Clara Campoamor, siempre
Hoy son más necesarios que nunca la audacia y el valor para construir más democracia.
La diputada Clara Campoamor defendió, con enorme valentía, el que ha sido el mayor logro en siglos respecto a los derechos políticos, el derecho al voto de las mujeres. La consecuencia inmediata, además del voto, fue que permitió visibilizar a la mitad de la población, en el ámbito de lo público y lo político. Hoy somos una sociedad mejor, gracias a ella.
La crónica de aquellas Cortes Constituyentes, no deja lugar a dudas: no solo hubo diputados que apoyaron el voto femenino, también hubo activistas de la inequidad. En aquellos días, se puso de manifiesto un miedo atávico a la visibilidad de la mujer, por parte de muchos diputados.
Aquel 1 de octubre de 1931, cuando Clara Campoamor pidió la palabra en las Cortes Constituyentes, no fue ajena a que quienes se oponían, lo hacían rehenes de su propio miedo. “Medís al país por vuestro miedo”, les dijo. Y en una exhibición de buen hacer parlamentario, consiguió convencer a los diputados necesarios, para aprobar un avance histórico para la igualdad entre mujeres y hombres.
En esa crónica lúcida y magnífica, que publicó en 1936, titulada “El voto femenino. Mi pecado mortal”, deja bien claro que, inmediatamente después, entre unos y otros, consiguieron apartarla de la política, en el que fue su primer exilio. Clara Campoamor dio lo mejor de sí misma a nuestro país y recibió a cambio rencor y olvido.
Quiero suponer que hemos avanzado tanto, que nunca más en España nadie penará por luchar por la igualdad y por la libertad. Gloria Steinem, una gran feminista también, dijo: «Las mujeres hemos sido la mitad del pasado, pero no la mitad de la Historia». Porque este país, lamentablemente, no ha tenido la virtud de escribir la Historia en femenino, ni de ser justa con sus protagonistas. Evidentemente, no lo fue con Clara Campoamor.
Espero que no repitamos los mismos errores. Porque es un imperativo moral honrar a las mujeres que antes y ahora luchan por la igualdad. Esa es la virtualidad de la memoria. No puede haber más casos de grandes mujeres que sean relegadas a la oscuridad y se les hurte su lugar en la Historia. Algunas, como Clara Campoamor, son hoy redescubiertas y reconocidas por fin, pero siguen siendo desconocidas para muchos hombres.
Por el contrario, los hombres demócratas, feministas y progresistas, reivindicamos hoy a todas esas mujeres y, en especial, a la diputada Clara Campoamor. Ella es uno de los espejos en los que nos miramos para aprender de su grandeza como parlamentaria, de su valentía y de su sentido común.
Un artículo The Economist que leí hace unos días decía, entre otras cosas, una muy interesante: que la paz tiende a durar más, cuando hay mujeres en torno a la mesa. Efectivamente, la invisibilidad y la exclusión de las mujeres sienta mal al mundo, sienta mal a la democracia.
Cierto es que los avances se han sucedido a lo largo de los años. Pero, como escribía Victoria Camps, “han cambiado las leyes, pero no tanto las costumbres”. Se ha conseguido una igualdad legal, que es importante, pero no suficiente. Es nuestra obligación luchar para que la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres sea una realidad.
Clara Campoamor escribió una de las mejores páginas de la Historia cierta de nuestro país. Hoy la hemos recuperado. Desde mi humilde punto de vista, la única manera de abordar las amenazas y oportunidades comunes, es confiando en las mujeres. Ejercer la igualdad entre todas y todos. Porque tras las peores discriminaciones solo se esconde el miedo y la desconfianza.
En política se repite mucho aquello de recuperar la confianza. Yo creo que una buena manera de hacerlo es contar más mujeres influyentes en los asuntos que atañen a la ciudadanía. La salud democrática de este país necesita su presencia y su visibilidad. No basta con que las mujeres cuenten, además deben contarlo ellas mismas, con su propia voz.
La voz de la mitad de la Humanidad. La que nos recuerda que hoy son más necesarios que nunca la audacia y el valor para construir más democracia. Solo así se puede enfrentar a quienes, incluso ahora, intentan reescribir la Historia, sin las mujeres.