerse con el botín.
Seamos sinceros, es posible que a Luis como a toda esta gente que va de noble, no le guste trabajar. Por eso cuando tienen la ocasión de levantar el teléfono, a veces lo hacen sin escrúpulos para llevarse el botín que no les pertenece. Pero es lógico y hasta comprensible que no lo vean así, porque ellos están por encima de la ley. ¿Quién me va a decir a mi el vino que tengo que beber? ¿Les suena, verdad?
A Luis le llegó la hora y debutó a través de un socio (el de los cinco millones), que ahora dice que no conoce. Y lo consiguió, pues supuestamente se llevó un millón de euros de comisión por la venta de las mascarillas al Ayuntamiento de Madrid.
Hay que reconocer que la estrategia de Don Luis, aunque clásica de comercial comisionista, fue acertada al “regalarle” (“regalarnos” indirectamente a la ciudadanía) esas 183.000 mascarillas. Consiguió encima que el alcalde le escribiera para darle las gracias. Jugada redonda, me llevo la pasta y encima me felicitan.
Pero como suele suceder en el desenlace de esta película de género todavía por definir, huele a muerto y yo no he sido. Esa pasta, ese millón de euros ¿dónde está? Según Luis solo tiene 247 euros en la cuenta y con el tren de vida que lleva el mozuelo con esa calderilla no alimenta ni al perro que saca a pasear.
El dinero entre esta gente vuela, pero no sabía que fuera tan rápido, porque seguro que entre colchones no anda el juego. ¿Le esperará en algún paraíso fiscal? Si no es así, estoy con Twitter: hagamos una colecta para que al chiquillo no le falte de nada.