Más fuertes, más autónomos: las prioridades de Macron para la presidencia francesa de la UE
El liberal tratará de aprovechar este tiempo para impulsar la defensa común, una nueva agenda digital y un Pacto de Estabilidad que ayuden a la recuperación postpandemia.
Francia ha tomado el relevo a Eslovenia en la presidencia de turno de la Unión Europea. Aunque los liderazgos rotatorios ya no son lo que eran desde que existe el Consejo europeo que todo lo coordina, París aprovechará la ocasión para imprimir su impronta a los Veintisiete, para impulsar los proyectos, leyes y líneas de trabajo en los que más cree su presidente, el liberal Emmanuel Macron, siempre con el coronavirus como telón de fondo y condicionante de todo.
Una estrategia que puede chocar, en abril, con las elecciones presidenciales y que augura roces entre Macron -que aún no ha presentado su candidatura pero no hay dudas de que irá a por la reelección- y sus adversarios. Qué es presidencia europea y qué es campaña. Qué es beneficio común y qué es autobombo.
El presidente francés ha presentado un ambicioso plan para liderar la UE, centrado en asuntos que necesitan “ser abordados sin falta” en este semestre. En su declaración inicial tras la toma del testigo comunitario, Macron dijo que “la presidencia francesa debe ser el momento de la verdad para la regulación y la responsabilidad de las plataformas digitales, el precio del carbono en las fronteras europeas sobre los productos importados, los salarios mínimos y nuestra relación con África”. Se ha puesto el listón muy alto, cuando la pandemia todo lo abarca, todo lo difumina y lo frena.
Dos retos de partida
La incertidumbre de la covid-19 pesa como una losa y será el reto perenne de estos meses. Cuando el horizonte parecía despejarse, cuando Europa miraba con orgullo su hacer en la compra y reparto de vacunas -todos por igual-, y en el fondo de ayuda y la emisión de deuda conjunta -que parecía impensable-, llega ómicron y tumba las predicciones más templadas. Será imposible que la pandemia, con cuyo parte arrancan por ejemplo todos los Consejos de líderes europeos, no se coma parte importante del debate y la acción comunitarias.
Con eso arranca Macron... y con una soledad que no había tenido desde que llegó al Elíseo, en 2017. Ahora ya no tiene en Berlín a su aliada de siempre, con la que tiraba del carro del eje franco-alemán, Angela Merkel, recién retirada. Era su apoyo y, también, su guía, más allá de las diferencias. Ahora el líder de En Marche pierde una aliada pero, a la vez, ve aumentar sus posibilidades de ser el nuevo líder europeo del momento.
Con el canciller Olaf Scholz tomando el relevo tras 16 años era Merkel, hay que superar una nueva etapa. Aún está muy reciente el cambio (las elecciones fueron en septiembre y el Gobierno a tres de coalición se forjó iniciado diciembre) y no se sabe bien cómo funcionará ese binomio. Scholz tuvo el detalle de ir a París en su primera visita como mandatario, un gesto, pero que no evita que haya tensiones en políticas como la energética, especialmente la nuclear, y en los estilos, el más audaz Macron y el discreto Scholz, pero se augura un entendimiento sostenido, aunque más tibio.
La economía y la defensa, por delante
La última vez que Francia estuvo al frente del Consejo de la UE fue en 2008 con Nicolás Sarkozy. Pero entonces, antes de la firma del Tratado de Lisboa en 2009, el rol del presidente era además dirigir el Consejo Europeo y los Asuntos Exteriores, misiones para las que hoy existen dos cargos concretos que se encuentran en manos del belga Charles Michel y del español Josep Borell, respectivamente.
El papel de Macron ahora será dirigir las discusiones del Consejo de la UE, que reúne a los representantes de los 27 Estados miembro con rango ministerial y tiene funciones legislativas, con el objetivo de lograr compromisos y acercar posturas. El cargo ofrece además la oportunidad de organizar encuentros informales entre los países dando prioridad a ciertas cuestiones, para lo que Francia ha previsto hasta 400 citas.
Bajo la presidencia francesa, según el discurso de Año Nuevo de Macron, “2022 debe suponer un momento de cambio de rumbo europeo”. Lo refleja en su lema elegido: “Recuperación, fuerza y sentido de pertenencia”. Recuperación ecológica y digital, por ejemplo; fuerza para defender la UE y promover los valores e intereses comunitarios en el mundo y sentido de pertenencia para que los valores fundacionales del club comunitario no se pierdan, que sigan siendo un valor común nunca puesto en duda y sirvan para mirar el mundo a través de ellos. En todas sus reflexiones, el liberal añade una palabra que ningún analista sabe si achacar al oportunismo o a la verdadera voluntad: dice que la UE, sobre todo, tiene que ser más “humana”.
Todo el cambio de escenario que Macron plantea necesita, para empezar, la reforma de algunas cuestiones económicas esenciales como el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. El propio presidente lo dio por muerto en la presentación de su programa: “Debemos volver a reglas presupuestarias comunes, pero no podemos hacer como si no hubiera pasado nada”.
La Comisión Europea ha abierto una consulta para la revisión de las reglas fiscales y en los próximos meses tiene que dar a conocer su posición. Francia es partidario de que se apliquen con flexibilidad las normas, por lo que utilizará su liderazgo temporal para intentar hacer avanzar sus posiciones. Cuenta para ello con la ayuda de Italia, un eje que Macron está alimentando intensamente también con la llegada del primer ministro Mario Draghi. Ambos han firmado al alimón una tribuna en la biblia de la prensa económica, el Financial Times, dejando clara su posición. Macron redobla la apuesta: reclama un “un nuevo modelo de crecimiento europeo” que impida que crisis como la del coronavirus golpee con tanta fuerza, que “los imprevistos sean más previsibles”.
Si importantes son los dineros, tanto o más lo es la defensa en la agenda gala para la UE. No es nuevo. Junto a Alemania, pero con infinito más entusiasmo, Francia ha apostado por una mayor autonomía estratégica para la Unión, incluso capaz de cristalizar en un ejército europeo. El debate estaba un poco dormido pero ha despertado a raíz de la desastrosa salida de Afganistán, dejándola en manos de los talibanes. Macron aboga -y ahora con eco- por ser más soberanos, más independientes, más valientes a la hora de abordar la acción exterior europea, tanto diplomática como defensiva, sin tener que esperar a lo que haga EEUU o la OTAN, sin depender siempre del criterio de otros. Una UE “poderosa en el mundo, plenamente soberana, libre en sus elecciones y al mando de su destino”, en sus palabras más encendidas.
En este punto, será clave la presentación, también en marzo de este año, de la llamada Brújula Estratégica, en la que se buscará dar un salto en la capacidad militar de la UE, con el objetivo de disponer de la fuerza necesaria para “promover su visión y defender sus intereses”. París ya acepta que los pasos que den los Estados miembros en este terreno deben ser de forma complementaria a la Alianza Atlántica, porque una cosa es tener voz propia y, otra, pasar de los aliados. Precisamente en esta organización, se jugará una de las partidas diplomáticas más atractivas de los próximos meses, pues tiene que elegirse al próximo secretario general de la Alianza Atlántica, aunque en este caso, el sucesor de Jens Stoltenberg se decidirá en la cumbre que la organización celebrará en Madrid, en junio.
El presidente Michel remarca: “sí, estamos movilizados. Sí, estamos comprometidos. Y vamos a asegurarnos de que la Unión Europea sea activa en la defensa de la seguridad y la estabilidad”. Este es, dice, el año de la defensa europea.
Mirando por el clima y la agenda digital
Otra de las principales preocupaciones de la nueva presidencia es intentar que la UE aplique un impuesto sobre las emisiones de carbono producidas fuera de las fronteras europeas. Francia ha sido durante mucho tiempo uno de los países que más ha reclamado la aplicación de impuestos adicionales a los productos y servicios que emiten grandes cantidades de CO2 y que entran en la UE.
En sus propuestas para alcanzar una reducción del 55% de las emisiones de aquí a 2030, la Comisión Europea presentó un plan conocido como Mecanismo de Ajuste de las Emisiones de Carbono en las Fronteras (CBAM, por sus siglas en inglés). Se trata de una primicia mundial que afectará a las industrias de altas emisiones, como las del acero, el cemento, el aluminio, los fertilizantes y la producción de energía.
Además, Macron quiere sacar adelante dos importantes textos legislativos de la UE sobre protección digital. La Comisión Europea presentó ya en diciembre de 2020 las propuestas de la Ley de Servicios Digitales (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA), y París espera que las negociaciones con el Parlamento Europeo y entre los gobiernos de la UE puedan completarse mientras Francia lidere el bloque.
Por un lado, la DSA sería una ley de gran alcance para luchar contra la desinformación, las prácticas publicitarias turbias y los contenidos ilegales en línea. Por el otro, la propuesta de la DMA se centra en reducir el control de las multinacionales tecnológicas en línea y evitar que abusen de su posición de poder.
Otros temas que la Presidencia francesa tiene previsto abordar son el salario mínimo en toda la UE, así como también gravar a las empresas digitales globales y, potencialmente, adaptar las normas de la UE sobre la financiación gubernamental de ciertas industrias para poder competir con actores globales como China y Estados Unidos. Sin olvidar que 2022 ha sido declarado por Bruselas el Año de la Juventud, en un momento en el que las nuevas generaciones pierden posibilidades por las diversas crisis o la precariedad.
El lío de las elecciones, de fondo
De fondo a esta presidencia clave para el futuro de los Veintisiete están las elecciones francesas. Macron tiene que revalidar su cargo y por eso debe ser muy cuidadoso con los pasos que da en el marco comunitario, porque pueden ser tomados como electoralistas o, también, salpicarle en la política doméstica, para bien o para mal.
No ha presentado su candidatura, pero las encuestas le dan ganador, pasaría a la segunda vuelta con el 25% de los sufragios, seguidos de Marine Le Pen, la representante ultraderechista de la Agrupación Nacional, con uno 18%. Su carácter claramente europeísta juega a su favor, porque también lo es mayoritariamente la población francesa, más allá del creciente nacionalismo que postulan la propia Le Pen o nuevos candidatos como Eric Zemmour.
Ha habido problemas ya, y eso que la presidencia europea no lleva más de dos semanas: en cuanto entró el nuevo año, se colgó bajo el Arco del Triunfo de París una bandera europea, lo mismo que se iluminó de azul y se proyectaron estrellas (color y símbolo de la Unión) la icónica Torre Eiffel. Las luces siguen, pero la bandera ha desaparecido. Dice el Gobierno que es lo que estaba previsto, que durase unos días, pero de fondo ha habido una enorme polémica con la derecha más rancia, que ha hablado de “traición” y “ultraje” a Francia y sus valores. Lo dice formaciones que no quieren ni estar en el euro, claro.
Aunque el tema de la bandera ha sido un poco lío, Macron no se ha arrugado al vincular los principios de la UE a los de su patria, sin edulcorantes. Los de los unos son los de los otros, y a la inversa. “Los valores que porta nuestra Unión -democracia, equilibrio entre libertad y solidaridad, una cierta idea del ser humano- son, estoy convencido, los que nos permitirán afrontar los desafíos contemporáneos”, señaló.
“Europa es el único camino por el que Francia será más fuerte ante el estruendo del mundo y de las grandes potencias”, añadió tras recordar que sin ese marco, por ejemplo, a ver cómo habríamos evitado una guerra por las vacunas y una Europa a mil velocidades, con dosis para ricos.
Está por ver si ese discurso, ese relato, arrastra más votos de los que resta. Las encuestas dicen que sí. Que Francia es un pilar esencial de Europa y sus ciudadanos se sienten orgullosos de ello.
Ahora tienen seis meses para evidenciarlo aún más.