Catástrofes en el cine, como en la vida
En los desastres, en las epidemias, en los conflictos bélicos, aflora lo bueno y lo no tan bueno del ser humano.
Ya nos lo contó el cine de catástrofes de décadas pasadas, especialmente el de los años setenta: las desgracias colectivas sacan lo mejor y lo peor de las personas.
En aquellas películas, como en la vida misma, había personajes más o menos solidarios, líderes de valores positivos y otros que sólo buscaban su rédito personal. Estaban aquellos que miraban a otro lado en la catástrofe, e incluso la negaban. Y aquellos que terminaban dando su vida por la causa común, mientras otros aprovechan la situación para directamente delinquir. Lo contó el cine, y lo estamos viendo estos días en la situación de esta terrible pandemia: mientras fallecen sanitarios contagiados, por su tesón y su trabajo, otros indeseables promueven un ciberataque a los hospitales.
Permítanme que haga una alusión personal a mi infancia. En aquellos años en los que los niños y niñas aún jugábamos juntos en las calles del barrio, y tras emitirse en la única televisión que teníamos en España, decidimos emular la película de catástrofes La aventura del Poseidón, recreándola teatralmente sin medios materiales, sólo con imaginación. Por supuesto, todos queríamos hacer el personaje de Gene Hackman, el predicador, “el líder”. Pero como yo era gordito entonces, me tocaba el papel de Ernest Borgnine, el malhumorado policía, “el líder opositor”. Y representando aquellos roles, como algo primigenio, los tiernos infantes que éramos, descubríamos el mundo y las actitudes humanas, las buenas, las malas, y las menos buenas o menos malas para la sociedad, entrábamos en contacto a través del cine con la realidad.
La producción de Irwin Allen, La aventura del Poseidón, dirigida por Ronald Neame, es el paradigma de la película de catástrofes. Fue de las primeras de aquella moda de los setenta, tras Aeropuerto, y de las más exitosas y recordadas, junto a El coloso en llamas, donde grupos de todas las edades, con mascotas incluidas, se enfrentaban al cataclismo que se sumaba a sus problemas personales. En la película de Neame, un lujoso trasatlántico en el Mediterráneo, tras pasar por el estrecho camino de Grecia, vuelca en plena Nochevieja, gracias a una ola gigante, y a un fallo en la nave debido a la avaricia del constructor. A partir de ahí, los viajeros vestidos con sus mejores galas, se enfrentan a un conjunto de toma de decisiones que les lleva a la salvación colectiva o a la destrucción personal, en un mundo al revés, ya que el barco queda boca abajo. Como la vida misma.
Un grupo de supervivientes, guiados por el líder representado por Hackman, encaran la búsqueda de la salida, la de la supervivencia, en un recorrido muy peligroso, que sólo pueden superar con cohesión grupal, a pesar de las pérdidas humanas que se van produciendo por el camino. Como en las situaciones parecidas a las que nos encontramos, hay quienes minimizan la situación, y para ellos los muertos no tienen ningún significado hasta que no se ven en peligro personal. Hay discrepancias entre líderes, aquí los personajes de Hackman y Borgnine, muchos encontronazos, mucha tensión, y una solución final que pasa por la solidaridad, e incluso por el mortal sacrificio personal. En el grupo hay personajes femeninos y masculinos de varias edades: adultos asustados, un niño que evidencia mejor lógica que ellos, y unos ancianos que demuestran ejemplarmente estar capacitados para ayudar hasta las últimas consecuencias.
En las catástrofes, en las epidemias, en los conflictos bélicos, aflora lo bueno y lo no tan bueno del ser humano. Como en el cine, sea en un avión apunto de estrellase, un barco hundiéndose, un terremoto, un enjambre acosador, un edifico en llamas, o la invasión de una plaga de babosas carnívoras como en Slugs, las situaciones límite muestran la bondad, la solidaridad, la avaricia o el egoísmo de una forma clara.
Hace unos años, cuando finalmente conocí a Ernest Borgnine, pude contarle mi anécdota infantil, y cómo me gustaba su personaje en La aventura del Poseidón, el de Rogo, ya que siendo al principio de la película, un cascarrabias un tanto egoísta, evolucionaba para ser cada vez más solidario y leal. Le recordaba aquella frase que Hackman le respondía en la película, tras acusarle a aquel de autoritario: “Puede que los dos seamos de la misma pasta, y a usted le moleste verse retratado”. “La vida misma, amigo”, me contestó Ernie entre risas.
Soy de los que piensan que estas situaciones no sólo retratan, si no que también afectan al futuro, que el tiempo pone a cada uno en su sitio.
Estamos en ese momento en el que se conoce quiénes han hecho los deberes a tiempo, y quiénes no. Aquellos que están intentando sacar beneficio propio, y aquellos que intoxican. Quiénes están siendo leales y solidarios con sus vecinos, con aquellos que nos protegen, o con aquellos que nos tienen que proteger. Para salir juntos de esta. Para que el barco continúe a flote.