Cinco claves para conocer a Viggo Mortensen
Un intérprete, un creador y un artista cuya trayectoria avala sobradamente el merecido Premio Donostia que acaba de recibir.
Acaba de recibir el Premio Donostia y, a sus sesenta y dos años, se estrena como director con la cinta Falling. Viggo Mortensen se ha convertido en un imprescindible del cine contemporáneo y eso es algo que ya nadie podrá arrebatarle. Nos hemos acostumbrado a oírle en diversos idiomas, a observarle encarnando los más variados personajes y a ver multiplicar su presencia en todas las pantallas. El truco de Viggo Mortensen (Nueva York, 1958) no es solo tener talento, sino desplegar una perseverancia proverbial para abrirse camino y asentarse en un universo tan incierto como el cine, en el que cada paso no tiene por qué llevar ineluctablemente hacia el ascenso.
Este neoyorkino de origen danés, con ancestros canadienses y criado durante su infancia en Suramérica no solo ha impuesto sus personalísimos ritmo y reserva como sello de identidad, sino que ha conseguido que sean ellos, precisamente, los que le definan. Intelectual universitario, artista, poeta y músico, Mortensen ha participado en el cine desde hace más de tres décadas encarnando personajes tan dispares que, a buen seguro, más de un espectador no se habrá percatado de su presencia. Es por ello que vamos a analizar algunas de las claves que han llevado a Mortensen a convertirse en la figura indiscutible que es hoy en día.
La vida antes de Peter Weir
A vuelapluma, todo aquel que piense en los inicios de Mortensen pensará inmediatamente en Único testigo (1985). Sin embargo, uno de los primeros papeles que el neoyorkino interpretó fue en la película de Woody Allen La rosa púrpura del Cairo (1985). Eso sí, que nadie intente encontrarlo en la cinta, ya que sus escenas fueron eliminadas del metraje final. En ese sentido, es comprensible que su papel de amish en la cinta de Peter Weir sea el más recordado como punto de partida.
Papeles controvertidos
Nunca ha hecho gala de reservas a la hora de expresar el público su opinión con respecto al mundo, un lugar que conoce y que ha recorrido de norte a sur, de este a oeste. Esa querencia por lo controvertido le ha hecho posicionarse ideológica, política e incluso deportivamente, lo que siempre implica pasiones, pero también animadversión. Lógicamente, sus elecciones cinematográficas incluyen esta cosmovisión controvertida, eligiendo muchos roles rayanos en el trastorno. Un instructor demencial en La teniente O’Neil (1997, Ridley Scott), el sicario de Un crimen perfecto (1998, David Shaw) e incluso Lucifer en Ángeles y demonios (1995, Gregory Widen) dan cuenta de su coraje a la hora de elegir sus papeles.
Violencia a granel
Son pocos los actores que se atreverían a participar en películas de alto contenido violento, si bien dosificado de forma sistemática y también artística. En este sentido, Mortensen le debe a David Cronenberg su inclusión en tres cintas de título elocuente como Una historia de violencia (2005), Promesas del este (2007) y Un método peligroso (2011). En esta última, en concreto, interpreta al mismísimo Sigmund Freud. Estas tres películas configuran una trilogía ad hoc repleta de escenas perturbadoras, tramas asfixiantes y tensión in crescendo que aturde y conmociona. Y es que, a lo largo de toda su filmografía, Mortensen ha protagonizado varias violaciones, asesinatos, palizas y torturas, todo ello con el rostro imperturbable de quien sabe que también el cine nos puede enseñar a pensar.
Desnudez sin miramientos
Si en su proceder habitual Mortensen se expresa sin restricciones, su cuerpo actúa en consecuencia. Pocos intérpretes han mostrado ilimitadamente su anatomía como Mortensen, tanto en fragmentos intrascendentes sin mayores implicaciones que la simple desnudez, como sucede en Captain Fantastic (2016, Matt Ross), hasta secuencias de alto voltaje como en la consabida Promesas del este. Todo un recital de sinceridad interpretativa:
Intuición y buen criterio
Dice tener buena suerte y, en realidad, los más afortunados suelen ser quienes escogen con mejor criterio. Con todo, su intuición acertó al confiar en su hijo adolescente, admirador irredento de El señor de los anillos, cuando le aconsejó embarcarse en el proyecto de Peter Jackson para interpretar a Aragorn, su personaje más célebre. Su buen criterio también le llevó a aceptar un papel ya clásico, el de Tony Lip en Green Book (2018, Peter Farrelly), por el que fue nominado al Oscar y al Globo de Oro a la Mejor interpretación masculina. Nuevamente, su intuición le hizo embarcarse en una ambiciosa superproducción española, Alatriste (2006), dando vida al personaje creado por Arturo Pérez-Reverte y llevado a la gran pantalla por Agustín Díaz Yanes.
Y es que Mortensen nunca ha puesto freno a su raudal interpretativo, tomando cada película como acicate y como reto, con todos los riesgos que esto entraña.
En definitiva, se trata de un intérprete, un creador y un artista cuya trayectoria avala sobradamente el merecido Premio Donostia que acaba de recibir.