Cinco datos que necesitas saber para entender la esencia de Salvador Dalí
Desde un peculiar regalo para Gala hasta una obsesión desencadenada por un la trágica muerte de su hermano.
Pueden escribirse incontables anécdotas sobre la vida de Salvador Dalí, y verter cientos de opiniones sobre sus pinturas, pero detrás de ese personaje excéntrico se encontraba un hombre marcado por la relación con su familia y su lugar de origen, con miedos y ambiciones comunes.
Un nuevo documental, Dalí, en busca de la inmortalidad, explora la personalidad del pintor catalán mas allá de su persona pública y hace hincapié en su obsesión por trascender después de su muerte. Una muerte en la que creía pero le aterraba al mismo tiempo. La cinta, producida por la Fundación Gala-Salvador Dalí, visita los lugares del cabo de Creus que marcaron la vida de Dalí, y explora su relación con Gala. Hemos recopilado algunos datos que ayudan a comprender la esencia del pintor surrealista.
Su obsesión con la muerte
Dalí tenía un hermano mayor que murió a los tres años, antes de que naciera el pintor, y también se llamaba Salvador. Desde de bien pequeño, el artista catalán vivió empeñado en diferenciarse de su hermano fallecido y en demostrar que él estaba vivo, algo que, según él, canalizó a través de sus excentricidades. "Siempre quise probarme que yo existía y que no era mi hermano muerto", explicaba Dalí en una entrevista sobre su crisis de identidad, en la que contaba que todas sus excentricidades forman parte del episodio "más trágico de su existencia".
Dalí buscaba trascender como gran artista y como personaje público, tanto que en alguna ocasión llegó a decir que no creía en su propia muerte. Pese a todo, a lo largo de su vida Dalí vivió atemorizado ante la idea de morir.
El castillo que le regaló a Gala con una curiosa condición
Durante un viaje a Roma en 1935, Dalí le prometió a su mujer, Gala, que le regalaría un castillo como muestra de su amor. Décadas después, a finales de los 60, el pintor compró el castillo medieval de Púbol y se lo regaló a su mujer. El edificio se encontraba en ruinas, y Dalí decidió reformarlo a su gusto y siempre con Gala en mente.
La construcción, que a día de hoy se puede visitar, incluye un jardín con esculturas de elefantes gigantes y unos pasillos inspirados en la perspectiva del palacio Spada. ¿La única condición que puso Gala tras recibir el castillo? Dalí solo podía acudir con una invitación por escrito.
Su peculiar interpretación del 'Angelus' de Millet
La pintura del pintor francés muestra la escena de recogimiento de dos campesinos en medio del campo mientras rezan el ángelus, interrumpiendo su día de trabajo. Para Dalí, el cesto que aparece en el suelo era un ataúd con el cuerpo de un niño pequeño, al que rezaban sus padres. El cuadro le obsesionó durante toda su vida, y lo calificó como la imagen "más turbadora" que había visto.
El pintor lo reinterpretó en varias ocasiones en su ensayo entre El mito trágico del Angelus de Millet y lo incluyó en varias ocasiones en su obra pictórica, en cuadros como Ángelus arquitectónico de Millet o Gala y el Ángelus de Millet prediciendo la llegada inminente de las anamorfosis cónicas.
Su predilección por Richard Wagner
El gusto de Dalí por el compositor alemán llegó a tal punto que le dedicó una fuente en el jardín del castillo de Púbol plagada de bustos de Wagner. Durante los últimos años de su vida, el pintor pedía a su íntimo amigo Antoni Pitxot que le pusiera un disco de una de las óperas del compositor, Tristan e Isolda, antes de irse a dormir. Pitxot no podía irse hasta el instante en el que llegaba Tristan, uno de los momentos más teatrales e intensos de la pieza. Así fue hasta el día de su muerte.
Su historia de amor con Cadaqués
"Es el pueblo más bonito del mundo", decía Dalí de este pueblo de pescadores en el Cabo de Creus, donde veraneó durante toda su infancia en la casa que tenía allí su familia. La presencia de Cadaqués está presente a lo largo de su obra, especialmente el mar y los acantilados y formaciones rocosas de la zona. El pintor se resiste a marcharse del lugar, incluso cuando su padre lo echa de casa, comprando una pequeña casa de pescadores con Gala en Port Lligat, al otro lado de la bahía.
Ese pequeño embarcadero terminó convirtiéndose después de muchos años en una gran fortificación en la que Dalí dio rienda suelta a su imaginación y que se convirtió en una obra de arte total por sí misma. Desde sus ventanas se veía el mar que tanto apreciaba, y desde la cama podía ver salir el sol a través de un espejo que reflejaba el horizonte. "Soy el primer español en ver el sol cada día", solía decir el pintor haciendo referencia a este espejo.